Era increíble lo bien que ambos habían dormido, era la segunda vez que dormían juntos y notaron que, cada que sucedía eso, descansaban como nunca, como si hubieran nacido para estar juntos siempre. El desterrado se levantó antes que ella. La enfermera ya no llegaba, puesto que la humana no necesitaba más atenciones, mientras que la señora de la limpieza no regresó, después de la cirugía puesto que la humana se negaba a tener tanto servicio que no podía pagar y que tampoco necesitaba. Daniel buscó huevos, tocino, pan, café. Ese día, le daría de comer muchas calorías a la humana. Ella se despertó sintiendo aquel delicioso aroma a tocino. Después de ir al baño, llegó a la cocina y sonrió al ver a aquel hombre con un mandil y cocinando muy dedicado.
—¡Buenos días! —saludo, la humana con aquella sonrisa. Aún no se creía que en tan poco tiempo, hubiera recuperado su vida, su felicidad, su estabilidad emocional pero toda aquella plenitud que sentía ese día, se esfumaba cuando estaba lejos de su cirujano, sin embargo, lejos de él, no se sentía tan mal como antes que se encontraba ciega, puesto que ya podía leer libros y preparar su café sin tropezar.
—¡Angelito! Hoy te he preparado algo delicioso.
—Así veo.
Se sentó en el desayunador esperando a ser servida.
Juntos desayunaban y hablaban sobre el trabajo al que la humana aspiraba y lo cierto era, que solo pedía algo que fuera suficiente para pagar sus cuentas y ahorrar un poco. Debía comenzar a pensar en una familia y en Alan, había encontrado al socio perfecto para eso; cuando el cirujano escuchó aquello, no fue de su agrado pero como siempre, se rehusaba a mostrar lo que verdaderamente sentía y a declarar su amor.
—Yo también quiero una familia, no sé si quiero hijos, pero quiero un hogar, una esposa y muchos gatos —confesó el desterrado.
—Si, es lindo tener a alguien que te acompañe.
Al quedarse sola, se sentó en el sillón preguntándose muchas cosas. Estaba confundida, comenzaba a dudar de lo que quería con Alan, porque se sentía tan en paz con su cirujano. Pero al mismo tiempo pensaba en que, sería imposible que aquel hombre exitoso y atractivo se fijara en ella para algo serio, ella que era una simple obrera. Aunque, las atenciones que aquel hombre mostraba hacia ella, decían lo contrario a lo que ella pensaba. Decidió dejar aquellos pensamientos tontos y según ella, ser realista, su futuro estaba con Alan, el joven trabajador que lo daba todo por ella.
—Tiene muy buenas notas —dijo Sabrina al entrar a la oficina y ver que su jefe estaba revisando los documentos de Alan.
—Si, no tiene antecedentes y pues, es excelente, lo tendremos en el área pediátrica pero antes de eso, lo podremos a ayudar en ginecología.
—Es una buena idea.
—¿Qué haces aquí? —cuestionó, al verla querer decir algo, pero la secretaria no hablaba.
—Afuera está una señora, dice que no se va, hasta hablar con usted, está enojada, dice que si no despiden al médico que atendió a su hija, va a denunciar a todo el hospital.
Aquellos problemas eran un verdadero dolor de cabeza para el desterrado. Había veces en las que la gente no comprendía los protocolos de salud y la razón por la que algunas veces los médicos actuaban como lo hacían.
—Dile que pase y llama al doctor que atendió a su hija —suspiro frustrado pero resignado—. También llama a Alan, las pasantías comienzan el martes pero dile que si puede venir desde ya, explícale que aquí se les paga a los becarios.
La obediente Sabrina salió a hacer todo lo que el jefe le había mandado. Una de las razones por las que aquel hospital era aclamado por los becarios era el buen beneficio monetario que recibían los estudiantes.
Después de un día cansado para el médico, se fue a su apartamento pensando en la humana y lo hermosa que era, pensaba en todo lo que sentía por ella, queriendo encontrar una explicación a aquellos sentimientos desenfrenados pero que él, se obligaba a ponerle frenos. El joven humano, había llegado al hospital y ya iba de salida después de un día lleno de emociones, ya iba a recibir una mensualidad, un poco mayor a lo que ganaba en el hotel, por lo que iba feliz, camino al piso de su novia para darle la noticia y de paso, ofrecerle que vivieran juntos.
—Mañana comienzo a buscar empleo —comentó a su novio, quien aún no le daba la feliz noticia.
—Me alegro, se que encontrarás… oye, donde trabajaba yo, estaban buscando a alguien que haga mi trabajo, trabajarías con Valeria.
—¿Cómo qué trabajabas? ¿Te despidieron?
—No, no —sonrió el joven—. A eso vengo, me dieron la pasantía en el hospital de Daniel y bueno, ya te había dicho que quería quedar ahí, porque les dan una mensualidad a todos los becarios, hasta será un poco más de lo que ganaba en el hotel.
—¡Que bien, cielos!
Alma lo abrazó fuerte, estaba muy feliz por él, sentía que todo estaba saliendo demasiado bien. Nada podía ser mejor que todo aquello.
—Entonces iré primero al hotel —informó Alma.
—No, no, el jefe me dijo que le ayudará a encontrar a alguien, le gusta contratar gente joven, ahorita le llamo.
El joven sacó su teléfono y llamó a su exjefe, quien le pidió que la joven se presentara a primera hora con todos sus documentos en regla.