Desde mi patio, estaba en silencio y se escuchaban las voces llamando al dueño de casa. A más tardar a la noche, intuía que efectuarían la denuncia policial por su ausencia. Implicaba, menos tiempo para hacer desaparecer todo rastro. A pesar de la mañana fresca, transpiraba en exceso. Seguí escuchando las conversaciones. Junto a los familiares se hallaba el cerrajero. Lograron acceder al garaje por la puerta trasera que da al patio, temiendo que pudiera estar en ese sitio desvanecido. Luego de cerciorarse que no estaba en la vivienda se retiraron.
-¿Dónde se habrá metido este Adolfo, habíamos quedado anoche que iba a cenar a casa...- comentaba una de las mujeres.
-Quizás ande de parranda y aparezca el lunes ¿Lo llamaron por teléfono? - Dijo el cerrajero.
- Si, -dijo una de las mujeres,- llama pero no contesta, ahora dá apagado.
- Debe andar de joda y no quieren que lo molesten el muy calavera, debe andar enamorado por ahí- replicó el cerrajero.
Me sobresalté pensando que debía encontrar el teléfono del occiso en su casa. En esta era, nadie va ni al baño sin su móvil. Sería improbable y poco creíble que alguien se halla ausentado sin él. También, observé que debía tomar aunque sea una muda de ropa para sumar otro indicio que se había marchado.
Otra vez en su domicilio. Busqué en su baño, en la cocina y no lo hallé. Recordé que cuando tendí su cama, había escuchado que algo se había caído. Lo encontré allí. Estaba apagado. De inmediato le saqué la batería para que la última geo localización sea dentro de la vivienda. Tomé de un ropero un poco de ropa interior, dos vaqueros, dos camisas, un suéter y un pañuelo.
Con el poco alcohol fino que había sobrado, hice una fogarata con la ropa. El celular terminó bajo un inquisidor martillo que lo hizo añicos. Las cenizas y los restos de la ropa que no se quemó, junto con los pedazos del aparato electrónico, los coloqué en una bolsa pequeña, para tirarlos en algún sitio donde nadie pudiera reconocer el origen.
¿Dónde ocultaría los restos de este infeliz para que nadie lo encuentre? Se cruzó por mi cabeza tirar los restos en un chiquero de cerdos, a sabiendas que esos animales se comen hasta los huesos. Criaderos de cerdos existen a las afueras de la ciudad, pero corría el riesgo de ser descubierto por algún propietario. Mucho menos de noche, ya que estos animales son muy asustadizos y alertarían a sus propietarios que se imaginarían algún hurto, y podría ser repelido por algún arma de fuego y en consecuencia, alertarían de seguro a las autoridades policiales.
Sabía que algo se me ocurriría. Me puse a revisar si había rastros, pisadas, o huellas. Cuando estaba en el sector donde había colocado el gran plástico para el despostado del cuerpo, a un costado sobre el pasto había una gran mancha roja de unos diez centímetros de ancho. Con una pala pequeña de jardinería, hice un hoyo alrededor de la mancha de sangre y como si fuera un pastel, extraje el pedazo de pasto y tierra. Como estaba, lo puse donde había quemado las demás cosas, para incinerarlo. Del fondo del jardín, procedí a extraer una porción similar de pasto y tierra que deposité en el faltante. No se notó en absoluto que había cambiado la porción de de hierba. Era casi las 13 hs. No había desayunado ni almorzado. No tenía hambre. Destruí el arco de sierra corta metales, su hoja quebrada, al igual que el serrucho y el cuchillo de caza, que me costó partirlo. La intención era que si alguien encontrara estas cosas, serían basura inservible y que no se pudiera volver a reutilizar. Mi esposa llamó a mi celular. Atendí enseguida. Arribaría al otro día cerca de la media mañana. Me tomé mi tiempo para revisar si había rastros de sangre en el aparato. Todo perfecto.
Tomé mi bicicleta y retomé hacia la boca del desagüe pluvial. No había tenido en cuenta que por ese sitio era parte del recorrido de muchos vecinos que aprovechan el día sábado a la tarde para hacer actividades aeróbicas. Volví a mi domicilio. Me puse ropa acorde como si fuera a efectuar una actividad física con mi bicicleta, y puse el contenido que debía deshacerme, dentro de una mochila. Regresé al lugar y en una segunda intentona, pude lograr el objetivo buscado. Lo importante es que no había llamado la atención y había pasado desapercibido.
Cuando regresé a casa, revisé que los costales donde se hallaba el cadáver. Los restos no estaban perdiendo. La cabeza del muerto la guardé en la mochila No sé bien porque hice eso, ya que no sabía que haría con ella. El solo imaginarme su expresión y sus ojos entreabiertos me inquietaba de forma total. Hice muchas cuadras con la tenebrosa carga. Pasé por varios criaderos de cerdos y comprobé que era imposible acercarme sin ser descubierto. Además tendría que hacer tres viajes, mínimo. La opción era inviable. A las 15,50, llegué hasta las puertas del cementerio local.