Estaba completamente asustada, el corazón se me quería salir por la boca, salí de la escuela no se ni cómo. Me encontraba vagando sin rumbo fijo por las calles, del susto olvidé hasta mi bicicleta.
No sé dieron cuenta de nada, no pudieron ver nada extraño en mí o de lo contrario me hubiesen llamado monstruo.
—Por poco y nos descubren.
Leyla, Leyla, Leyla. No me deja ni siquiera meditar.
—Ya lo sé, no hace falta q me lo recuerdes.
—Ya no importa, salimos ilesas.
!Que molesta eres! Si pudiera callarte!
—¡Rayilunsel!
Escuché q me llamaban y me giré en dirección de la voz. Estaba tan aturdida que no supe distinguir a quien pertenecía, pero me era familiar.
—¡Tío!— me paralicé al verlo.
—¿Qué haces aquí?, deberías estar en la escuela.
—Er... síp... pero..., lo siento. No me siento bien.
Se acercó a mí preocupado alzó su mano derecha y yo retrocedí por instinto, pero aún así me alcanzó con sus pasos largos y tocó mi frente con delicadeza.
—No tienes fiebre—suspiró aliviado.
—Es solo un ligero malestar, nada de que preocuparse.
Traté de restar importancia a mis palabras, era un error fingir enfermedad. Dominic se preocupa demasiado por mí. Era capaz de llevarme directo a un hospital.
—Tú me preocupas mucho últimamente, te noto extraña. Siempre has sido una antisocial pero ahora es mucho más grave, hasta hablas sola...
Así que me escuchó...
—Lo siento mucho por preocuparte...
—Si te dijera para ver un especialista...¿Irías?—vaciló un poco.
—¡No estoy loca tío!, solo un poco estresada.
A decir verdad no puedo asegurar que no estoy loca pero tampoco es una opción ir...
—Aún eres muy joven para estar tan estresada. Ven, sube al auto, te llevaré a casa.
Obedecí en silencio y me subí al asiento del copiloto.
—¿Podrías llevarme a otro lugar?, no tengo ganas de ir para la casa.
—¿A dónde quieres ir?
—No lo sé, a un lugar solitario.
A la selva, quince decir.
—De acuerdo.
Aumentó la velocidad al entrar en la carretera principal. Yo me entretuve observado por la ventanilla. No tenía ganas de hablar.
—Dominick, es muy atento, simpre lo ha sido...
—Lo sé.
—¿Qué sabes?
Otra vez hablaba en voz alta.
—Nada, olvídalo.
—Sabes que puedes confiar en mí, si te pasa algo solo dímelo, quizás pueda ayudarte...
Jamás podría contarle a nadie lo que me estaba pasando. Suspiré frustrada.
—No me pasa nada, concéntrate en la carretera.
Dije cortante.
Por el rabillo del ojo ví como su expresión se endureció y mordió su labio inferior. Creo que se lastimó. Estaba causándole dolor, no era esa mi intención.
—Lo siento—dijo Leyla.—Dilo tú para que lo oiga—me ordenó.
—No.
Me negué rotundamente y prendí la radio, una música romántica inundó el ambiente y opacó la voz de mi loba interior. Dominick me miró de reojo por un segundo, yo fingí no darme cuenta.
Cerré los ojos y fingí dormir, no los abrí hasta que sentí al auto detenerse. La vista frente a mí era maravillosa, el mar siempre trae una sensación de paz interior cuando lo miras fijamente. No era la selva pero estaba bien. Dominic abrió su puerta, descendió y le dio la vuelta al auto hasta abrir la mía.
—Sal, vamos a caminar.
Obedecí en silencio. Caminamos despacio hasta la la orilla de la playa. Caminamos por la arena sintiendo la suave brisa del mar acariciándonos.
—Gracias.
Murmuré después de un tiempo. Dominic permaneció en silencio, con la vista al frente. Ahora parecía más perdido que yo. Supuse que no me escuchó. Tenía sus manos dentro de los bolsillos del pantalón y su cabello era abatido por el viento. Su expresión lucía triste. Sentí una punzada incómoda en el corazón. Tuve deseos de abrazarlo y brindarle consuelo pero no podía. Las cosas se habían puesto raras entre nosotros y con los sentimientos de amor de Leila todo era peor. Había momentos como este, en el que se me cruzaban los sentimientos de amor familiar con el romántico... Estaba demasiado confundida. Mis emociones estaban a flor de piel.
—Es tu culpa Leyla—le recriminé.
—Si eso te hace sentir mejor, acepto la responsabilidad.
—Yo nunca voy a amar a mi tío de la misma forma que tú lo haces, no puedo, es algo imposible.
—¡No es tu tío de sangre!
—¡No acepto que mis padres no lo sean!
—Siempre serán nuestros padres solo que no son los biológicos.—insistió.
—¡No lo acepto!
Ambas estábamos alteradas.
—¡Tampoco aceptas lo que está pasando pero yo estoy aquí, es la realidad! No puedes tapar el sol con un dedo.
En el fondo sabía que ella tenía la razón pero mi mente se negaba a aceptarlo.
De pronto sentí la mano de Dominick enlazando mi muñeca. Me sobresalté y lo miré intrigada. El solo tiró de mí y me llevó hasta un árbol cercano.
—Sentemos aquí un rato.
Se quitó su chaqueta y la colocó en el suelo. Ambos nos sentamos sobre ella.
Estábamos tan cerca que sentía el calor de su cuerpo, su respiración era un poco irregular, me extrañó así que aparté la mirada del inmenso mar y lo miré. Para mí sorpresa me encontré con su profunda mirada fija en mí. Su mirada descendió a mis labios y yo tragué saliva.
—Creo que llamaré a tus padres y les diré que no puedo cuidarte más...
Sus palabras me tomaron por sorpresa, abrí mis ojos y mi boca al mismo tiempo.
—Pero...¿Por qué?
—¡Porque me gustas maldita sea!
Me quedé atónita, eso sí que nunca lo esperé.
—¿Qué...?
—Yo soy el que necesito tratamiento psiquiátrico. Creo que estoy loco, eres todavía una niña y lo que es peor, eres mi sobrina. No puedo amarte, es una locura total pero no puedo evitarlo, no quiero engañarme más. Te lo digo para que te alejes de mí, para que sepas que soy un peligro. Que no merezco ser parte de tu familia. Me odio a mi mismo...
Yo solo lo miraba, había perdido mi capacidad de hablar y en cambio él no paraba. Era como si una vez que se hubiera roto la pared tuviera que sacar todo lo que había guardado en su interior. Lágrimas salían de sus ojos sin contención. Él se había contenido demaciado, era evidente su dolor y desesperación. Por impulso lo abracé. Quería amortiguar aún fuera un poco su dolor. El se quedó muy quieto, dejó hasta de respirar pero su corazón parecía un caballo desbocado.
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Editado: 18.04.2021