—Debiste dármelo por voluntad propia -arranca un extravagante collar, que tenía una llave en el cuello del hombre que estaba tendido en el piso, con el pulmón perforado y con sangre saliendo de su boca.
—No... No lo hagas... Si haces eso... Si haces eso... -decía el hombre sin fuerzas.
—Se lo que estoy haciendo, Eugenio. Me hubieras servido de mucha ayuda, pero nuestros ideales son tan diferentes. Es una lástima.
—Causarás sólo... destrucción.
—Al contrario, cambiaré todo para mejor -dice él con una gran sonrisa observando la llave en sus manos.
—No. Iniciarás un gran caos.
—Sólo te queda poco tiempo de vida, es mejor que no hables mucho o será peor el dolor, eso dicen. Descansa en paz viejo amigo.
Una niebla aparece a su espalda y se materializa en un hombre de estatura media, cabello negro y ojos grises, con una cicatriz prominente que iba desde la comisura de los labios hacia la barbilla.
—Tenemos que irnos, ya vienen.
Eugenio se encontraba agonizando en el suelo hace el intento de levantarse sin éxito. Levanta el rostro, pero sus fuerzas no le daban ni para eso y vuelve a caer. Grita lo más que pueda —ERES MI MÁS GRANDE DECEPCIÓN, ¡ARMANDO!
Una sonrisa egocéntrica apareció en el rostro de Armando —El alumno ya superó al maestro.
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Editado: 21.04.2022