Despierto muy temprano. La verdad es que no he podido dormir y me he pasado la noche rogando porque ya sea de día. Al entrar en la cocina, mamá ya está apostada en el comedor, tomando café. También tiene una taza preparada para mí. Observo el color del líquido humeante; es tan negro como el ambiente que nos rodea.
—Te ves terrible —comenta sobre mi apariencia, a punto de beber de su taza.
—Lo sé, esto es el resultado de aprender un poco de humanidad —emito una risa sardónica, sin quitar la mirada del café servido.
—¿Crees que convertirte en la empleada de ese hombre te dio humanidad? —me recrimina.
¿Cómo sabe eso? Agarro la mía de inmediato y bebo un gran sorbo, que, además de negro, también está amargo y cargado, como a ella le gusta.
—No voy a discutir eso; tampoco aceptaré tu opinión, no cuando tú nos abandonaste y te fuiste de viaje a no sé dónde.
—Deja de quejarte, ¿quieres?
—¿¡Quejarme yo!? —resoplo, riendo espantada.
—Está bien, no discutiremos ese asunto. Y espero que no te hayas dejado engatusar por ese hombre. ¿No te habrás acostado con él? —responde, arqueando una ceja y mirándome inquisitiva.
Ella me hace abrir los ojos.
—¡Mamá!
—Es hombre. ¿Qué crees que quiere conseguir de ti? ¿Tu amor incondicional? —expone con voz afilada, haciéndome enojar.
—¿Cómo crees que haría eso? —me sereno un poco—. No soy tan tonta para no saberlo; además, fuiste tú quien insinuó alguna vez que probara esa deliciosa pasta. ¿O ya lo olvidaste? —agrego con ironía.
—Lo decía de forma metafórica, pero bien, te creo —expresa con más suavidad.
Ella deja su taza de café, suspira profundo mientras masajea su sien.
—¿Dónde estabas, mamá? —la inquiero.
—Eso no es importante ahora, así que ve a ducharte. Tenemos que hacer algunos arreglos urgentes contigo —dice, evadiendo mi pregunta.
Me pregunto por qué tanto misterio con su viaje.
—¿Arreglos de qué? Estoy cansada y no quiero hacerme nada ahora. Solo deseo echarme a dormir.
—¿Crees que te voy a dejar que te quedes echada? Además, te lo dije, ¿no? Que Arthur terminaría arrastrándose por tu perdón; cuando Elsa me lo contó, me di por satisfecha —habla, volviendo a verse flagrante—. Mi cielo, por fin estás a punto de dar tu gran paso, y por eso debes actuar rápidamente —agrega ladina, aunque sé a qué se refiere.
Esto haría ver a Marco como adivino, pero la verdad es que ya estaba planeado. Exhalo con fuerza.
—Tienes razón, es mejor no perder más tiempo —contesto, resignándome al camino que decidí tomar.
Mi vida. Mi futuro. Además, no tengo ganas de discutir sobre el mismo tema otra vez y es evidente que esto la ha puesto de muy buen humor.
—Me alegra que, por fin, lo entiendas. Así que haz lo que tengas que hacer y prepárate porque hoy pasaremos la mañana como madre e hija. Prometo compensarte por mi ausencia estos días.
—Está bien, mamá.
Me dirijo a mi cuarto y tomo mi teléfono. Antes de marcar el número, desecho de mi mente y de mis pensamientos todo aquello que amenaza con revolver mi cabeza. He tomado una decisión y tengo que seguir adelante con ella. Mi futuro finalmente está arreglado. Llamo a Arthur, quien se pone feliz al escucharme, y hacemos una cita para la tarde. Luego de colgar, siento un alivio vacío en mi corazón y me consuelo con la idea de que no durará mucho. Quizás no todo volverá a ser como antes; sin embargo, poco a poco regresaré a la normalidad.
Tomo una larga ducha, lo suficiente como para que, cuando salga, ya no sea la misma, sino la nueva Maggie. Pero no ocurre, sigo siendo yo, así que me resigno a vivir con mi karma mental. Me visto con mi particular estilo de falda larga, y a la que mi mamá no le pone objeciones. Antes de irme con ella, le escribo un mensaje a Peggy y hacemos planes para vernos después. Por fortuna, no pregunta nada porque lo hablaremos cuando nos veamos. Me subo a su auto y nos dirigimos al primer lugar designado por ella: la peluquería.
Antes de poner un pie dentro, sacudo de mi cabeza todos los malos pensamientos. Mamá me observa cautelosa; seguramente pensó que me estoy volviendo loca, y tal vez tenga algo de razón. Todo hasta ahora ha sido una gran locura, y siento que aún se me hace difícil de digerir. Por mi bien, debo acabar con eso rápido.
—¿Pasa algo, nena? —pregunta, tal vez al notar mis movimientos extraños intentando mantener la cabeza enfocada, repitiendo el mismo mantra.
Mi vida y futuro al lado de Arthur.
—No —respondo, terminando con mi parafernalia mental.
—Entonces deja de hacer tonterías y ven que necesitamos hacer cambios con esa terrible apariencia que te cargas —espeta en modo asesora de belleza.
La miro enfurruñada.
—Puedes dejar de recriminarme, ¿quieres? —mascullo.
Ella pone los ojos en blanco, así que me dirijo directo a la dueña y anfitriona del lugar, que me recibe y saluda con amabilidad. Luego tomo asiento frente al gran espejo del tocador. Tengo que darle el crédito a mi madre, lo de "terrible apariencia" no es una exageración; parece que hubiera envejecido diez años.
#122 en Otros
#64 en Humor
#476 en Novela romántica
romance, comedia y drama, comedia humor enredos aventuras romance
Editado: 15.07.2025