Cuando bajé me quedé de pie observando una gran casa rodeada de árboles añejos y detrás de ella se lograba divisar un lago del cuál salían patos volando hacia el horizonte. La casa era grande, sus ventanales eran del tamaño de puertas y el porche de madera chocolate estaba decorado con extensas enredaderas mientras que una hamaca colgante se balanceaba en su interior.
-¿Dónde estamos Derek?
-¿Te gusta?
-Si, es hermoso.
-Me alegro, por un momento creí que no te había gustado.
-¿Estás bromeando? ¡Es bellísima, y el bosque!
Él se rio como un niño pequeño y sin previo aviso me abrazo por detrás rodeando mi cintura.
-Realmente me alegra saber que te gustó, porque está es nuestra casa.
-¿Cómo que nuestra?
-¿Recuerdas la casa que les describí en la cena?
-Si.
-Bueno, es esta.
-¿La compraste?
-Si, la compré para que vivamos juntos.
Quise apartarme para poder verlo al rostro, pero él no me soltó y me fue imposible verle la cara, pero su voz sonó tan sincera cuando habló que supe que lo que decía era honesto .
-Se que esto te sonara loco Helen, pero de verdad me gustaría que nos conozcamos de verdad, yo he actuado como soy realmente y creo que tú igual. Y a decir verdad no me gusta que esto sea algo ficticio y pactado por un contrato. Quiero que nosotros realmente seamos una pareja.
-¿Estás hablando en serio?
-Nunca en mi vida hablé tan en serio como ahora; de verdad quiero que tu y yo comencemos una relación seria.
Lo más loco de la situación no era lo que él proponía, si no que yo deseaba lo mismo y no me había dado cuenta hasta ese momento.
-¿Y qué haremos con nuestras familias?
-Ellos saben que estamos comprometidos, dejemos las cosas así y si no funciona rompemos el compromiso. Aunque espero que no tengamos que llegar a eso. ¿Qué dices?
-Yo… digo que quiero hacer lo mismo.
Entonces me volteo en su dirección y en su rostro pude ver la felicidad en todo su esplendor mientras sacaba un sobre de su bolsillo y supe que era la copia de su contrato. Del otro bolsillo saco un encendedor, se apartó un metro de mí y en un rápido movimiento encendió la esquina del sobre y mientras el fuego ascendía devorando el papel con sus llamas, sus ojos no se apartaron de los míos ni un segundo y vi que no había duda ni arrepentimiento en ellos.
-Helen Forks, nunca fue el hotel, siempre fuiste tú.