Después de apartarlo lejos de mí salí corriendo cegada por la ira, el dolor y la decepción. Tomé mi bicicleta y pedaleé a toda velocidad sin pensar hacía dónde me dirigía, la fuerza de la costumbre me llevó hasta mi casa. Sin darme cuenta llegué, miré la fachada como si la viera por primera vez, guardé mi bicicleta y entré.
Escuché a mis padres trasteando en la cocina, no les presté atención, ni siquiera saludé. La nana estaba planchando, estaba de vuelta pero no sentí nada, estaba en estado de trance. Subí hasta mi cuarto sin hacer ruido. Abrí mi puerta, entré y la cerré con suavidad tras mi paso, luego le coloqué el seguro. Me metí en la cama de bruces, hundí mi cabeza entre la almohada y dejé escapar el llanto contenido. Quería gritar pero me contuve. Apreté con fuerza la almohada y me desahogué en silencio.
—Te odio, te odio, te odio.
Leyla también lo odiaba, estaba tan dolida como yo. Sentía el teléfono vibrar, sabía que era Dominick insistiendo por eso lo puse en ese modo. No quería saber de él. Lo odiaba.
¿Cómo pudo salir con Katerine? ¿Era acaso un tonto o un superficial para estar con una chica de ese tipo? No podía perdonarlo, estaba demasiado dolida y celosa. Sí, también celosa. Él era mío, lo sentía mío, jamás imaginé verlo besando a otra chica que no fuera yo. ¡Al carajo con lo de tío!, yo no lo veía como tal. Nunca podría volver a verlo de ese modo. Para mí era un hombre, uno que de verdad me gustaba, en realidad era mucho más que un simple gusto: lo amaba.
Cuando me calmé tomé el teléfono para ver la hora. Un mensaje llegó en ese preciso momento. Era de Dominick. Lo abrí sin pensar.
Lo siento. No es lo que parece, a esa chica no la conozco, discutíamos y de pronto me besó. Déjame explicarte mejor en persona. Por favor escúchame. ¿Dime en dónde estás? Estoy muy preocupado.
“No es lo que parece”. Esa frase era muy utilizada por los infieles atrapados en el acto de la infidelidad. Me pareció gracioso que me mandara un mensaje así. Me hizo darme cuenta que se me fue la mano. Dominick no era mi novio para darme explicaciones de sus asuntos amorosos y aunque lo había visto con Katerine eso no me daba ningún derecho a tratarlo así o a molestarme. Él era un hombre libre a mi pesar. Tampoco conocía la rivalidad que tenía con esa chica, reflexioné.
—Estoy de acuerdo—masculló Leyla.
Estoy en casa. Respondí breve.
Me envió otro mensaje:
Iré a recogerte, necesito hablar contigo a solas. Espérame afuera.
Me levanté como un resorte. Me quité rápido el uniforme y busqué en el almario una muda de ropa atrevida que había guardado aparte sin atreverme a usarla. La había comprado tiempo atrás por impulso al igual que unos botines altos y ajustados a juego. Me puse la ropa y los zapatos sin pensarlo mucho, no quería arrepentirme, y después me maquillé un poco. Para terminar me solté el cabello y lo peiné.
Bajé a hurtadillas y me paré frente al portón para eperarlo. Por suerte mis padres ni la nana me vieron salir o sino cómo le explicaría mi vestuario. Nunca me había vestido tan atrevida, no se ni porqué lo hice, pero ya ni modo.
Su auto se detuvo en frente de mí y me abrió la puerta desde dentro.
—Entra por favor.
Pidió y no se porqué razón me volví a sentir enojada. Dudé si debía subir o no por un momento pero al final comprendí que la casa no era un lugar apropiado para la conversación debíamos tener. Entré con calma y cerré la puerta sin cuidado. Estar al lado de él hacía que me sintiera inquieta e irritada, verlo me traía a la mente lo sucedido, el recuerdo del beso con Katerine nublaba mi razón.
—¿A dónde vamos?
Pregunté tratando de serenarme y de despejar mi mente.
—¿Conoces algún lugar donde podamos hablar libremente, sin ser molestados?
Me respondió con otra pregunta.
—Vamos a la playa de la otra vez...
Me detuve al recordar lo atrevida que fuí aquel día. Me estremecí por el recuerdo, la sensación del beso y su sabor lo sentía como si estuviera pasando. Me tensé, una imagen reciente asaltó mi mente borrando todo rastro agradable de la anterior.
—Está bien.—aceptó. Aunque ya yo no quería ir allá pero no me opuse.
Puso en marcha el auto y nos alejamos de mi hogar. El silencio que se entabló era muy incómodo. De vez en cuando sentía su inquietante mirada recaer en mí.
—¿Desde cuándo estás con ella?— solté de pronto. No podía esperar a llegar al lugar establecido. Quería saber, escuchar la historia de su propia boca pero al mismo tiempo no... Una operación en mi pecho me ahogaba.
Me miró sorprendido.
—¡No tengo nada con esa chica!—negó rotundo pero no le creí.
¿A quién pretendía engañar? ¡Acaso cree que soy idiota!
—No mientas, los vi.—lo recriminé.
—Si no crees en mí, ¿porqué estás aquí?
Buena pregunta.
—Porque quiero escucharte y tú me lo pediste.—le recordé.
Se quedó en silencio, pensativo.
—Escucha, no lo tomes a mal... Cada día te espero sin falta a la salida de tu escuela. Lo hago para cuidarte, te observo de lejos sin atreverme siquiera a acercarme. Esa chica y su grupo las había visto un par de veces pero nunca había hablado con ninguna de ellas, lo juro. Hoy por casualidad me habló la pelirroja y...
Me contó todo lo sucedido. No me miró mientras lo hacía, era como si no se atreviera a mirarme. Mantuvo la mirada fija en el tráfico, lo comprendía: estaba pesado y había mucha congestión. No le di tiempo a llegar a un lugar tranquilo, tuvo que explicarme mientras conducía. Lo escuché con atención, sin interrumpir.
—¿Me crees?
Parecía increíble tal coincidencia pero sí le creía, él no era un mentiroso. Además el había creído en mí, en mi historia y comparada con esta la mía era mucho más fuerte sin lugar a dudas. Si lo pensaba bien esa chica era capaz de todo, también era resbalosa, atrevida y muy creída. Últimamente me despreciaba más que a nadie porque Derek me prestaba mucha atención y ella estaba obsesionada con él, así que no era de extrañar que al darse cuenta que la persona que Dominick esperaba era yo, pues invadiera su boca para provocarme.
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Editado: 18.04.2021