P R O L O G O.

—Y listo, está enamorada.

Sonrió triunfante ante Eros mientras le mostraba su trabajo.

—Gavrel…

Eros cerró los ojos con fuerza, agacho la cabeza y con las puntas de sus dedos comenzó a presionar sus sienes haciendo pequeños círculos sobre ellas.

—En verdad no entiendo por qué dices que esto es difícil –continúo Gavrel.

—Gavrel.

— Esto fue muy fácil –siguió mientras caminaba de un lado a otro observando todo dentro de esa pequeña sala de estar-.Deberás tomar en cuenta mi opiniones de ahora en adelante.

—Gavrel –aumento el tono de su voz.

—Acéptalo, soy el mejor de tus discípulos –miro a su alrededor-. Si es que hay otros.

—¡Gavrel! –Eros lo miro fijamente cuando dejo de moverse y le puso atención-. Lo hiciste mal.

—¿Qué? –pregunto sorprendido-. Claro que no, mira –acerco su teléfono hacia el dios griego-. Ahí lo dice, está enamorada y es un porcentaje casi perfecto.

Eros no se molestó en observar lo que el pelinegro frente a él trataba de enseñarle, estaba siendo un gran dolor de cabeza. Por dentro, maldijo una vez más la hora en que acepto tomarlo como discípulo.

—¿De quién? –pregunto Eros en tono sarcástico.

—¿De quién qué? –Gavrel no entendía el mal humor de Eros.

—¿De quién está enamorada, pequeño Gavrel? –sonrió maliciosamente.

Gavrel volteo los ojos ante el evidente mal humor de su Dios maestro. Deslizo la pantalla de su teléfono y bajo los hombros al mismo tiempo que un suspiro se escapó de su pecho.

—Parece que este trabajo es muy difícil para ti –se burló Eros.

—No me culpes pero el trabajo de campo tiene sus desventajas.

—¿Qué desventajas?

—Cielos ¿ya me viste? –Se señaló con ambas manos-. ¿Cómo iba a enamorarse de ese tipo teniéndome a mí frente a ella?

Eros tenía dos cosas muy claras; la primera, odiaba a Zeus y la segunda; estos serían los dos meses más largos de toda su existencia.