Un compromiso por Contrato.

Capitulo 17.

     Cuando bajé me quedé de pie observando una gran casa rodeada de árboles añejos y detrás de ella se lograba divisar un lago del cuál salían patos volando hacia el horizonte. La casa era grande, sus ventanales eran del tamaño de puertas y el porche de madera chocolate estaba decorado con extensas enredaderas mientras que una hamaca colgante se balanceaba en su interior. 

-¿Dónde estamos Derek? 

-¿Te gusta?  

-Si, es hermoso. 

-Me alegro, por un momento creí que no te había gustado.  

-¿Estás bromeando? ¡Es bellísima, y el bosque!  

    Él se rio como un niño pequeño y sin previo aviso me abrazo por detrás rodeando mi cintura.  

-Realmente me alegra saber que te gustó, porque está es nuestra casa.  

-¿Cómo que nuestra?  

-¿Recuerdas la casa que les describí en la cena?  

-Si. 

-Bueno, es esta.  

-¿La compraste? 

-Si, la compré para que vivamos juntos.  

    Quise apartarme para poder verlo al rostro, pero él no me soltó y me fue imposible verle la cara, pero su voz sonó tan sincera cuando habló que supe que lo que decía era honesto . 

-Se que esto te sonara loco Helen, pero de verdad me gustaría que nos conozcamos de verdad, yo he actuado como soy realmente y creo que tú igual. Y a decir verdad no me gusta que esto sea algo ficticio y pactado por un contrato. Quiero que nosotros realmente seamos una pareja.  

-¿Estás hablando en serio? 

-Nunca en mi vida hablé tan en serio como ahora; de verdad quiero que tu y yo comencemos una relación seria. 

    Lo más loco de la situación no era lo que él proponía, si no que yo deseaba lo mismo y no me había dado cuenta hasta ese momento. 

-¿Y qué haremos con nuestras familias?  

-Ellos saben que estamos comprometidos, dejemos las cosas así y si no funciona rompemos el compromiso. Aunque espero que no tengamos que llegar a eso. ¿Qué dices? 

-Yo… digo que quiero hacer lo mismo. 

    Entonces me volteo en su dirección y en su rostro pude ver la felicidad en todo su esplendor mientras sacaba un sobre de su bolsillo y supe que era la copia de su contrato. Del otro bolsillo saco un encendedor, se apartó un metro de mí y en un rápido movimiento encendió la esquina del sobre y mientras el fuego ascendía devorando el papel con sus llamas, sus ojos no se apartaron de los míos ni un segundo y vi que no había duda ni arrepentimiento en ellos.  

-Helen Forks, nunca fue el hotel, siempre fuiste tú. 


 




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