Un discípulo inesperado.

Capítulo 1.

— ¡Mi querido Eros!

Un arco y flechas cayeron sobre el piso mientras un muy enojado Eros daba media vuelta para salir de su propio salón. Todos sabían que había heredado muchas cosas de su padre, entre ellas; la poca paciencia.

— ¿A dónde vas?

Zeus camino tras él esperando que se detuviera, quiso recibirlo como a un miembro de su familia que, aunque así lo fuera, no veía desde hace mucho, mucho tiempo.

—El trabajo puede esperar, Eros, date un respiro.

El rostro del dios del amor permanecía neutro ante la insistencia del dios del trueno. No era su persona favorita y trataba de evitarlo a toda costa, pero al parecer ese día no sería posible.

—No trabajo, huyo –enfatizo sin dejar de caminar.

—¡Que gran sentido del humor el tuyo! –Zeus comenzó a reírse como si aquel comentario en verdad hubiera sido un buen chiste y no una realidad hiriente-. Ojalá tu padre tuviera un poco de él.

Eros se detuvo en seco al escuchar a Zeus menciona a su padre. No tenía nada en contra de él, pero sí en contra del dios que lo visitaba. Si Zeus mencionaba a su padre, su visita seguramente era por su trabajo.

—¿Qué necesitas, Zeus? –se limitó a decir  al darle la cara.

—Platicar contigo, ya sabes –movió las manos intentando restarle importancia-. Ha pasado mucho tiempo desde que no visitas el Olimpo,  te extrañamos a ti y a Psique.

Eros levanto una ceja ante la mención de Psique. Ambos habían decidido alejarse del Olimpo cuando Psique consiguió la inmortalidad, no querían estar cerca de Zeus, no con la fama que todos le conocen.

—Hubo una junta  -siguió-. Y tampoco asististe.

—Tuve algunos problemas con la energía universal, la vida mortal ha estado un poco extraña –respondió.

—Eso es precisamente de lo que se habló en nuestra junta.

Al ver que no había otra opción y que tal vez esta charla era necesaria, Eros invito a Zeus a entrar nuevamente a su casa. El pequeño gran salón siempre estaba preparado para las visitas. Su diseño y decoración en blanco y rojo lo hacía un lugar único, lleno de paz y de gran energía vital.

—Te escucho –indico Eros.

—Verás –carraspeo-. La vida de los mortales ha cambiado mucho en estas últimas décadas.

Eros se mantenía neutro ante lo que escuchaba, cosa que aunque no le gustara admitir, ponía un poco nervioso a Zeus. Conocía a Eros y conocía a su padre y no eran personas con las que debería fiarse por completo.

—Nosotros nos hemos mantenido en completa discreción ante ellos aunque muchos siguen siendo nuestros fans –sonrió-. Han creado historias ficticias sobre nosotros e incluso han acertado en muchas de ellas pero eso ellos no lo saben.

Zeus comenzó a reírse de los que había considerado un gran chiste, sin embargo, a Eros no le causaba mucha gracia lo que el Dios del trueno decía.

—Me hablas de esto como si no lo supiera –lo interrumpió-. ¿Olvidas que mi creación de energía provee a los mortales de inspiración? –recalcó.

—El punto es –siguió-. Que nuestros métodos son muy antiguos para los mortales.

—¿De qué hablas?

—Piénsalo, ¿hace cuánto que no hablas con un mortal sobre lo que siente?

—No necesito hacerlo –contesto Eros-. Puedo sentirlo y verlo.

—Tal vez pero –se puso de pie-. ¿Crees que son felices?

Eros volteo los ojos. Odiaba que le dijeran como hacer su “trabajo” y más que el todo poderoso se hiciera el sabiondo e intentará decirle como hacer las cosas. Eros no necesitaba “hablar” con los mortales, él sabía leer sus movimientos corporales frente a la persona deseada o amada. Si bien su trabajo era unir a las almas gemelas, también le divertía unir a los enemigos y crear tensiones especiales entre personas que muy en el fondo, se desean.

—Creí que serias breve –contesto Eros.

—Bien, lo seré –suspiro-. Tendrás un discípulo.

Eros contuvo la respiración.

—Un discípulo mortal.

—¿¡Perdiste la cabeza!? –grito.

—Todos tendremos uno, incluso tu padre ¿Puedes imaginar al pobre mortal con él?

—¿Un discípulo? –Eros no podía creer lo que acababa de escuchar-. ¿Mortal? –respiro profundo-. Va en contra de las reglas, ¿estás loco?

—Yo hago las reglas –contesto Zeus-. Realmente me gustaría quedarme a charlar más tiempo, pero estoy muy ocupado, aún tengo que visitar a tus hermanos y…

—No vas a darme un discípulo –lo interrumpió Eros.

—Lo siento, debiste haber ido a la junta y exponer tu caso, ya no hay vuelta atrás.

—No.

—Tu madre lo ha elegido.

—¿Mi madre?

—Su nombre es Gavrel, llegará maña temprano.

Eros vio a Zeus caminar a prisa hacía la salida mientras sentía como la sangre se le subía a la cabeza. Esto no podía estar pasando, no podía ser cierto ¿Quién había apoyado esta estúpida idea? Claro, no era necesario que alguien dijera algo, seguramente Zeus solo estaba complaciendo a una de sus tantas amantes.

—¡No huyas!

Grito a Zeus antes de que cruzara la puerta. Eros podía ser un dios tranquilo, pero también tenía un carácter que lo definía como alguien peligroso y todos lo sabían.

—Adiós.

Zeus dio por terminada la conversación al ver a Eros furioso caminar hacia él. Tomo su bastón y con un golpe en el piso desapareció entre un torbellino de rayos que lo envolvió.

—Maldito seas.




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