Un Corazón Distinto

C A P I T U L O 3

Entre las sábanas, almohadas y sarapes me estiro aún con los ojos cerrados, todo esto lo acompaño con un ronroneo que me hace sentir libre. Me siento en la cama sin querer cruzar  con la luz, me mantengo somnolienta hasta que por fin abro mis preciosos ojos, doy gracias porque no me tope con los rayos del sol, me decido por levantarme y acercarme a la puerta pero antes de que yo tome la manija y abrir, la manija comienza a girar sola hasta que la puerta se abre, levantando mi vista me encuentro con el rostro de Alessio y con su pelo húmedo que se ondula y cae unas hebras de cabello por su frente, sin querer y por "inercia" bajo mi vista a su abdomen que está muuy bien trabajado.

Es digno de admirar.

¡Dios mío, perdoname!

Vuelvo mis ojos a la mirada de Alessio quien tiene el ceño fruncido esperando a que yo termine de "analizar".

De comer con la mirada.

—¿Terminaste? -cruza de brazos y su rostro demuestra burla

Pero que diseño tan...

¡Basta!

—¿Disculpa?

—Nada -camina pasando a lado de mi y yo me giro frunciendo el ceño mientras veo como se pierde en su armario.

Vuelvo a mirar al frente y el baño se siente caliente, me adentro y hay un espejo cuadrado arriba del lava manos que esta empañado, luego miro el piso que esta mojado y me di cuenta que no escurre el baño. Me acerco al inodoro, me bajo los calozones y me siento... no cerre la puerta, no cerre la maldita puerta y siento que me estan observando, volteo y encuentro unos ojos muy burlescos los cuales nunca había visto en mi vida, que me recorren.

—Linda visto, eh.

—¡Callate, maldito idiota! ¡Cierra la puerta!

Alessio sonrie de lado y se recarga en el marco de la puerta. Parece que le dije que se quedará y sigue parado ahí viendome sentada con los calzones llegando al piso lo peor de todo que él ni se a vestido solo tiene la tualla en su cintura, ni se a secado.

—¿Se te perdió algo? -pregunto observandolo cruzando mis brazos y con una ceja alzada. Sé que así lo intimido.

—A mi nada pero parece que tú te escapaste del reino de los dioses del olimpo.

—Amaneciste muy sarcático ¿no?

—Tal vez o tal vez esté diciendo la verdad...

—¿No se te hace tarde? -lo interrumpo.

—¿Para qué?

—Para que cambies el puesto de los guardias

—¡Maldición! -sale corriendo.

Me levanto y la sonrisa se me escapa por a ver ganado esta victoria pues me sentía un poco incómoda, no sé que responder ante un halago y más si viene de un hombre, no me importa como sea pero me es incómodo. Una vez con los calzones puestos, salgo del baño y busco un trapo pero no tengo éxito, Alessio sale del vestidor con el uniforme del reino.

—¿Tienes algún trapo aquí?

—No pero agarra una camisa desgastada que veas pero... ¿para qué lo quieres?

—Es que no secas el baño y cualquiera se puede caer, además se hace lodo y se ensucia todo el piso y puede llegar hasta acá.

Él me mira inclinando su cabeza y aparece una sonrisa. ¿Le dije un chiste?

—¿Qué?

—Nada...

—¿Entonces por qué te estas riendo?

—¿Acaso no me puedo reír?

—Si puedes pero en los momentos graciosos o cuando una persona dice un chiste y este no es un momento gracioso, te eh dicho una queja, Alessio.

—Y esa queja me es graciosa.

Mi paciencia se está acabando. No le respondo y solo paso de su lado y me dirijo a su guardarropas, encuentro dos canastas llenas de ropa asi que agarro una camisa negra la alzo y la acerco a mi nariz lo suficiente como para alejarla de manera rápida. Huele horrible.

—¿No lavas tu ropa? -grito desde el armario grande dónde estoy.

—Yo no lo hago, las mismas servidumbres pasan a los cuartos y toman las canastas -me sorprende respondiendo en la entrada de este armario.

—¿Y desde cuándo no pasan por aquí? Esta cosa... -alzo la camisa que había tomado antes-. Huele horrible.

—¿Enserio? -asiento-. Pasamelo -le extiendo la prenda, él lo toma y lo olfatea-. Bueno sí, no huele muy bonito pero a horrible no llega... de hecho puede aguantar para otra puesta.

¡QUE ASCO!

—¡Ni se te ocurra! - lo señalo con el dedo índice.

Él ríe. Su risa no es muy grave pero es varonil, lo suficiente como para que te termine de enamorar.

—No lo haré...

De repente se comienza a escuchar unas campanas, Alessio mira atrás de él y me vuelve a mirar pero ya no sonríe ni tiene burla en sus ojos, está serio, su ceño es fruncido.

—Levantate, te llevaré ante el rey.

—¿Para qué? ¿He hecho algo malo? -una vez parada en frente de él me sonrie calmado.

—No haz hecho nada malo pero esas campanas que no se escuchan normales a unas de verdad y son graves significa que estamos en guerra, solo se escuchan aquí en el palacio y nos avisan eso. Tal vez ya entraron unos intrusos aquí y necesito pedir permiso para que te quedes aquí pues... sigues siendo una prisionera, Paulette.

Es verdad, pero lo quiero volver a ver.

—Está bien.

Él sonríe de manera calmada pero tranquiliza un poco mi corazón y mi mente me repite en que puedo confiar en él. Me toma de la mano y antes de salir toma una pistola con la mano que tiene libre y la gurda para después irnos y correr por los pasillos que están llenos de los demás guardias. Uno de ellos se acerca a Alessio sofocado y con el sudor escurriendo de su frente hasta su cuello.

—General, debe ser la voz de este grupo pues cuatro generales han ido con el rey a protegerlo pero nadie se quedó a cargo.

—¿Qué grupo son?

—El dos, general.

—Bien. ¿Los demás tienen líder?

—Sí, los generales han puesto a cargo a unos de sus propios grupos...

—Está bien, que se reúnan en el cuarto B

—Sí, general -da la media vuelta y se va a hacer lo pedido.

—Te llevaré con el rey, veré si te puedes quedar con él, con las concubinas o a mi acuarto.

—Prefiero ir a tu cuarto, Alessio...

—Todo dependerá lo que diga el rey, linda. 



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En el texto hay: rey, victoriana, concubina

Editado: 19.04.2024

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