¿Cómo soltar algo donde alguna vez fuiste tan feliz?
Las horas de clases han llegado a su fin sin darme cuenta, a lo largo de este día me he mantenido distraída muy lejos del presente. Puede que las tortuosas horas sentada en un salón mirando al reloj rogando porque el tiempo transcurra con velocidad haya terminado no quiere decir que quiera celebrar del todo. Es mi último día como estudiante de este lugar y muy dentro de mí me hará falta.
El instituto no es algo que atesore por completo, pero sé que existen seres extraños que, de alguna manera, sí disfrutan pasar su tiempo en este lugar junto a compañeros y amigos. Lastima que no soy una de esas personas.
En realidad, soy de las que muy poco tienen buenos recuerdos de este sitio, y no es porque haya sufrido de burlas o malos ratos, es por el simple hecho que me gusta mi soledad y vivir fuera de los bullicios sociales.
Sí, puede que parezca típico, y hasta puede que parezca que solo quiero llamar la atención para parecer interesante, pero la verdad es otra muy diferente, siempre he pensado que entre más irrelevante sea, mucho mejor.
Por lo cual, puedo decir con toda seguridad que no tengo amigas o amigos que me vayan a extrañar. No hay alguien de esta jaula de adolescentes que pueda siquiera soltar un lamento por mi partida.
—¡Wagner, espera! —El grito desesperado de uno de mis compañeros me hizo detener. Me giré hacia aquella voz encontrándome con el chico rarito de la clase.
Bueno… tal vez sí lo hay.
—¿Qué necesitas? —respondí, con tono gélido. El chico me vio algo apenado—. ¿Pasa algo malo? —negó ante mi pregunta.
—Solo quiero darte esto —Metió su mano en el bolsillo de su pantalón y sacó un llavero—, sé que te gusta andar en tu Skate, así que quise darte un pequeño regalo para que no me olvides. —Las últimas palabras me hicieron sorprender. El chico acercó el presente con timidez y yo lo tomé segura.
Se trata de un llavero con un dije de patineta dorado que tenía las iniciales de mi nombre. Algo dentro de mí se sintió bien, hasta puedo decir que un latido algo fuerte sonó en mi pecho.
—Gracias, Jordan. Es un lindo gesto por tu parte —Le dediqué una pequeña sonrisa y guardé el llavero—, aunque, no pensaba olvidarte. Alguien tan raro como tú no se olvida tan fácilmente. —agregué, tratando de sonar sincera. El chico se sonrojó por mi extraño halago.
—¿E-en serio? —preguntó, nervioso. No pude evitar sentir ternura ante su cara sonrojada a punto de estallar.
—En serio, Jordan, ¿es tan difícil de creer? ¿Tan cruel he sido? —solté, un poco divertida. El chico negó lo último de forma desesperada.
—No, para nada, Wagner. Aunque debes de admitir que muchas veces has sido un poco dura… —comentó un tanto nervioso. No pude evitar soltar una pequeña risa.
—Ya me tengo que ir, cuídate.
—Oye, no pretendía ofen…
—No, déjalo —interrumpí—. No me ha molestado, en realidad me ha dado ternura —Sus ojos se humedecieron ante mi confesión—. Jamás vuelvas a doblegar ante nadie, Jordan. Eres muy bueno para que sufras tanto. Mejor toma un poco de mi dureza y haz algo con ella.
—Cherry… yo… —No dejé que continuase hablando, así que me acerqué a él y le di un corto beso en su mejilla.
—Hasta pronto. —Le detuve su hablar, no quería que soltase algo que tal vez no sepa manejar. No deseo que este chico se quede con una mala imagen de mí.
—Hasta pronto, Wagner. —El chico sonrió lo más que pudo y se fue, dejándome sola con un nudo en mi garganta.
Tanto que he ignorado a Jordan y, sorpresivamente, parece que aún se interesa en mí.
Cuando piensas que puedes mantenerte al margen de la vida de los demás y no interferir en nada es algo muy erróneo, por mucho que haya intentado mantenerme alejada de todos, al final, alguien terminó enganchado de mí.
Tal vez sea porque ayudé ese chico una vez con algunos idiotas que les gustan sentir miserables a los demás ya que ellos también lo son, desde entonces él quedó como el único de ese lugar que siguiera me decía los "buenos días" de una manera que la sentía real.
Di media vuelta y emprendí camino hacia mi hogar. Un camino no era tan largo, así que quería pasar por un lugar en especial, mi heladería favorita.
No debería de estar perdiendo mi tiempo yendo a comer un helado, mi padre me quiere temprano en casa para ayudar con los preparativos de la mudanza, aunque la verdad quiero alargar un poco más este día. Aún no estoy lista para dejar tantas cosas atrás.
Cuando pasé junto al local de helados mi pecho dio un vuelco doloroso, observe la entrada con algo de inquietud pero caminé hasta ella y la empujé para adentrarme al lugar.
El ambiente gélido del lugar me recibió de repente haciéndome imposible evitar un escalofrío notorio, a paso lento me acerqué al aparador en donde estaba Tiana.
—¡Buenas tardes, Cherry! —exclamó animada. Se acercó hasta mí y me envolvió en un abrazo el cual correspondi—. Que bueno verte hoy. ¿Quieres lo de siempre? —preguntó mientras caminaba de nuevo hasta el mostrador. Su dulce voz representa todo lo bueno en este mundo.
—Sí, por favor. —respondí intentando mantener una sonrisa en mi rostro.
—Un helado de chocolate con cereza saliendo. —informó.
Me giré hacia el espacio donde se encuentran las mesas, quería sentarme en mi lugar habitual y admirar por última vez los tonos anaranjados que se forman en el cielo a través de la ventana.
Para mí, este lugar se volvió muy especial, aquí venía con mi madre antes de morir y la verdad extrañaría el confort que me brinda este espacio.
Puede que no extrañe a las personas, también puede que las llegue a olvidar, pero los lugares, sin duda, se ganaron un lugar en mi corazón. Cada lugar tiene un recuerdo único e irrepetible que son imposibles de reemplazar.
—Aquí tienes, Cherry. —La voz repentina de Tiana me hizo sobresaltar. Colocó el vaso de cristal con helado sobre la mesa y me lo acercó, luego se sentó frente a mí.
—Gracias —Tomé la pequeña cuchara que se sitúa a un lado del vaso y agarre un poco de helado con ella, la lleve a mi boca y deje que el sabor dulce me invadiera por completo—. Es tan exquisito, jamás me cansaría de esta delicia. Lo extrañaré mucho. —comenté intentando hacer conversación.
—Y yo extrañare verte entrar por esa puerta… —habló en respuesta. Pude detectar un tono melancólico en su voz. Mis movimientos se volvieron más suaves.
—Tiana... —murmuré su nombre de forma cuidadosa. Ella acercó su mano hasta mi muñeca—. Yo… —Quería decirle millones de cosas en ese momento, pero ella negó.
—Sé a lo que has venido, no necesitas decirme nada si no encuentras las palabras. —Me reconfortó, mientras acariciaba mi muñeca con su dedo pulgar.
—¿Al menos puedo decirte que te extrañaré mucho? —interrogué sonriente. Pude notar como la cara de la chica se iluminaba. Siempre he sido torpe con mis palabras, no obstante, por ella me esfuerzo todo lo que haga falta.
—El sentimiento es mutuo, Cherry. Aunque igual espero que te vaya bien en Estados Unidos y comiences una nueva vida —dice emocionada ante la idea de mi mudanza—. Hasta podrías hacer amigos, no te vendría nada mal. —aconsejó con cariño. No pude evitar girar los ojos ante eso.
Ese tema otra vez no, por favor
—No creo que sea necesario. Si he sobrevivido aquí toda mi vida sin tener amigos, allí también podré hacerlo. —contesté tajante. Ella sabe que odio que me toquen ese tema.
—Lo sé, Cherry, pero deberías arriesgarte un poco y creo que esta es una buena oportunidad para hacerlo —Parecía decidida en hablar sobre el tema—, sé que tu vida no me incumbe, sin embargo, todos estos años te he tomado cariño. El suficiente como para tomar el atrevimiento y decirte que te abras un poco más.
—¿Para qué? ¿Para que tarde o temprano me lastimen? —respondí, molesta—. Tiana, sé que dices todo eso con las mejores intenciones, pero de verdad, no necesito tener amigos. Son solo una pérdida de tiempo. —sentencié con algo de fastidio. Pude escuchar que la chica soltó un suspiro.
—Por favor, Cher —suplicó con suavidad. Sé que intentará doblegarme—. Ya deberías dejar tu pasado atrás. Dejarlo aquí —señaló mientras uno de sus dedos tocaba la mesa—. Te irás mañana a un nuevo lugar con nuevas oportunidades, con nuevas personas. ¿En serio te cerraras a ello solo por…?
—NO digas su nombre… —interrumpí haciendo énfasis en la primera palabra. Noté como Tiana se sobresaltó—. Lo siento —Me arrepentí de inmediato. Ella se relajó un poco—, es solo que no quiero hablar sobre esto. Ya tengo mucho encima dejando a mi madre tirada en un cementerio.
—Lo sé… —soltó un suspiro agotado—. Sé que dejar a tu madre aquí no te hace gracia, lo entiendo. Pero deberías de pensar que ella querría lo mejor para ti.
—¿Y lo mejor para mí es buscar algo que no se me ha perdido? —cuestiono de forma dura, tosca. Ya esto está comenzando a rebasar mis límites y no me gusta.
—Es vivir tú vida —aclara igual de desafiante. Cuando Tiana y yo solemos tener estas conversaciones no es nada fácil—. Al menos piénsalo ¿quieres? y si la respuesta sigue siendo un no, al menos prométeme que no te cerraras a las oportunidades que lleguen solas.
Fue imposible para mí no rodar los ojos en ese momento. Tiana es muy buena dando un giro de 180 a la conversación. No importa lo tanto que me niegue a algo, ella siempre logra obtener lo que quiere.
—¡Bien! —exclamo cansada—. Lo prometo. —Vuelvo a introducir la pequeña cuchara en el helado y me permito comer para no hablar más.
La chica frente a mí sonrió triunfante, aunque también se le nota tranquila por mi promesa.
—De acuerdo… Espero que así como te gusta explorar lugares y tener aventuras, también puedas explorar a las personas. Quizás te lleves una desilusión, o también, una gran sorpresa. —agregó, se le nota segura de sus palabras. Yo la miré por unos instantes reflexionando sobre sus palabras.
—¿Qué sentido tiene arriesgarse? ¿qué ganaría con todo eso? —pregunté más para mi misma que para ella—. ¿Te digo que ganaría? —Ella asintió—. Nada, no ganaría absolutamente nada. Las personas son así, das lo mejor de ti, y cuando creen que es suficiente, se cansan y se van. Ni siquiera te dan las gracias. —solté con notable amargura en mi voz.
Cualquiera diría que odio a las personas, que odio todo lo que me rodea, pero en realidad lo que tanto odio es mi pasado. Odio a esa persona que nunca he podido perdonar…
—Eres una terca… —susurró, llevó sus manos al rostro en modo de desespero—. La casa invita, por los viejos tiempos —dijo, cambiando el tema de tajo. Luego sin más, Tiana se levantó con una sonrisa en su rostro—. Espero que sigas mi consejo, ya me tengo que ocupar. Adiós, Cherry. —Rodeó la mesa y me abrazó con fuerza.
Sin más que decir, me soltó y se alejó hacia el aparador de helado, unos clientes habían llegado.
—Adiós, Tiana.
***
Las calles que he recorrido toda mi vida se ven más tristes que nunca. Grises y oscuras. El bullicio de las personas a mi alrededor no parece existir y, para mi desdicha, miro hacia el pequeño parque en el que solía jugar de pequeña.
La nostalgia es algo que me persigue, y en el fondo puedo sentir la amargura dentro de ella. A veces siento que dejar este lugar es mejor que quedarme, pero ¿como soltar algo donde alguna vez fuiste tan feliz?
Flashback
—¡Mamá, mírame! —grité, tratando de llamar la atención de mi madre—. ¡Siento que podré tocar las estrellas! —exclamé emocionada, estaba en el columpio tratando de ir más alto.
—¡Ten cuidado, Cherry! —respondió entre risas—. ¡Trata de no ir tan alto!
—¡Vamos! ¡Quiero llegar al cielo! —Traté de ir más alto. Quiero tratar de tocar las estrellas, pero sin previo aviso, caí de espaldas.
—¡Cherry! ¿¡Estás bien!? —El grito de mi madre me hizo asustar un poco, había comenzado a llorar por el dolor. Ella se acercó de inmediato—. Déjame ver. —Me tomó de mi mano y me ayudó a levantar.
—Duele, mami. —dije entre sollozos. Mi madre me examinó un poco.
—Tratar de llegar a las estrellas duele —respondió, mientras miraba cada parte de mí—. Solo te has lastimado el codo, no te preocupes, sanará. Ven aquí. —Me tomó en brazos y comenzó a caminar hacia el auto.
Fin del Flashback.
Una sonrisa llena de cariño invadió mi rostro al recordar aquello. Sin dudas, extrañaría ese columpio. Pero, había otros lugares con memorias que prefería dejar atrás… o tal vez no.
Retomé mi camino y al llegar a la calle de mi hogar, una enorme casa verde me recibió al doblar la esquina. Sentí una presión en mi pecho y un escalofrío por mi espalda. Quise detenerme un momento. Quise despedirme y decir qué haría paces conmigo misma por todo, sin embargo, luché contra mis recuerdos para no hacerlo.
Esa estupida casa…
Una casa que para cualquiera sería normal, donde tal vez vive una familia feliz, perfecta, pero la realidad era otra. Decidí aumentar mi paso y no detenerme, no deseo que los recuerdos del pasado me acechen ahora, necesito llegar a casa y empacar lo sobrante en mi armario.
Además quiero descansar cuanto antes, realizar un viaje tan lejos es agotador. Encima voy tarde al encuentro con papá.
Todo este asunto de la mudanza me tiene un tanto abrumada, sé que no tengo a alguien por el cual quedarme, no obstante, tengo el pensamiento que los recuerdos toman vida cuando puedes estar en los lugares donde se crearon esos recuerdos. Es como si tus memorias fueran un cassette y los lugares el reproductor para poder darles play y verlos una vez más.
Y pensar que me iré dejando atrás todos esos lugares vividos con mi madre no es reconfortante.
Sin darme cuenta llegué a mi hogar el cual tenía una vibra tranquila y desolada.
No pude evitar dejar escapar un suspiro.
Me acerqué a la puerta y la abrí, dejando ver las cajas por todos lados.
—¿Cherry? ¿Has llegado? —La voz de papá resonó por el lugar.
—Sí, soy yo —Me adentré aún más en el espacio de mi casa, tratando de esquivar cada caja para poder llegar a la cocina—. Hola, papá. —saludé, tratando de sonar tranquila.
—Hola cariño, se te ha hecho tarde —comentó, mientras me envolvía en un abrazo—, necesito que termines de ordenar todo en tu habitación, en pocos minutos vendrá el camión de mudanza por las cajas. También no olvides tener tu equipaje listo.
—Claro…
—¿Todo bien? —preguntó, con notable preocupación. Bajé un poco la mirada.
—Extrañaré Alemania, papá. Es decir, aquí he vivido toda mi vida… —Hice una breve pausa y lo miré—. Aquí está el recuerdo de mamá. —Pude notar que mis últimas palabras lo hicieron sorprender. Llevó sus manos hasta mis hombros y me sostuvo.
—Lo sé, cariño. Sé que no es fácil dejar todo esto atrás, pero hay que hacerlo, es por nuestro bien. Además, el recuerdo de tu madre no se quedará, lo llevas contigo, aquí. —Apuntó con su dedo índice a mi corazón—. Eres fuerte, Cherry, sé que podrás con esto. Ayúdame ¿sí? —Asentí con una sonrisa.
Tengo que ser de ayuda para papá, sé que él tampoco la está pasando bien.
—Sí, por supuesto —Él sonrió ante mi respuesta—. Iré a ordenar lo que falta en mi habitación.
—Así me gusta. Vienes a comer en unos minutos. —informó, mientras giraba hacia su teléfono.
Yo por mi lado caminé hacia mi habitación, tenía que terminar con la preparación de todas mis cosas y la verdad tenía trabajo por delante.
Cuando estuve frente a la puerta de mi cuarto, tomé el pomo y lo giré, luego me adentré al lugar en donde el color amarillo claro invadió mi vista.
Dejé mis cosas a un lado y me acerqué a mi armario, en donde comencé a sacar prenda por prenda y doblarlas para guardarlas en mi maleta.
***
En cuestión de unos minutos ya había acabado, miré mi armario un poco agotada.
En donde anteriormente había un montón de ropa adornando cada espacio, ahora estaba vacío, dejando un ambiente tenso para mí. Me acerqué a la puerta del gran cajón de madera y lo cerré tratando de disminuir la creciente presión en mi pecho.
Por último, me giré hacia mi cama y me acosté, viendo hacia el techo de mi hogar pensando en todas las cosas que vendrán para mí. ¿Serán buenas? ¿o malas? Tal vez siga siendo igual, pero… ¿realmente quiero eso?
Al darme cuenta de mis preguntas sin sentido solté un suspiro exasperado. Sin darme cuenta cerré mis ojos lentamente y dejé que el silencio me invadiera por completo.
—¡Foster! —El grito de un chico me hizo alarmar. Me giré de inmediato tratando de ver lo que pasaba.
—¿Un perro? ¿Para qué el estupido perro? —Una voz desconocida resonó en el lugar. Intenté buscar a alguien más, pero no había nadie—. ¡Yo quería un gato! —exclamó irritado. Me confundí más—. Estúpidas cartas.
—¿Hola? —pregunté, extrañada. Miré a mi alrededor, me encontraba en un vecindario al que jamás había visto.
Miré hacia la calle y estaba un perrito blanco, se veía tierno. Sonreí al ver que sacó su lengua, me quise acercar a él así que por instinto miré hacia la calle. Sentí un horror al ver un auto tan cerca.
—¡Un momento! ¡Espere! —exclamé hacía el auto, pero no se detuvo. Miré al perro—. Oye, ven aquí, ven. —Lo llamé pero no se movió. Volví a mirar al auto y si no hacía algo el perro podría…
—¡Ni siquiera lo pienses! —gritó aquella voz desconocida—. Tonta humana, ¡esto es solo una prueba! ¿¡Qué rayos estás haciendo!?
No me detuve a pensar, ni siquiera a tratar de buscarle algún sentido a aquellas palabras, lo único que hice fue actuar y me lancé hacia el cachorro.
—¡No! —El grito del chico del inicio volvió a resonar por el lugar, pero nuevamente no me importó.
Cuando tomé el cachorro entre mis brazos, rodé hasta llegar hasta el otro extremo de la calle.
—¿¡Estás mal de la cabeza?! —Miré hacia el chico, no podía distinguir su rostro. Me levanté algo temblorosa y le di el perro.
Mi corazón iba millón, era algo desesperante y doloroso, de verdad que lo era. Quise calmarme pero no podía, por alguna razón no lo conseguí.
—Demonios…
—¿Estás enferma o algo así? —El chico me volvió a sacar de mi trance. Elevé mi mirada hasta la suya, su rostro se veía extraño, distorsionado.
—¿Qué…? —Intenté formular alguna pregunta, alguna palabra, pero no se me ocurría algo, o puede que sí pero no sabía por dónde empezar.
—¡Oh, vamos! —Esa misma voz misteriosa volvió a interceder. Miré a mi alrededor como una paranoica—. No seas tan idiota, humana. Dile algo de interés al muchacho.
—¿Muchacho? —interrogué, confundida. Juro que en ese momento el mundo a mi alrededor se movió un poco, hasta pude escuchar una especie de quejido exagerado.
—¡Por todos los cielos! —chilló irritado—. Es por eso prefiero que no tengas amigos, eres muy extraña. —agregó sarcástico. Sentí un pinchazo en mi pecho al oír tal cosa.
—¡Hey! ¿Quién diablos eres? —pregunté molesta—. ¡Muéstrate cobarde, y te enseñaré por qué no tengo amigos! —grité enfadada, indignada.
Un sonido frente a mí me sacó de ese pequeño momento, el chico extraño sin rostro había aclarado su garganta. Sentí como mis mejillas se calentaban, ese sujeto debía de pensar que estaba loca por gritarle al aire.
—¿Estás bien? ¿te has golpeado la cabeza? —preguntó notablemente preocupado. Acercó su mano hasta mi brazo, pero no lo tomó.
—Yo… —Iba a responder, pero seguía sin poder hablar con normalidad cuando se trataba de él—. ¿Qué me pasa? —susurré bajando la mirada.
—Cierra tus ojos. —ordenó la voz desconocida. Fruncí el ceño.
—¡Mejor piérdete! —vociferé.
—¡Hazlo o te prometo que mañana haré que se caiga tu puto avión! —amenazó confiado, y fue esa confianza la que me hizo temer. Fuí cerrando mis ojos lentamente, sin embargo, no dejé mi molestia atrás—. Muy buena chica, humana. Ahora, quiero que te concentres en una sola cosa de ese chico ¿bien? —asentí con suavidad, insegura—. Sólo tienes que abrir tus ojos lentamente y mirar los suyos.
Algo dentro de mí estaba temerosa, confundida y nerviosa, no obstante, hice caso. Con lentitud fui abriendo mis ojos y al tenerlos completamente abiertos miré al chico frente a mí.
Sentí que algo poderoso me golpeó.
Cuando mis ojos conectaron con los suyos una rafaga de viento me azotó, era como si el viento cambiara de dirección justo en ese momento. Un cosquilleo se alojó en mi estómago mientras sentía mi rostro sumamente caliente.
—Son los ojos más hermosos que he visto… —murmuré sorprendida. Pude escuchar como el chico rió, hasta la voz desconocida lo hizo, pero no me importó.
—Deberías tener más cuidado. —dijo entre risas. Acercó su mano un poco más a mi brazo, pero cuando lo tocó hubo un estallido de luminosidad.
Y entonces, desperté.
Podía sentir mi corazón sumamente acelerado. Llevé mi mano hasta mi pecho mientras mi respiración era una locura.
—Respira, tranquila… —susurré en soledad. Cerré mis ojos por unos instantes—. ¿Qué fue eso?
—¡Es hora de comer, Cherry! —El llamado de mi padre me hizo tocar tierra. Me incorporé algo temerosa.
Solo fue un sueño… o eso creo. Uno muy raro.
—¡Cherry! —Otro llamado se hizo presente, me levanté velozmente de mi cama.
—¡Ya voy! —grité como pude. A paso apresurado salí de mi habitación.
Aún estaba descolocada a raíz de ese sueño, pero decidí no darle importancia, tal vez sea el estrés jugando una mala broma. Una muy pesada broma de mal gusto.
Cuando llegué a la cocina mi padre ya estaba comiendo, así que me senté a su lado para comer. El resto de la cena estuvo tranquila y silenciosa, sin embargo, mi mente se encontraba de vez en cuando reproduciendo ese extraño sueño, aunque había lapsos que no recordaba.
Después de unas horas, el camión de la mudanza llegó.
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Editado: 26.01.2024