Un cadáver en el patio de la casa

2.

   Debía actuar rápido. Quizás, sus familiares mañana bien temprano, ya notarían su ausencia y mi mujer y mis hijos arribarían a las 19,30 del domingo. Nunca pensé que un cadáver costara tanto moverlo. Lo arrastré como pude varios metros, al lado de un arbusto en el patio de casa, cerca de la puerta trasera. Lo oculté, cubriéndolo con unos cartones. La tarde estaba llegando a su final y hacía lugar a la penumbra. Recordé que en el patio del muerto a un costado de la medianera, había un enorme plástico negro de varios metros cuadrados. Volví  nuevamente a casa. Ya menos tensionado, opté por cortar el cuerpo en partes que sean transportables. No haría nada de lo común, como por ejemplo comprar bolsas o cintas extras en el supermercado del barrio, o cualquier otra acción que se pueda considerar sospechoso. Me tenía que arreglar con lo poco que disponía en mi casa o en la vivienda de ese infeliz. Recordé que en mi garaje, se hallaba una sierra con una hoja corta metales. Entendía que el cuerpo mancharía todo  al seccionarlo, por ello, lo acomodé debajo del gigantesco plástico.

   Luego medité que tendría que hacer con los restos mutilados. ¿Incinerarlo? El tremendo olor a carne quemada, alertaría a todo el vecindario. También levantaría sospechas al comprar una enorme cantidad de combustible que necesitaría para la tarea y me era obvio que  siempre pueden quedar restos delatores. Descarté de plano intentar quemar el cuerpo. Me cambié de ropa. El pantalón, remera y zapatillas que utilizaría, también debería prenderlas fuego, ya que indudablemente, se impregnaría con su sangre. 

    Su rostro me impresionaba, con la lividez característica, sus ojos que parecían que me miraban, su boca entre abierta y comenzaron los indicios de rigidez cadavérica. Seccionaría en primer lugar su cabeza. Me impresionaba. Antes de ello, busqué en mi alacena todas las bolsas de plástico. Cuando comencé a cortar, manó el liquido rojo a raudales. Sé que nuestro cuerpo tiene cinco litros, pero nunca imaginé que era tan pegajosa,  y con tanto olor. El corte era prolijo. El arco de sierra era pequeño y para separarlo del tronco. Debía girar un poco el cuerpo. En ese momento, escuché una especie de quejido quejumbroso corto pero que me estremeció.

    –No puede ser que esté vivo, - me dije a mí mismo. No tenía pulso, no había señales de vida. Le había cortado media cabeza. Con el tiempo, supe que al girarlo, el poco aire que residía en sus pulmones pasaron por sus cuerdas vocales y fue ese ruido el que escuché. Terminé de seccionar la cabeza y la coloqué en una bolsa de polietileno. Goteaba sangre. Lo envolví en una segunda, con idénticos resultados. En una tercera, dejó de filtrarse. Debía tener especial cuidado de no salpicar el pasto del patio y que todo quedara sobre el plástico negro. En ese momento percaté que tenía las manos con su sangre. Necesitaba un par de guantes. Si me lavaba las manos en el baño, en la cocina o en la ducha, dejaría rastros, ya que sabía que existen sustancias que usan los forenses que por más que limpie, siempre puede ser detectadas. Por este motivo, es que no quise seccionarlo en la ducha del baño. Entendía que todo lo que utilizase para cortarlo, debía posteriormente quemarlo o deshacerme de alguna forma. Encontré en otra caja de herramientas, un par de guantes de goma. Habían sido útil el año pasado para destapar el resumidero de la cocina. Me los coloqué para continuar la faena.

   Ya nuevamente, sierra en la mano, sonó mi celular. Mi esposa. Me preguntaba cómo estaba todo en casa. Tardé un momento interminable en contestarle. Argumenté que me estaba duchando. Con una tijera, rompí parte de mi pantalón y  fabriqué un especie de pañuelo, para tomar el celular sin ensuciarlo con la roja y gelatinosa sangre. Di a cuenta que necesitaría papel o trapos. Conseguí las dos cosas.

   Cayeron bajo una tijera un par de remeras pronto a jubilarse y una pila de diarios que habían quedado a un rincón de la casa. No pasó muchos minutos para comprobar que lo que había conseguido por contener la sangre, era poco. Todo lo que se iba empapando, lo depositaba en una bolsa grande de residuos. Luego de pasado una hora u hora y media, cuando parecía que había limpiado el líquido rojo del plástico donde estaba el cuerpo decapitado, mis zapatillas estaban teñidas en rojo y corría riesgo de pisar fuera del plástico e imprimir  manchas hemáticas en el pasto del patio. Recubrí mi calzado con bolsas de residuos y las anudé a la altura del tobillo con cinta aisladora. 

   Necesitaba mas bolsas. Me imaginé que el tipo este, tendría algunas en su domicilio. Me inquietaba volver a trepar el tapial y abrir la puerta de acceso trasera de su casa. Allí fui. Aproveché para asear unos utensilios de cocina, tendí su cama. No dejé ni huella ni mancha de sangre. Cuando notaren su ausencia y accedan a la vivienda, encontrarían todo ordenado, como si se hubiese ausentado. En un bajo mesada, había un paquete de bolsas para residuos sin abrir. Antes de cerrar nuevamente la vivienda, hallé dos o tres revistas de turismo. Las puse de manera estratégica sobre la mesa de la cocina y otra en la mesa de luz de su habitación. Con un marcador subrayé una nota que versaba las bondades turísticas de los Esteros del Iberá. En el momento en que volvía a mi propiedad, escuché que golpeaban su puerta de acceso. Mi corazón parecía que se me salía de la boca del miedo a que me descubran. Retorné a mi propiedad. El cadáver seguía en su lugar, ya no goteaba sangre. Retomaría el corte de las extremidades en trozos que sean fácilmente transportables en las bolsas que había conseguido. Opté usar la sierra cada treinta centímetros aproximadamente. Comencé con su brazo izquierdo. En pocos  minutos lo tenía embolsado. Había olor a muerte. No sé cómo explicarlo. Seguí con el otro brazo, con el resultado esperado.



#13578 en Thriller
#7661 en Misterio
#5560 en Suspenso

En el texto hay: misterio, crimen, suspenso

Editado: 14.06.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.