Román abre la puerta de su apartamento, pero no encuentra a Beilla por ninguna parte.
—Beilla ¿Dónde estas?
—¿Qué quieres? -se escucha su voz molesta.
—No te veo.
—Estoy en la pecera.
—¿En la pecera? -se dirige hacia la pecera y ve a una piraña observándolo a través del vidrio- ¿Por qué eres una piraña?
—Me provocó.
—¿Y mis peces? No te los comiste ¿verdad?
—No, están escondidos -responde Beilla seria.
—Sal de allí. Los estas asustando.
—Quiero quedarme así por un rato más.
—¿Por qué no te quedas con una forma menos terrorífica? -pregunta Román.
—No es tu problema.
—Nunca he podido entenderte.
—Eres un idiota.
—Y tú una ermitaña. Deberías acompañarme en algunas ocasiones. Hay un vecino nuevo que quiere conocerte, es un brujo.
—Yo no quiero ver a nadie.
—Como quieras -respira profundo.
(Y se da por vencido en intentar convencer a su espíritu familiar)
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Editado: 21.04.2022