Un Destino Soñado

*°4°*

Christine aún dormitaba cuando Carmín llegó acompañada de otra sirvienta y con la bandeja donde traía la jofaina y demás útiles para el aseo diario, los murmullos y las risas de las jóvenes al ver la camisa de su amo tirada en el suelo no lograron incluso despertarla.

La sirvienta encargada de tender la cama y recoger las prendas sucias al ver que su ama no despertaba, abrió las cortinas de par en par, no podía demorarse más de la cuenta, su horario estaba minuciosamente distribuido y una demora cómo está atrasaría todas sus tareas.

La calidez de los rayos del sol sobre su cama hicieron que la señora se removiera en ella, segundos después quedo sentada y algo desubicada.

—Eh... ¿Que hora es?

—Pasada las nueve señora — respondió Carmín buscando en los baúles un vestido acordé para el día

—¡Rayos es tardísimo! — Christine vio a la otra doncella recogiendo la ropa, por lo general está entraba después que ella saliera de la habitación, pero entendía que ya era tarde, quiso disculparse pero el ver la camisa de su esposo en la canasta de la ropa, le hicieron replantear la idea.

Con una sonrisa boba Christine recordó lo sucedido la noche anterior, ahora sabía lo que era yacer con un hombre, porque definitivamente la noche de bodas no contaba.

—¿Él señor ya salió? — preguntó Chris levantándose de la cama para que la otra sirvienta la ordenara.

—No señora, está en la biblioteca

—¿Porqué no me habías llamado? — de otro brinco la dama quedo de pie

—Lo siento Milady, es que él señor me dijo que no la despertara — Chris arrugó el entrecejo, se volvió a sentar y espero a que la otra doncella saliera.

Tan pronto como la otra joven salió, Christine se apuro en alistarse, aunque tener que usar tanto artilugio la agobiaban, con solo vestirse podía gastar hasta una hora y necesitaba estar lista antes que su esposo se fuera, necesitaba hablar con él sobre su familia y no podía esperar.

—No me pondré el miriñaque — los ojos negros de Carmín miraban espectantes a su ama —No me mires así, sabes de sobra que no me gusta, además no es la primera vez que no lo uso.

Carmín no dijo nada, se limito a colocarle el vestido verde esmeralda que le resaltaba a la perfección con su cabello cobrizo y aunque no llevaba el armador, se veía espléndida.

El desayuno fue subido hasta su cuarto pero apenas probó bocado, necesitaba hablar con su esposo antes que se le ocurriera irse.

Christine aceleró el paso haciendo que sus tacones resonarán por dónde pasaba, había olvidado por completo que su esposo estaba en casa. Era extraño, se estaba acostumbrando a estar sola, aunque en los primeros días fue difícil, sobretodo porque siempre cenaba junto a su madre y eventualmente con su hermano, así que recluirse en la soledad de la habitación a comer, a no tener una conversación aparte de una doncella, a vivir lejos de los suyos, a no asistir a ningún evento, no era lo que esperaba de un matrimonio.

—¡Christine! Que bueno que ya despertaste, te estaba esperando

—¿Qué? — sus mejillas no podrían tener mejor color.

Daniel la estaba esperando, ¡Santo cielo! La esperaba, ¿Aunque para que? A no ser que... Oh no, seria por lo de anoche, ¡Que vergüenza!

—¿Hay algún problema? — la mirada vacía volvía a tomar control del cuerpo de su esposo.

—Claro que no, solo que me toma por sorpresa — Chris bajo la mirada y tomo asiento —Además yo también necesito hablar con usted.

Daniel asintió con sorpresa, no sabía que le diría su esposa, pero seguramente sería alguna otra remodelación o compra de algunos muebles, pero le sorprendía que le pidiera algo.

—Christine, bien sabes que este matrimonio se realizó por que es mi deber como cabeza de la familia, obtener el condado, por obvias razones no podía permitir que alguien más lo tomara.

—Además de necesitar un heredero — soltó sin pensar

—También eso — ¡Rayos! La mirada de Daniel era indescifrable —Christine... Yo... Me iré por unas semanas

No había palabras para describir lo que pensaba, era tan... extraño, la sola idea que un hombre abandonase a su esposa justo después de contraer nupcias era tan despreciable, sobretodo porque siquiera hubo una maldita luna de miel, solo habían compartido el lecho dos veces, cualquier hombre en el mismo caso no abandonaría a su mujer, al menos no tan pronto.

—¿A dónde irás? — Christine se levantó del sillón dónde estaba y miro desafiante a su esposo, en ese momento no le importo la dura mirada que él le dirigía.

—Debo atender unos asuntos fuera de la ciudad

—Y te parece bien dejar a tu recién esposa abandonada, dejarla aquí expuesta al que dirán, a las alimañas sin oficio ¿Qué diré cuando me pregunten por tí? — ella no era una mujer que pudiera enojarse fácilmente, pero este tipo de cosas la hacían perder su tranquilidad.

—Que debo atender con urgencia asuntos importantes.

—¿Enserio? A menos de un mes de matrimonio debes irte para atender asuntos importantes, los cuales ni siquiera se cuales son, porque mi esposo no es capaz de decirme que es mas urgente que atender a su esposa — Daniel miraba estoico a su esposa quien peleaba y caminaba de un lado para otro con los brazos en jarra —A no ser que... 

—Christine, no voy a permitir...

 —¿Es eso verdad? tienes otra mujer — ¡Claro! su ausencia, su llegada a altas horas de la noche, su comportamiento con ella, no había duda. 

Daniel trataba de hablar pero la mujer seguía recriminándole a su esposo sobre aquella mujer a quien creía compartía todo el tiempo que no le dedicaba a ella, no eran celos, no, era mas bien su orgullo. La mujer en esa época era criada para complacer a su futuro esposo, fuera quien fuera, además de ser educada para llevar la administración del hogar y criar a los hijos, algo que Christine no había logrado hacer, ya que no podía complacer a un marido ausente, llevar la administración de una mansión la cual fluía de manera excelente y lo mas importante, no había hijos que criar porque su ausente esposo no la frecuentaba por estar supuestamente tras la falda de otra.




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