El Doctor Edward Maskin, un hombre enigmático, bien conocido en Ansatt del sur principalmente por ser uno de los pocos médicos que viven en aquel pequeño pueblo asolado cercano al bosque, por su puesto que a pesar de ser un miembro importante en su comunidad no faltan las malas lenguas que sospechan de Maskin, el principal motivo de sospecha y por el que mas lo han atacado es por su vestimenta extraña, la forma en la que oculta completamente su cara con una extraña mascara, con una capucha y un abrigo negro que llega casi hasta el suelo, eso y la singular forma en la que camina, casi cojeando y soltando quejidos en voz baja de vez en cuando, muchas veces cuando camina suele apoyarse en su pierna izquierda.
pero aun así ninguno de los habitantes de aquel pueblo no se veían empeñados en querer descubrir la respuesta a alguna de estas interrogantes.
En una parte un tanto alejada del pueblo el doctor se encontraba frente a la puerta de una pequeña cantina de mala muerte, la puerta chirrió al abrirse, el interior era iluminado nada más por unas pocas lámparas de gas que alumbraban cada mesa, un lugar con un suelo sucio en el que estaba tirado un hombre, el doctor lo rodeó e ingresó a aquel lugar, la mayoría de personas que estaban ahí eran bebedores ya que en esa parte del pueblo prácticamente había más bares que casas,algunos tirados en las mesas descansaban, pero al ver al doctor los presentes lo saludaron dándole la bienvenida, aun estando ebrios reconocían al doctor, y le demostraban su aprecio, el doctor respondió a su saludo y se dirigió a la barra para pedir un vaso con agua.
—Una bebida común para un sitio como este ¿no crees Maskin?—Dijo Don Olivo sentado al lado del doctor.
—Sabes que no bebo,Olivo.
—¡Salud por eso!—Dijo mientras se tomaba su trago.
—La última vez que bebiste así casi te intoxicas.
—Cálmate un poco Maskin—respondió Olivo mientras bebía pausadamente tambaleándose en su silla.
—¿Para que me llamaste?—preguntó el doctor mientras tomaba su agua.
—¡ah! casi se me olvida, aquel pillo, Marcus...Magno...
—¿Te refieres a Merchant?
—¡Ese mismo!—Continuó Olivo—Mira Maskin, he escuchado por ahí cosas extrañas de ese muchacho, bueno, tu sabes que nada bueno sale de Luntha, no lo quieren aquí.
—¿Y porque piensas que yo puedo hacer algo al respecto?.
—¡Porque eres Edward Maskin por su puesto! y porque tu lo ayudaste, lo trajiste aquí y está vivo por ti, así que tu eres quien debería hacer algo, me parece justo—dijo don olivo tomando otro trago de la barra.
El doctor se levantó, dejó unas monedas en la barra y se retiró.
—¡Hasta luego Maskin!—Gritó Don Olivo mientras el doctor se alejaba.
El doctor caminaba por aquella zona con la cabeza baja, inmerso en sus pensamientos, ¿ideando cómo resolver el problema con el señor Merchant tal vez?, o tal vez otra cosa, el doctor continuaba caminando hasta que se topó con una pequeña casa de madera, fuera de ella había un anciano sentado en una silla también de madera, con una almohada apoyada en su espalda.
El doctor se acercó al anciano y lo observó, el anciano se veía desorientado, confundido, como si no conociera en donde se encontraba.
—Señor Fausto,señor Fausto—lo llamaba el doctor, pero no respondía.
El anciano se volteó lentamente y miró al doctor sin decir nada. El doctor se quitó la capucha y la máscara dejando su rostro descubierto.
El anciano soltó un alarido, muy agitado empezó a exclamar palabras ininteligibles, con un sobresalto el doctor se volvió a poner la capucha y la máscara rápidamente cubriendo su rostro, a los pocos minutos el anciano se había calmado como si no hubiera pasado nada.
—¿Aun se acuerda de mí?—le preguntó el doctor, pero el anciano no dijo nada, solo sonrió.
A unas cuantas casas se aproximaban Merchant y Katie que charlaban mientras caminaban, el doctor se acercó interrumpiendo a los dos.
—¡Señor Merchant!, que gusto verlo de nuevo —exclamó el doctor mientras estrechaba la mano del caballero.
— Igualmente. —respondió Merchant con una mirada seria en su rostro.
—Lo lamento mucho doctor, iba camino a encontrarme con usted pero me retrasé un poco.
—No te preocupes Katie, regresa a la clínica y nos encontraremos ahí, yo hablaré un momento con el señor Merchant.
—Creo que debería acompañar a la señorita, para asegurarse de que esté bien.
—De hecho señor Merchant, creo que mejor debería acompañarme, tengo algo importante que comentarle.
—¿De que se trata?, preferiría que hable rápido.—dijo Merchant mientras caminaba detrás del doctor.
—Todo a su tiempo señor Merchant, primero que todo, ¿cómo se ha sentido?.
—Bien, ahora vaya al punto.
—Como quiera—el doctor se detuvo y sacó un papel calcinado de un bolsillo de su abrigo—encontré esta carta en el mismo lugar donde se encontraba usted y decidí leerla...
Merchant le arrebató la carta de las manos y la guardó en su bolsillo.
—¡ah!, así que si le pertenece aquella carta.
—A usted no le incumbe eso.
—¡Escuche Merchant, si me incumbe, entienda!—el doctor dejó de caminar y se quedó de pie en silencio—Necesito que me diga...porque está aquí, cuales son sus intenciones.
—Tengo que ir de camino a Min, se supone que estaría allí hace dos días, no puedo decirle más detalles.
—¿porque tenía que estar en Min?.
—Ya le dije, no puedo decirle más...
—fue el consejo, ¿Verdad?, ellos lo enviaron.
—Como lo...
—Le dije que sí me incumbe—interrumpió el doctor y siguió caminando.—Quiero que recoja sus pertenencias, en unos días lo acompañaré e iremos camino a Min como debía ser.
—¿Qué pretende?, ¿porque me ayuda?.
—Señor Merchant, podría decirse que estuve en sus zapatos una vez.