Leonardo tenía los ojos cerrados. Sentía fluir su magia de una manera extraña.
—¿Quién eres? -le pregunta un hombre alto con una toga con capucha negra.
—¿Quién soy? Soy Leonardo Palacios -dice Leonardo asustado.
—¿Qué haces aquí?
—Busco a mi espíritu familiar.
—¿Me buscas a mí?
—No sé, es la primera vez que hago esto ¿qué eres?
—Sólo se puede hacer un pacto con tu espíritu familiar una sola vez. Soy sólo una existencia que te llevará por el camino
El hombre invocó una guadaña y cortó el espacio haciendo un gran grieta. Ya era obvio quien era, una parca también conocido como la muerte, recolectores de almas, shinigamis, entre otros muchos nombres.
—Entremos -dice él señalando la grieta con su guadaña.
—¿Eres... la muerte?
—Depende del sitio tenemos, muchos nombres.
—Pero no estoy muerto -Leonardo no esperaba ver a una parca, pero no era un esqueleto, sino un hombre de ojos verde brillante.
—Guiamos a las almas a su camino. Los brujos y magos suelen venir cuando quieren invocar a su espíritu familiar.
—¿Los magos también?
—Estamos en el mundo de los muertos. Nosotros no pertenecemos ni al cielo ni al infierno. Como dije antes, sólo llevamos el alma donde debe estar -responde la parca con voz monótona.
—¿A donde me llevas?
—Al infierno. Eres un brujo y tu espíritu familiar debe ser un ser de oscuridad.
—¿Será un alma malvada? -pregunta Leonardo.
—Los que ustedes llaman espíritus familiares son espíritus nacidos de la magia del infierno o del cielo. Son seres creados por ustedes que nunca nacerán. Puede ser complicado para ustedes. Es mejor seguir.
Los dos entraron a la grieta y llegaron al infierno, pero no se parecía nada a lo que esperaba. Era una ciudad.
—¿Estamos en el infierno?
—Así es, aquí es donde viven los demonios. Ustedes los humanos se imaginan un mundo de fuego y oscuridad, pero eso sólo es el lugar de castigo. Debemos continuar -responde la parca caminando.
—¿A dónde vamos ahora?
—Te guío a quien te llevará a conectar con un espíritu familiar.
—¿Tú te irás?
—Mi trabajo es llevarte, después terminará.
—¿Tienes un nombre? -le pregunta Leonardo con curiosidad.
Él queda en silencio. Era la primera vez que alguien le preguntaba su nombre. Sonríe y responde —Soy Nathael. Aquí termina mi trabajo. Suerte, Leonardo.
Nathael desapareció de repente.
—Tú debes ser el brujo que busca un espíritu familiar -escucha una voz a su espalda.
—¿Tú eres? -pregunta Leonardo viendo a un demonio de cabello negro largo, ojos rojos con amarillo. Unos cuernos en la cabeza y unas alas como de dragón en su espalda.
—Soy Algrisius. Un demonio que te llevará a la cima.
—¿La cima? -pregunta Leonardo.
—Allí podrás conectar con un espíritu cero, pero primero necesito el pago -le responde Algrisius.
Leonardo le transfiere algo de magia como le explicó Patrick.
Se teletransportaron hacia una especie de montaña. Podía ver a lo lejos ciudades con su gente, que eran demonios.
—Nunca imaginé que el infierno fuera así.
—Si vieras los círculos del infierno te cagarías del susto -se ríe Algrisius.
—Espero no verlo nunca.
—Con los humanos nunca se sabe. Puede que nos encontremos otra vez.
—Pero que no sea para condenar mi alma -responde Leonardo.
Algrisius se rió con fuerza —Siente el aire y respira. Expande tu magia y atrae la magia en el ambiente y conviértelo en un espíritu cero que será tu familiar.
—¿Espíritu cero?
—Así le llamamos a los seres creados por ustedes con la magia del ambiente.
Patrick le había enseñado como hacerlo. Expandió su magia y lo sintió. Se conectaba a él una fuente de magia que se acercaba a él. Lo empezó a sentir como parte de él.
—Ya estás listo -eschuchó la voz de Algrisius muy lejana.
Leonardo abrió los ojos y se encontraba en el salón del edificio Oblivion.
Todos los vecinos lo veía asombrados.
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Editado: 21.04.2022