Un Desastre en Nueva York

Capítulo 13. Un malentendido.

- ¿Así que dices que llegaste a Nueva York por un tipo que habías conocido en un chat?

- Así es.

- ¿Y luego te echó de casa porque habías estropeado la puerta de su vecina?

- Exactamente.

- ¿Después fuiste a vivir al piso de tu amiga que habías visto solo dos veces en tu vida y te tiraste allí a su novio?

- Ajá.

- ¿Y por eso te echó del piso y tuviste que empezar a vivir en casa de la madre del novio de tu ya ex amiga y esa madre no te deja entrar y por eso estás ahora emborrachándote en este bar?

- Tienes perfecta habilidad de comprención, Tony. Creo que el mundo se conspiró en mi contra.

- ¿No crees que también comestiste errores en tu vida para llegar hasta aquí?

La conversación con el camarero del bar que parecía un análisis del pasado de Jessa fue interrumpida por una llamada. Era Eliot. 

- Mira, ha aparecido el novio de mi ex amiga, - le enseñó al camarero la pantalla del dispositivo móvil. - Hola, Eliot, ¿qué pasa?

- ¡¿Qué pasa?! ¿Dónde estás?  Estamos muy preocupados, mi madre se ha puesto muy nerviosa porque no puede localizarte, - sonó alarmante la voz del joven.

- ¿Por qué no se lo preguntas a tu madre que no me ha dejado entrar? 

- Mi madre te está buscando por todas partes y está muy mal por tu desaparición. Dice que el timbre no funciona, así que si no tocaste la puerta no pudo haberte escuchado.

- Vaya, qué casualidad, ahora voy.

Jessa colgó, tomó el último trago y se fue del bar, despidiéndose de su nuevo amigo que la apuntó a la lista de otros locos borrachos que frecuentaban el local, pero no tachándola de la lista de las chicas que se esperaba tirar.

Al acercarse a la puerta e intentando darle un leve toque, ésta se abrió y la mujer con la mirada preocupante se lanzó hacia la joven en un abrazo. 

- ¿Dónde has estado, querida? - la preguntó la mujer al separarse de ella.

- He salido a dar un paseo, - le contestó Jessa seriamente.

Le pareció que la madre de Eliot no era una profesora de música jubilada, sino una actriz de un teatro de drama. Como por encanto, se transformó de una diabla vieja a una mujer más simpática de la galaxia, la misma que conoció el primer día. El hechizo empezaba a funcionar en cuanto aparecía la figura de Eliot al lado de la mujer y que en este momento la estaba mirando a la joven con el ceño fruncido.

- Podrías haber avisado, por lo menos, - pronunció Eliot con un tono de reproche.

- Te he llamado, pero no me has contestado o ¿tenía que enviarte una postal?

- Tengo entrevistas durante todo el día, casi nunca puedo contestar, pero haberle dicho algo a mi madre que está preocupadísima por ti, dice que ya iba a llamar a la policía.

- Tranquilo, hijo, no la culpes, el timbre dejó de funcionar esta mañana y tenía que habérselo dicho a Jessa.

Jessa, mientras tanto, los estaba mirando con incredulidad. La madre de Eliot ahora la estaba protegiendo, pareció que el satanás de esa mañana se había ido al infierno, mientras lo sustituía su colega angelical. Eliot, en cambio, no paraba de lanzarle miradas asesinas, furioso porque Jessa la hizo pasarlo mal a su adorada madre, que según Jessa, no se merecía ni pizca del amor de su hijo. A lo mejor toda la situación vivida ese día solo era una de las alucinaciones de la chica y tenía que darle otra oportunidad a la madre del joven que le gustaba demasiado para merecérselo.

- Bueno, lo siento, he pensado que no quería abrirme y por eso me fui a un bar, - le explicó la chica.

Los tres, un poco calmados después del incidente desagaradable, se sentaron a la mesa a cenar. Eliot, aunque ya estaba tranquilizado, puso una mueca de asco.

- ¿Qué te pasa, hijo? - lo preguntó su madre que no entendía si estaba mal la cena o qué le pasaba a su descendiente.

- Mamá, ¿has fumado otra vez? Si el médico te dijo que no deberías hacerlo. - La riñó su hijo cariñoso.

- Lo siento, querida, pero tengo que contárselo, - se giró la mujer hacia Jessa, mirándola con un dolor indescriptible, como si estaba a punto de revelar un secreto muy sucio.

Jessa le lanzó una mirada de triunfo, por fin su hijo se dio cuenta de quién en realidad era su madre, que llevaba una máscara engañosa, y la vieja se lo iba a confirmar.

- Es Jessa que ha fumado en la cocina esta mañana, no quería decírtelo hijo, pero es que tampoco le puedo dar mi aprobación a su acto. Ya sabes, cariño, qué me costó dejar de fumar y me molesta demasiado que tu novia, aunque es una chica bellísima y simpatiquísima fume en mi piso. Jessa, no te culpo, sé qué es estar sometida a un vicio, pero te prometo que te ayudaré a superarlo, - acabó su solemne discurso la mujer, poniendo la mano sobre el hombro de la chica, que estaba a punto de atragantarse con un trozo grande de albóndiga que se le metió por donde no debía.

Al limpiar la garganta, la chica primero abrió los ojos como dos ollas de paella y luego la boca para sacar de allí el vocabulario más sucio del que disponía. Sin embargo, algo la paró y ella cerró la boca antes de pronunciar nada. Tenía unas ganas desorbitantes de llorar y a la vez de arrancarle el pelo canoso a la maldita vieja que la estaba mirando como si fuera un conejito inocente.  Jessa se vio obligada a soportar toda esa calumnia, para no encontrarse en la calle, como le solía pasar últimamente.

- Claro, gracias por su ayuda, - pronunció la joven con un hilo de voz, en realidad esperando que todo fuera una pesadilla.

Se levantó de la mesa y se fue a la habitación, metiéndose en la cama. Se echó a llorar como una niña pequeña. Eliot al verla histérica se levantó para preguntar qué le estaba pasando, pero su madre lo paró, no dejándole acercarse a la chica.

- Déjala, ha fumado y luego ha bebido, es una adicta, hijo. ¿Cómo pudiste traerla a mi casa? - la miró con las lágrimas en los ojos la mejor actriz del mundo.




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