Se escucha una voz en inglés. Es el parlante del crucero. Una voz femenina avisa que anclamos en Saint Martin, última parada antes de regresar a Fort Lauderdale. Son las 8:30 a.m. No dormí muy bien pensando en el cambio de actitud de Rodrigo. Espero que hoy sea distinto.
Me levanto de la cama. Mis compañeros abren sus ojos. Aprovecho de entrar al baño primero y arreglarme. Me tardo full.
9:00 a.m. en punto. Suena el teléfono. Me acerco y leo en la pantalla R. Ferrante 2423. Atiendo rápidamente.
―¿Aló? ―contesto.
―¿Bueno? ¿Luli? ―Rodrigo está del otro lado.
―Hola, ¿cómo estás? ―contesto un poco seca.
No sé qué actitud tendrá, prefiero estar precavida.
―Buenos días, guapa. Muy bien ¿y tú? ¿Cómo dormiste? ―pésimo, dormí pésimo porque no te entiendo y me estresa.
―Bien, normal ―respondo sin querer complicar las cosas.
―Oye, ¿ya vas subiendo a comer? ―hace una pausa.
―Sí, ahora en un ratico subo a desayunar.
―Va, bueno ahí te espero para saludarte ―ya se dio cuenta de mi incomodidad.
―Ok, dale. Bye ―cuelgo.
Me encanta este niño, pero no voy a jugar a las adivinanzas. No entiendo si es bipolar, loco o se fastidió de mí. Aunque la última es imposible, porque acaba de llamar. No tendría mucho sentido. En fin, espero que mis roommates estén listos. Papá y Corina también están listos para subir.
Nos subimos al ascensor y papá me observa fijamente.
―Ayer llegaste temprano a dormir ―dice sin quitar su mirada de mis ojos.
Afirmo con la cabeza.
―¿Por qué llegaste a esa hora? ¿Está todo bien? ―interroga.
―Sí, solo me dolía la cabeza y quería revisar si tenía pastillas, pero no había, entonces mejor me acosté a dormir ―sonrío a medias.
―Yo dejé unas pastillas para el dolor de cabeza sobre la mesa de noche. Llevan ahí como tres días ―se mete Kike en la conversación.
―Ah, no las vi, solo revisé el baño y las gavetas ―mentí.
Obviamente no me dolía la cabeza y de ser así, pues me dolería de tanto pensar.
Entramos al buffet, cada uno coge un plato y inspeccionamos lo que hay. Corina busca una mesa para todos antes de elegir qué comer. Encuentra una y le ofrezco sentarme mientras ella se sirve su desayuno. Todos andan buscando su comida. Veo a Rodrigo pasar y finjo haberlo visto. Siento que me observa.
Se acerca cada vez más. Hay alguien parado al lado. Tiene que ser él. Volteo y ahí está.
―¡Hola, Luli! ―saluda como si nada.
Con solo verlo se me olvida todo lo malo. No puedo estar “mal” con él. Menos con el tiempo contado. Me levanto y lo saludo bien. Le doy un abrazo. Me cuenta que estaba pendiente de mi llegada al Windjamer para comer juntos. Ya comió algo con su familia y ahora está buscando un plato de frutas. Se acercan mi papá y Kike a la mesa.
―Ya veo que estás con tu familia. Mejor los dejo tranquilos para que coman ―responde y saluda a mis acompañantes―. Por cierto, ¿a qué playa van? ― pregunta antes de despedirse.
―Es algo tipo Orange Beach ―respondo.
―Orient Bay, creo ―contesta mi papá mientras toma asiento.
―Bueno, perfecto. Gracias, señor ―ve a papá y responde―. Espero verte ahí. Si no, a las 4:00 p.m. te estaré llamando, ¿va?
Afirmo y sonrío de medio lado. Me guiña el ojo.
―Provechito. Hasta luego ―se despide y se va.
Ahora voy yo por mi comida. Vuelve la emoción a mí. Se me abre el apetito. Espero que vayamos a la misma playa.
―Con que hicieron amigos mexicanos… ―dice papá llevando un bocado de su plato a su boca.
―¿Cómo sabes que son mexicanos? ―me sonrojo por lo entrometido que es papá.
―Porque dijo “provechito”. Así dicen los mexicanos con los que trabajo. A ver si ahora se animan a mudarse a México teniendo amigos allá ―repite el movimiento de llevar comida a su boca.
Una vez sentados todos en la mesa, compartimos un rato en familia y contamos un poco sobre lo que hemos vivido estos días. Ricardo afirmó haber estado jugando en el casino estas noches, por eso sus llegadas tardías a la habitación. Papá y Corina han ido al spa, gym, teatro y han paseado por ahí. Kike y yo hablamos de nuestros nuevos amigos y nos burlamos de los distintos acentos que hemos conocido.
Nos bajamos del barco y tomamos el autobús que lleva a Orient Bay. La isla es espectacular, es un paraíso dividido en dos partes: la norte, que pertenece a Francia, y la sur, que corresponde a Holanda. Su gente, sus calles, paisajes… todo es impresionante.
Entramos a un restaurante en la playa y pedimos dos toldos y cuatro butacas. Nos recostamos a descansar y a observar la bahía. Hay muchas actividades para hacer, desde deportes acuáticos hasta trenzas playeras. Hay tirolesa, parapente, paracaídas, motos de agua, kayak, buceo. También hay espacios para masajes y relajación.