Al día siguiente Leonardo se despierta. Ve el reloj de su mesa de noche, eran las ocho de la mañana. Se levantó y bostezó. Caminó fuera de su habitación y encuentra a Karina en la cocina. 《Entonces no fue un sueño ¿Todo eso fue real?》
—¿Estás haciendo el desayuno? -le preguntó Leonardo con sorpresa.
—Buenos días. Te dije que sería una buena inquilina y soy buena cocinera. Ya que me voy a quedar aquí lo menos que puedo hacer es ayudar con los quehaceres.
—No me quedó otra opción que aceptar todo esté enredo.
—Así es, no tienes otra opción -dice Karina quien sacaba una arepa del sartén.
—Eres un poco descarada por invadir el apartamento de un desconocido -se queja Leonardo sentándose en una de las sillas del comedor.
—No era mi intención quedarme, pero la situación terminó así. Será un corto tiempo, eso creo.
—¿Crees? Pensé que todo había sido un sueño ¿de verdad soy un brujo?
—Para ti no debe ser fácil. No tenías la más mínima idea del mundo oculto que existía, pero debes ser fuerte y afrontar la realidad -le dice Karina con orgullo.
—Es una realidad muy confusa.
—No seas un niño llorón.
—Cuando llegué aquí sólo era un hombre normal de 24 años, que perdió su trabajo y ahora recuerdo que tengo que buscar uno nuevo -comenta Leonardo algo triste.
—Estás pasando por un mal momento.
—Heredé este apartamento de mi tío fallecido que hace años no veía y que resultó ser un brujo y yo también lo soy al parecer. Él fue asesinado y no sé como, pero quiere que me haga cargo de algo.
—¿Te hagas cargo de algo? -le pregunta Karina. Eso es algo de lo que no estaba enterada.
—En la carta dice que quiere que termine lo que él hacia, pero no sé que es.
—Puede ser peligroso, a él lo mataron y puede ser por esa causa.
—Es posible, pero debo enterarme que es. No podría vivir con esta duda -dice Leonardo con firmeza.
—Te entiendo. Yo tampoco podría vivir sabiendo sobre una información oculta así de algún familiar.
—Voy a descubrir todo -él había tomado su decisión, pero no sería fácil.
Karina sirve el desayuno y los dos se sientan a comer. Leonardo no se podía quejar, Karina decía la verdad, era muy buena cocinera. Él estaba acostumbrado a comprar la comida, podía cocinar, pero no era tan bueno y se cansaba del sabor tan simple de su propia cocina.
—Cambiando de tema. Debes limpiar tu habitación -le ordena ella.
—¿Eso que tiene que ver?
—Entré aquí por la ventana de tu habitación ¿Cómo puedes vivir entre ropa regada y sucia por el piso?
—Pero eso no te afecta a ti. No entras allí -replica Leonardo que detestaba limpiar.
—No aceptaré ese tipo de comportamientos mientras esté aquí.
—No estás aquí de visita. Estás de invasora.
—Limpiarás tu habitación y lavarás toda tu ropa hoy. Y no hay objeciones -responde Karina con una mirada seria que no aceptaría ninguna negativa.
Leonardo se asustó. Ella daba miedo cuando se enojaba —Eres peor que mi mamá.
—Tengo un olfato sensible y odio los malos olores. Además eres un hombre adulto e independiente, debes hacerte cargo de los quehaceres del hogar.
—La limpieza no es lo mío -contesta él con molestia. No esperaba esa actitud de esa chica.
—Aunque no te guste lo harás. Desayunas y luego empiezas.
—¿Desde cuándo eres mi dueña?
—Necesitas organización en tu cabeza y también en tu apartamento -responde Karina con autoridad.
—Me estoy arrepintiendo de dejarte quedar.
No imaginaba que su convivencia empezaría de esa manera. Leonardo era un chico desordenado desde que era niño y siguió así hasta ahora.
—No te servirá de nada porque me iba a quedar aunque te opusieras -replica Karina.
—Eres muy mandona ¿Lo sabías? -le pregunta Leonardo de mal humor.
—Me gusta que las cosas se hagan como me gusta. Eso es todo -dice ella recogiendo los platos y vasos para llevarlos al fregador.
—Estás en el apartamento de un desconocido dándole ordenes.
—Te llamas Leonardo Palacios y se una parte de tu vida. Eres un brujo y tu tío también lo fue. Ya no eres desconocido para mí.
—Nos conocemos de hace sólo un día y no de la mejor manera -se queja Leonardo. Ella apareció y decidió quedarse, no era una relación muy amigable.
—Si quieres puedes preguntar, pero que no tenga que ver con mi trabajo. Eso es secreto.
—¿Edad?
—22 años -contesta ella mientras fregaba un plato.
—¿Dónde vives?
—En la ciudad de Sol del este.
—Eso queda muy lejos de aquí -comenta Leonardo. Nunca ha visitado esa cuidad, pero estaba seguro donde quedaba.
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Editado: 21.04.2022