—No quiero y punto. ¡No vuelvas a llamarme tío!
En verdad sonaba convencido. Lo había herido profundamente. Sin duda alguna no quería que lo llamara tío nuca más.
—De acuerdo.—acepté algo entristecida.
Tenía un nudo de emociones entrelazadas en mi interior. No era capaz de entenderme. Si Dominick no quería que lo llamara tío, ¿quién era yo para contradecirlo? Él me quería como su mocosa y eso era suficiente para mí. Estaba aquí a mi lado y hace un rato me dijo que si algo me pasaba no podía vivir sin mí.
—...¡Entiende de una vez que si te pierdo me muero! No puedo vivir sin tí.—esas fueron sus palabras con exactitud, recordé.
Me había demostrado su cariño sincero con acciones y con palabras, qué más podía pedir.
—Se aorilló y detuvo el auto con brusquedad. Me balancee, ¿acaso quería desprender mi cuello? Quise quejarme con palabras pero me contuve.
—Baja. Espérame aquí, voy a buscar un lugar para parquear el coche.
En cuanto cerré la puerta y me aparté un poco del vehículo arrancó. Me quedé pensativa mientras lo esperaba.
—Vamos—me sobresalté. Me había quedado absorta en mis pensamientos. Lo seguí y entramos a un elegante restaurant. Las personas nos miraban extraño o más bien me miraban a mi de forma extraña. Entonces reparé en mi aspecto. Mi ropa no era apropiada para un lugar tan refinado, ni siquiera traía ropa interior, ¡qué vergüenza!
—Porqué me trajiste aquí. Mira mi facha.
—Estás bien.
¿Era una broma?
—¡Estoy avergonzada!—recalqué entre dientes.
—Porqué razón, yo no lo estoy.
—Pero yo sí.
—Olvídate de la gente y sígueme.
Me tomó de la mano y me condujo por toda la estancia hasta llegar a la mesa más apartada. Él apartó una silla para que yo me sentara y luego tomó un puesto en frente de mí.
Tomé la carta me cubrí la cara con ella.
—Me avisas cuando elijas.—habló como si nada.
—Te odio.—mascullé.
—¿Porqué me odias mocosa?
—Te gusta que haga el ridículo—afirmé fingiendo estar indignada.
—No, para mí siempre estás hermosa.
—¡Tonto!
Se había vuelto un juego de palabras.
—¡Más respeto jovencita!
Estaba alegre a pesar de su exigencia.
—¡No quiero!
Me sentía tan bien a pesar de todo, ¡Dominick estaba jugeton y alegre! El período de tensión había pasado y estábamos actuando como antes de que él se marchara de mi vida. Cómo los amigos que fuimos. Con la confianza que teníamos en aquel entonces.
Fue una comida demasiado agradable. Pidió muchos platos para mí. El camarero nos miraba todo el tiempo con asombro pero fue cortéz y no hizo ningún comentario imprudente.
—¿Satisfecha?—preguntó cuando terminé con mi postre.
—Oh, sí, mucho.
— Igual yo—intervino Leyla.
—Me alegra. Tenemos que hacerlo más a menudo.
—Te arruinaré.—comenté jocosa.
—No lo creo pero aunque sucediera no me arrepentiría.—aseguró.
Estaba de buen humor y yo también.
—Leyla está muy satisfecha.
—Me alegra mucho saberlo.
El bebía un vino tinto con parsimonia.
—Quiero probar.—pedí embobada con su rostro y sus gestos
—¿Qué quieres probar?—su mida ardiente se posó en mis labios. Sus palabras sonaron muy sugestivas. Por un breve momento quise ser la copa.
¡No imagines cosas Rayilunsel! Me advertí.
—Quizás no son solo imaginaciones...
—Tranquila Leyla. No le pongas leña al fuego. Al fin nos estamos llevando bien, no lo volvamos a asustar...
—De acuerdo.
—El vino.—le respondí a Dominick.
Me sirvió un en una copa vacía.
—Aquí tienes.—ofreció.
Tomé la copa de vino con delicadeza y la moví ligeramente, luego olí su contenido agradable y después lo llevé a mis labios. No creo que me haya visto seductora como se veían otras mujeres en los programas pero esa tampoco era mi intención.
—Exquisito.—comenté colocándola sobre la mesa.
—Buen gusto mocosa. ¿Quieres que te lleve a casa o prefieres ir a algún otro lugar?
Quería pasar más tiempo con él pero temía arruinar todo lo que hasta ahora habíamos logrado, por hoy estaba bien. Habíamos avanzado mucho, es malo ser demasiado ambicioso.
Paso a paso se llega a Roma.
Mis padres seguramente estaban en casa, pasar la tarde con ellos sería agradable.
—Llévame a casa.—contesté.
Salí y lo esperé afuera mientras Dominick se encargaba de pagar la cuenta y buscar su auto.
Sentí el sonido del claxon y miré en esa dirección, Dominick estaba detenido en la esquina, a mi derecha. Me dirigí hacia el auto con pasos largos, le di la vuelta y me subí. La puerta estaba abierta.
Dominick se acercó a mí de pronto y contuve la respiración. Por un segundo imaginé que iba a besarme pero su mano tomó el cinturón de seguridad y me lo colocó sin hablar, luego se incorporó y puso el auto en marcha.
Soy una tonta, cómo iba a creer que él me iba besar. Tengo que controlar mis deseos. La verdad tenía que controlar también mis pensamientos, mis impulsos y hasta mi cuerpo... El camino se me hizo muy corto. Llegamos frente a mi casa.
—Baja, hablé con mi hermano por teléfono, te están esperando. Yo no voy a entrar, tengo negocios que atender.
Me decepcionó, mucho más de lo que imaginé, que se tuviera que ir. Él me había dicho que podía llevarme a otra parte si quería y de pronto tiene cosas más importantes que atender.
—Tú perdiste la oportunidad.
—¡Silencio Leyla!—le advertí.
No estaba para escucharla, no en este momento, yo tuve mis razones para no seguir él. Prefería darle espacio que acorralarlo. No quería perderlo pero tampoco quería estar distante. Estos sentimientos eran demaciado contradictorios. Creo que estaba enloqueciendo.
Dominick me fue a despachar el cinturón pero se lo impedí.
—Yo puedo sola—expresé cortante.
—¿Estás molesta?
—No, ¿por qué lo estaría?
—Lo siento si hice algo que te disgustara...
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Editado: 18.04.2021