De regreso a la escuela. Qué fastidio.
—Totalmente de acuerdo.—dijo Leyla.
—¿Tampoco te gusta?
—Por supuesto que no. Tanto ruido y tanta aglomeración me fastidia.
Estábamos en la misma sintonía.
—De acuerdo. Pero tenemos que ir.
Ese tema no tenía discusión. A la escuela tenía que ir sí o sí.
—Lo que más me fastidia es tu estupidez, siempre te dejas aplastar por todos como idiota. ¡No lo permitiré más!
Era verdad lo que dijo pero me dolió su crudeza.
—Como si tú pudieras hacer algo—ironicé. Era un modo de restarle importancia a su comentario y advertirle que soy yo la que manda.
—Te volveré loca la cabeza si te dejas humillar. Ya lo verás.
Parecía muy decidida.
Decidí ignorar a Leila y me apresuré a hacer todo lo que me faltaba. Si seguía platicando con ella me se me iba a hacer tarde. Empecé a tararear una canción para apagar su voz. Cuando descendí las escaleras me encontré con mi tío que venía de subida.
—Iba a apresurarte. Está listo el desayuno.
Dominick se dió la vuelta y yo lo seguí hasta el comedor. Ocupé mi puesto habitual. El desayuno que preparó me encantó. Un salteado de diferentes carnes, no muy cocido.
—Eres demaciado carnívora me he dado cuenta. Nunca te veo tan satisfecha cuando preparo algo diferente. Prefieres la carne hasta para desayunar.
Dominick tenía toda la razón y ahora sabía por qué. Los lobos son criaturas salvajes y se alimentan de lo que cazan.
—Es verdad—le confirmé—me gusta demasiado y me siento débil cuando no la como. Es mi Naturaleza que puedo hacer.
Me encogí de hombros.
Él me miraba con atención. Se acercó con un paño y limpió todo el rededor de mi boca.
—Pareces un animalito comiendo. No tienes ningún tipo de modales.— comentó espontáneo.
Enrogecí por la vergüenza. Me miré las manos y las tenía completamente embarradas. ¡Qué horror! No había utilizado ningún cubierto. ¡Había estado comiendo con las manos y sin prestar atención a nada más!
—No te avergüences, disfruto viéndote así. Conmigo puedes ser tu misma.
Eso sonaba bien pero igual seguía sintiendo pena.
—Es un amor y así tú quieres que yo deje de amarlo.
—¡Cayate!
—Está bien.—aceptó Leyla
Era raro que me hiciera caso.
Cuando terminé me lavé bien las manos y la boca en el fregadero, las sequé al descuido con la toalla de mano de la cocina. Luego me fuí. Dominick se quedó recogiendo todo pero no podía ayudar en nada, a mí se me estaba haciendo tarde.
Pedaleé rápido de camino y la velocidad que tomé me asustó un poco. Tenía tanta fuerza en los pies que bien podría competir con un carro. Dejé de pedalear y me mantuve un buen tiempo trasladándome solo con el impuesto. Iba de bajadas. Eso era favorable. De regreso siempre tenía que pedalear más. Pero siempre iba más rápido que los demás y no me cansaba.
Dejé mi bicicleta en el parqueo junto a las demás y me adentré en los dominios de mi escuela. Me topé a Derek de frente. Curiosamente estaba solo, era muy raro encontrarlo así, tenía que aprovechar esta oportunidad. Debía lograr que a Leyla también le gustara, no podía permitir que siguiera enamorada de mi tío.
—Hola Dereck—me atreví a saludarlo por primera vez.
El me miró como si me viera por primera vez. Creo que era la primera vez que reparaba en mí.
—Hola...—correspondió, para mí sorpresa.
—No me gusta, no lo soporto, es un idiota, lo aborrezco, tienes un gusto superfluo, no me gusta su cabello largo, me cae mal...—y así continuó Leyla, diciendo todo lo que se le ocurrió en mi mente sin parar.
—¡¡¡Cállate ya maldita sea, me estás enloqueciendo!!!
Derek me miró como si fuera un bicho raro. ¡Mierda, mierda, mierda! Había hablado en voz alta.
—¿Vez lo que haces Leyla? ¿Quieres que quede como loca aquí en el colegio?
—¿Qué sucede?, solo te dije: hola.
Lo sabía, ¡que pena! Me imaginaba mi rostro blanco como leche normalmente, ahora tan rojo como un tomate maduro. Tenía el ceño fruncido. Seguro estaría pensando: ¿Que le pasa a esta loca? Algo tenía que decir para aminorar la situación.
—Lo siento. Nunca hemos hablado antes. Me alteró que lo hicieras...—fue lo mejor que se me ocurrió. Estaba muy nerviosa y apenada.
—Por tu culpa, te voy a matar.—como si pudiera. Culpar y amenazar a mi loba interior no servía para nada.
—Lalalalalalala.—lo que me faltaba. Se puso a tararear como loca.
—Está bien, pero fuiste tú la que me saludó primero. ¿Tú eres la chica del otro día...?
La que Katerine humilló, pues sí.
—¿La del otro día...?—me hice la sueca.
—No importa. Yo me llamo Derek—se presentó. ¿Cómo si no lo supiera?, creo que todas las chicas de este colegio sabían su nombre.—¿Y tú cómo te llamas?
Me asombro fue grande, no imaginé que quisiera conocer el mío. Seguro lo hacía por cortesía. De todos modos enseguida lo olvidaría. Estaba convencida: Una, porque no le interesaba y dos, porque era muy difícil y extraño
—Rayilunsel.
—¿Cómo?
Se lo volví a repetir más despacio.
—Nunca había escuchado un nombre parecido. ¿Tiene algún significado?
—Rayito de luna en la selva.
—Muy original. Es muy grata la conversación pero tenemos que entrar.
Sí, era verdad, éramos los únicos que estábamos aquí. Observé.
—Sí.
Caminamos a la par. Cuando llegué frente a mi aula me dispuse a entrar, sin atreverme a mirarlo, pero su voz me detuvo.
—Te veo más tarde.
Dijo y se marchó presuroso. Quedé aturdida por un momento. ¿Me vería más tarde? ¿Dónde, cuándo exactamente y por qué razón?
—Permiso profesor.
Todos los ojos de los estudiantes del salón se posaron sobre mi. Era la primera vez que llegaba tarde y también la primera en interrumpir una clase.
—Adelante—permitió el profesor sin hacer ningún señalamiento o reclamo y siguió con la explicación como si no lo hubiera interrumpido.
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Editado: 18.04.2021