Cómo de costumbre estaba esperando la salida de Rayilunsel. Siempre lo hacía pero nunca me atrevía a acercarme a ella. Cada vez que la acompañaba su amigo me moría de rabia, pero no me quedaba más remedio que tragarmela, ella no podía ser mía, no del modo en que la deseaba. Se había vuelto un hábito esperarla a la hora de la salida. Me sentía como un acosador observado desde la distancia pero mi intención era protegerla.
Tenía la ventanilla baja para así poder sentir la brisa fresca de la tarde. Era un modo de frenar la ansiedad por la espera y calmar la rabia por tan solo imaginar verla aparecer de nuevo al lado de ese chico, sonriente y feliz. No me malinterpreten, quería que fuera feliz por siempre pero me retorcía las entrañas que esa dicha se la podía dar cualquiera menos yo.
—Hola, ¿otra vez tú por aquí?
Una voz femenina me sacó de mis pensamientos. Miré en dirección a ella, pertenecía a una chica pelirroja, constaté. La miré con independencia, detrás de ella había un grupo de diez, conté. Ya las había visto otras veces también, recordé, tengo buena memoria.
—¡Katerine!, es un extraño, no te metas con él.
Advirtió prudente una de las chicas. Buen consejo, opiné en mi interior. Ese nombre: Katerine, recordé que lo había escuchado antes. Rayilunsel me dijo que así se llamaba la chica causante de su transformación. Eran un grupo y tenían aspecto de chicas malas, supuse que eran a ellas a las que se refería. Me hirvió la sangre. Tuve deseos de darles una lección pero me contuve. Yo era un adulto y ellas solo unas adolescentes malcriadas.
—Déjame, yo sé lo que hago.—le contestó altanera y luego se volvió a fijar en mi persona—Eres muy atractivo. ¿Te gusta alguna chica en este colegio? Si soy yo no tienes que ocultarte más.
Muy creída la chica.
—No, no eres tú.—espeté con desagrado.
—¿Porqué no sales del auto?, ¿tienes miedo a mostrarte? Acaso eres invalido o tienes la barriga muy grande.
Esta chica era una insolente. Imaginar todo el daño que le había causado a mi pequeña me estaba maquinado. En serio tenía ganas de golpearla. Jamás había maltratado a una mujer, tampoco había sentido deseos de hacerlo pero esta chica que tenía en frente estaba sacando lo peor de mí.
—¡Vete chiquilla!, no tengo tiempo para tí.
Eso la molestó, de repente sacó una navaja, se acercó despacio y rayó la puerta de mi auto.
Abrí la puerta con brusquedad, empujándola lejos con el movimiento y salí disgustado. Mi altura y complexión física pareció intimidarla o eso creí.
—Pero si eres un bombón. Estás como para comerte papasito.
¿En serio? No podía creer que hubieran adolescentes así. Estaba falta de unos buenos azotes para que aprendiera a comportarse.
—No te vuelvas a acercar a mi auto u olvidaré que eres una mujer.—la amenacé.
—Entonces, me vez como una mujer.
Se vanaglorió. Que enferma estaba esta chiquilla. Mi paciencia estaba llegando a su límite. La miré de arriba a abajo con desprecio absoluto.
—Estás muy lejos de serlo—aseguré— Tus modales y tú actitud dejan mucho que desear.—utilicé un tono despectivo.
—Puedo gustarte, pruébame y verás.
Era una completa descarada. No entendía nada de nada.
—Escúchame bien pendeja, estás muy lejos de ser de mi tipo. Nunca lo serás... Estudia un par de años más, aprende a respetar y a comportate. Deja de ser una creída, de ofrecerte como una mujerzuela y de intimidar a los demás y quizás entonces, te concideraré una mujer.
Ya para este punto estaba demasiado alterado, apenas podía contener mi ira.
—Soy hermosa y no existe un hombre al que no le guste a menos que no lo sea...
Qué infantil. Pretendía provocarme con esas palabras, le seguí la corriente.
—Estás buena para matar el tiempo, cualquiera disfrutaría de tu cuerpo, pero chicas como tú solo sirven para ser usadas. Solo hombres del bajo mundo o de mentes retorcidas se fijarían en tí. Por el camino que vas nunca serás una dama.
Se acercó a mí furiosa y alzó su mano para pegarme en el rostro, la agarré fuerte en el acto y la detuve. Ella me miró desafiante. Al fin algo la ofendía, creí que era totalmente estúpida.
—Soy mucha mujer para tí—dijo molesta, la solté y ella bajó su mano. Creo que le quedó claro que no la dejaría tocar mi cara.
No pude contener una risa burlona por sus palabras. Me acerqué más para que solo ella me escuchara. Le hablé cerca del oído.
—Si aún quieres conservar algo de dignidad frente a tus amigas, lárgate de mi presencia. No quiero utilizar la fuerza.
Hablé amenazante con mi mirada enfocada en las otras chicas que solo habían permanecido como espectadoras y estaban en silencio a una distancia prudente. Ellas sí estaban consientes del peligro, no eran tan temerarias como la estúpida que tenía en frente.
—¡Dominick!
Me congelé. La voz dolida de Rayilunsel me paralizó todos los músicos de mi cuerpo, la pelirroja aprovechó este estado de inanición para besarme por sorpresa. Aún después de su invasión a mi boca tampoco pude reaccionar. Por unos segundos me quedé pasmado, luego reaccioné y la empujé para apartarla. Miré a Rayilunsel alarmado y estaba muy pálida. Parecía como si fuera a perder el conocimiento en cualquier momento. Me asusté demasiado y corrí a su lado.
Ella me miró como si fuera un completo extraño. Su gesto me dolió hasta lo más profundo de mi ser.
—¿Te sientes mal?—pregunté extremadamente preocupado.
Sus enormes ojos verdes se inundaron en lágrimas. Sentí como si se me desgarra el alma. No podía soportar verla llorar, me resultaba demasiado doloroso.
—¡Suéltame!, Vete, te odio, te odio.
Gritó desconsolada. De pronto me empujó con fuerza y yo caí al suelo como si fuera un muñeco de trapo. Era demasiado fuerte, reconocí.
Rayilunsel me miró desde su altura con horror y luego me dio la espalda y salió corriendo. Me levanté adolorido, iba a salir corriendo detrás de ella pero recapacité y me dirigí al auto. Así sería más fácil alcanzarla.
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Editado: 18.04.2021