Los Jogernaut estaban en el lugar acordado, eran exoesqueletos grandes capaces de transportar a un humano, junto con su equipaje en la parte de atrás, los tres eran iguales con tonalidades grises y negras y con pocas luces neón en la cabina, los brazos y las piernas.
-Así que, ¡estamos aquí! – dijo Pietro con gran emoción.
-Lo estamos – respondieron Ron y Karen al unísono mientras se sonreían.
-Bien – dijo Ron – el camino que vamos a emprender no será fácil, estaremos expuestos a michas cosas que nunca hemos visto, incluso a algunas que no conocemos y les agradezco de antemano lo que hacen por mí y por Jacob, tendré una deuda con ustedes por el resto de mi vida.
-Conmovedor – respondió Pietro – mientras asentaba con la cabeza.
-Casi lloro con ese final – respondió Karen – bueno en realidad no, pero tenía que superar a Pit.
Ron sonrió y los dirigió a la salida de la ciudad. Los tres vieron que se aproximaba alguien o algo.
-Señor no pensará en dejarme verdad – exclamo Archie. El robot de Ron – sé que nunca ha salido de aquí y yo tengo todos los mapas del planeta conocido. Me necesita.
-Siempre viene bien más ayuda – dijo Ron – vámonos Archie.
Y así fue como los cuatro salieron hacia el alba.
Los primeros kilómetros de su viaje eran con un clima y ambiente similar al de la ciudad es decir nublado – templado, con algunos animales como ciervos, osos y ardillas. Definitivamente era una zona boscosa y no había rastros de tecnología lo único que sobresalía entre toda la penumbra era el alba, como siempre pasaba.
Las armaduras podían recorrer varios kilómetros en menos tiempo que un humano sin embargo tenían un inconveniente y es que como toda tecnología necesitaba energía, aunque se podía obtener del sol reservarían los trajes para una verdadera emergencia y esperarían no usarlas nunca.