Me encanta la fotografía, desde muy pequeña me encanto retratar cada cosa que veía, desde una hoja, hasta personas y paisajes. Mi padre me regalo mi primera cámara cuando tenía 12 años, era una simple cámara digital color morado, no sacaba fotos profesionales, pero para mí eran las mejores fotos del mundo. Cada vez que llenaba la memoria le pedía a mi papá que me las imprimiera, cada 2 semanas imprimía mas de 100 fotos que luego las que me gustaban más las ponía en mi pared y el resto las colocaba en un álbum, a la fecha tengo cajas y cajas guardadas en el garaje de mi casa con miles de álbumes que ido coleccionando a lo largo de mi vida. Álbumes llenos de recuerdos y momentos lindos y tristes.
- ¿Cuántas fotos tienes ya de este parque? - me pregunto mi compañera de cuarto Ángela.
- muchas- reí- pero estas serán mis últimas fotos de este parque así que déjame retratarlas por última vez.
Ángela me miro y pude notar en sus ojos un atisbo de tristeza, le sonreí y le saque una foto, digamos que verla triste no es algo que se vea muy a menudo. Aunque a decir verdad tanto ella como yo estábamos tristes por la misma razón…regresaba a mi país, a mi hogar. Eso me hacía feliz pero también me daba pena, aquí pasé unos años muy hermosos y conocí gente hermosa, pero era hora de regresar y enfrentar las cosas que dejé atrás.
Después de la muerte de mi padre cuando tenía 17 años, a los dos años después de su muerte busque salir de allí, aunque sea por un tiempo, cada rincón de la casa, de mi pueblo me recordaban a él, y aunque han pasado 3 años desde que decidí irme a España a estudiar fotografía, la muerte de mi padre es una herida que nunca sanara, aunque aprendes a vivir con ella.
- ¿Por qué debes irte? - pregunto Ángela con un leve puchero asomándose en sus labios.
- ya sabes la razón Angie, hice un trato con mi mamá y el plazo se cumplió-
-pero eres mayor de edad, puedes hacer lo que quieras-
-eso es verdad, pero debo volver, extraño a mi familia, a mis amigos- sonreí nostálgica.
- mejor dime que extrañas al bombón que tiene tu corazón preso entre sus manos- dijo mientras movía sus brazos de forma exagerada, poniéndome completamente roja.
-estas locas, ya hemos hablado que consumir tanta Coca-Cola te dañaría el cerebro- mire hacia mi derecha intentando ocultar mi rostro sonrojado.
Y aunque lo que dijo Angie fuera cierto, el ya no debe ni acordarse de mí, ya han pasado 3 años y considerando que me fui tan repentinamente y no le avise a el que era un gran amigo, estoy segura que en estos momentos ya no debo existir en su lista de personas que le caen bien.
Contare un poco de mi historia previa a los 3 años, vivía en LAX california. Prácticamente vivo allí desde que era un espermio de mi padre, vivía en un condominio muy cerca de la playa Santa Mónica, mi mejor amiga se llama Samantha Steele quien es a la vez mi vecina de toda la vida. Ella ha estado allí en todo momento en las buenas y en las malas y aunque este último año hemos perdido un poco la comunicación sé que cuando la vuelva a ver todo será como antes. Por otro lado, esta Jessica Smith, otra de mis amigas, a ella la conocí en la escuela junto a nuestros otros amigos, en total somos un grupo de 7 chicos, tres mujeres y cuatro hombres, todos nos conocimos en primaria y no nos separamos jamás, tengo los mejores recuerdos de ellos.
Me encontraba en mi habitación ordenando las ultimas cosas, tome el cuadro que tenía en mi buro y una sonrisa curvo mis labios, allí estábamos todos, Sam, Jess , Noah y Jaden Taylor (gemelos), Max Adams y el chico que me robo el corazón desde que lo vi por primera vez en primaria…Benjamín Grey, pelo castaño que a la luz del sol se le ven pequeños reflejos rubios, unos ojos color turquesa donde fácilmente puedes perderte en ellos como si flotaras en el mar del caribe y con una sonrisa que podía trasportarte a marte sin que te dieras cuenta. Pese a que los demás chicos eran igual de guapos, ninguno podía superar a Benjamín…mi querido Ben.
***
Anoche mi gran amiga Angie hizo una fiesta en mi nombre como despedida, la fiesta se salió de control y termine algo entonada (lo cual no era algo muy propio de mi) y gracias a eso no sentí mi alarma quedándome dormida, de no ser por mi querida Angie quien al despertar se dio cuenta que aún seguía aquí hubiera perdido mi vuelo, aunque eso implico correr, ponerme lo primero que encontré, con suerte lavarme la cara y correr por todo el aeropuerto hasta encontrar mi puerta de embargo. Una vez que estuve sentada en el avión solté una carcajada dejando muchas miradas centradas en mí, no me importo, había sido la mañana más loca pero un buen recuerdo que me llevare de mi querida España a la que extrañare demasiado.