Un cadáver en el patio de la casa

10.-Hospital

 Me desperté sin abrir los ojos. Estaba en una cama. Escuché la voz de mi mujer. También percibí que se hallaba mi suegro.

    -Quedate tranquila hija, esto va a pasar, solo tuvo un ataque de pánico. Lo importante es que esté bien, la plata va y viene y sabés que contás con mamá y conmigo.- Dijo mi suegro.

    -Sentí que mi mujer sollozaba y lo abrazó. Seguí sin abrir los ojos pero escuchaba de forma nítida todos los sonidos del ambiente. Estaba en el hospital del pueblo, internado. Abrí de forma leve y paulatina los ojos y efectivamente, estaba en una cama de hospital, Tenía una botella de suero conectada con una manguera a una de mis manos. Mi gran temor era saber si me hallaba detenido. Moví mi otra mano y no había en mi muñeca ninguna atadura o esposas, como esas, que les ponen a los detenidos en una cama de hospital. Alivio absoluto. Pasó una hora cuando decidí abrir los ojos. Ella me sonrió y sentí sus caricias en mis mejillas, el calor de sus manos que me dieron mucha paz.

   -Quedate tranquilo mi vida, papi nos va a dar una mano con la hipoteca de la casa para que no vaya a juicio. No importa que haga un mes que no podés conseguir trabajo, nos arreglamos con el mío. Lo más importante es que estés bien, los chicos y yo te necesitamos.- Me dijo mi mujer dulcemente.

   -Pero ¿Qué me pasó? Recuerdo que me había levantado para ir a trabajar, me puse la ropa, salí a la verada, hice unos pasos y se me aflojaron las piernas…no recuerdo más nada.- Le dije.

    -Según el doctor tuviste un ataque de pánico, por todo lo que estamos viviendo. Suerte que te encontró en la vereda desvanecido el vecino, Adolfo. Te subió a su auto y te trajo hasta el hospital. ¡Qué cosa que tiene la vida, se llevaban como perros y gatos y ahora viene a ser que se portó con vos diez puntos! Bueno, tan mal tipo no debe ser, después se tomo el trabajo de volver para avisarme-.

    Me comenzó a dar vueltas la cabeza. Adolfo, el tipo que mas odiaba en la vida, el que se desnucó y tuve que cortarlo en trozos y hacerlo desaparecer el sábado a la tarde y parte del domingo, como era que estaba vivo.

    –¿Estás segura que era él?- Me asintió con la cabeza que si. ¿Entonces había soñado todo? ¿Era una maldita y cruel pesadilla? Me inquietaba aún que recordara con detalle esta locura. Comencé a angustiarme. Mi mente me estaba jugando una muy mala pasada, ya que la duda de lo que era verdad o fantasía, se entremezclaban. Seguro que eran las porquerías que me estaban dando lo que me provocaba esta confusión malévola y dañina.

   Ya había caído la tarde de ese lunes terrible. Mi esposa ya se le notaba los rasgos de cansancio, pero seguía firme junto a mi tomándome de la mano.

- ¿Como que hace un mes que no tengo trabajo?- Le dije. Ella hacía fuerzas para no llorar. Era indudable que no recordaba que luego de quince años, había cerrado sus puertas. Y hoy, me había puesto la pilcha de laburo, había preparado la mochila y enfilaba para ese lugar…¿Pero cómo es posible olvidarme de eso?

    Me sentí mucho más inseguro al no poder separar la realidad de la ficción. Había llegado el doctor de turno para examinarme. Era canoso de unos 48 o 50 años de edad de contextura delgada. Cuando dijo las primeras palabras, reconocí de inmediato su voz. ¡Era idéntica a la del tipo que me había llamado al celular para extorsionarme! ¿Y ahora qué? Traté de actuar sin que se me notara mi espanto, pero me fue casi imposible.

     -¿Discúlpeme doctor no lo conozco, usted es del pueblo?- Le pregunté.

   -No Batiste, vivo en Buenos Aires y vengo a cubrir guardias médicas dos veces por semana. Veo que ha reaccionado bien, solo ha tenido una crisis nerviosa. Pensábamos que podría ser un accidente cerebro vascular, pero lo hemos descartado por suerte. Quiero que se quede esta noche en observación y mañana al mediodía si no hay complicaciones le vamos a dar el alta-, me respondió.

    Después que el médico se fue, no aguanté mis lágrimas. No lo hacía por la emoción, sino por no poder interpretar la realidad en mi mente perturbada. Quizás debía entregarme a los brazos de la ciencia y tratar de acomodar mi cabeza que en ese momento me daba muchas vueltas.

  Transcurrió una hora cuando algo en el suero que me suministraban aplacó mis angustias. No tenía somnolencia, pero estaba cansado. El médico habló con mi esposa sobre el diagnóstico y ella le contó que había cosas que no recordaba. No pude escuchar que le dijo él. Cerré los ojos y me dormí.

   Me desperté y era de madrugada. No estaba mi mujer. Tenía ganas de hacer pis. Me bajé de la cama y fui al baño. Estaban todos durmiendo. Cuando regresé vi en el armario de mi cuarto mis pertenencias. También estaba mi mochila y se veía abultada.



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En el texto hay: misterio, crimen, suspenso

Editado: 14.06.2018

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