Un breve poema sobre Ariadna

Introducción

Las banderas de los balcones se revuelven por aire. Las persianas están medio subidas porque el sol brilla con fuerza. Afuera es abril, pero nada es como antes.

A Paula le gustaría salir, pero no encuentra respuestas en los ejercicios. Los exámenes finales se asoman por la puerta, silenciosos, con pocas certezas. Se concentra en enfocar sus ojos en la pantalla, en pensar en complementos del nombre argumentales que le ayuden a entender por qué la sintaxis es así. Por qué no todo es más fácil. El viento golpea dos veces la ventana y los pocos pájaros que quedan, posiblemente encerrados en jaulas, cantan, no sabe si porque están contentos o tristes.

-No entiendo por qué esta oración tiene una modalidad enunciativa. ¿No se supone que es una interrogativa indirecta parcial?

-Efectivamente, Clara.

-Joder, Óscar no sabe ni copiar. ¿Cómo pretende que apruebe el examen si me manda semejante mierda? Se lo voy a decir. ¡Me tiene harta ya!

Paula se ríe mientras Clara le envía una nota de audio a su compañero de clase. Desde que llegó a Barcelona y dejó su pueblo, en Ciudad Real, no recuerda ningún momento de su aventura en la universidad sin Clara. Y sin Óscar, pero dejó el piso a mediados de enero para irse a vivir con Helena, su novia. Supone Paula que Clara todavía no ha asumido que ya no está, que tiene una vida nueva. Que ya era hora de que se fuera, con 25 años que tiene y a punto de terminar la carrera de Filología Hispánica. Pero Clara sigue anclada en el pasado. En ese pasado que se le revuelve los viernes por la noche, cuando sale en busca de alguien que la quiera como Óscar la quiso en algún momento durante estos cuatro años.

-¿Por qué le sigues pidiendo los apuntes si te los puedo dar yo? Te recuerdo que vamos a la misma clase.

-No entiendo tu letra, Pau.

-Pero si los tomo a ordenador. -Replica.

-Es que no me gusta la letra de tu ordenador -pone los ojos en blanco-. Además, ¿a ti qué más te da? Prefiero los de Óscar, están más organizados.

-Pero... ¿No me acabas de decir que sus apuntes contienen errores y que no sabe ni copiar?- Pregunta, entre risas.

-Mira, Paula Pérez, te puedes ir yendo despacito a la mierda. Y no, querida, no hace falta que vuelvas. ¿Es que no me puedes dejar tranquila? ¿Necesitas que te lo confirme, verdad? Que lo odio, ¡sí! Que es culpa mía que se haya ido y blah, blah, blah, lo que tú digas, siempre tienes razón, ¡siempre quieres tener la puñetera razón, collons! -Paula hace un amago de hablar- Y dale. Que no lo voy a dejar en paz. Helena no es para él, ¡que no llevan ni un año juntos! Es que vamos a ver, Pau. ¿Cómo te puedes ir con una persona a la que apenas conoces? Y no paran de subir cosas de la casa en el puto Instagram. No lo soporto más; los voy a dejar de seguir.

Clara coge el móvil, dispuesta y decidida a borrar de sus redes sociales todo lo que tenga que ver con Óscar. Paula la mira con atención, siendo perfectamente consciente de que no lo va a hacer. Clara es temperamental. Se le encienden las mejillas del mismo color que el pelo. Jamás oculta sus sentimientos, aunque sí sus pecas, que a Paula le parecen bonitas. Cuando la conoció pensó que era la mujer más inteligente y fuerte del mundo. Clara siempre salía hacia adelante, a pesar de que la vida se empeñara en ponerle contratiempos. Trabajaba en un supermercado a media jornada para poder pagarse el piso. La Generalitat le otorgaba una beca que le cubría los estudios, pero todo lo demás debía costeárselo ella. Había nacido en una familia sencilla, en el barrio de la Torrassa, en L'Hospitalet de Llobregat. Siempre soñó con mudarse a Barcelona y, cuando por fin lo consiguió, no dejó de luchar ni un solo momento por su piso en Comte Urgell. Pero, desde lo de Óscar, Clara no había vuelto a ser la misma. Es probable que lo que sentía por él la hubiera trastocado un poco, o eso pensaba Paula.

Clara bloquea el móvil y lo deja encima de la mesa. Resopla. El teléfono vibra y se asusta. La pantalla se ha encendido, así que lo mira de reojo, porque sabe quién es. Sonríe amplia y sinceramente.

-¿Es que te ha enviado un sticker o qué?

-No me puedes dejar en paz, ¿verdad, Pau?

-Ya sabes que no -contesta-. Deberías hablar con él si es lo que necesitas. Creo que es feliz con Helena, Clara. Pero ya sabes lo que dice la canción... -Entona- Si tú me dices ven... lo dejo todo...

Ambas se ríen y Paula mueve la silla para estar más cerca de Clara. Esta abre el mensaje de Óscar, con nervios y emoción. Lee en voz alta:

-¿Unas birritas y me perdonas por estar pensando más en otras cosas que en las oraciones subordinas adjetivas? Decidme la hora y nos vemos en el König -Clara mira a Paula-. No vas a venir, ¿vale? Lo siento. Le diré que te dolía la barriga y que te cagabas encima.

-¿Perdona? -Se ríe- ¿Pero de qué coño vas? Quiero ir, tampoco llevo tan mal el examen y me gustaría dar una vuelta.

-Ni de coña, macaEt quedes a casa. Tenemos cosas de las que hablar.

-No vais a hablar de nada, no eres capaz.

-Oi, i tant! Se lo voy a decir todo. Ya no le tengo miedo a nada, ¿sabes? Si no quiere dejar a Helena, pues mira, otro vendrá... Le digo lo que siento, ahora que lo tengo claro, y que él decida. Ya sé que dar respuesta a una pregunta que se me planteó hace un año pues... A ver, tan raro no es, Pau. No entiendo por qué me miras con esa cara, noia. Sabes de sobras que no estaba preparada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.