Baekhyun
Él exhaló con fuerza. Tomó la primera caja que encontró su mano y la abrió sin perder su enfoque en mí.
Escuché la caja caer al suelo mientras sostenía la línea de condones. Salvajemente, arrancó uno y lo liberó de su envoltura protectora. El placer se deslizó a través de mí. Ningún hombre había parecido tan desesperado por probarme. La forma en que hablaba en sus mensajes de e-mails no era diferente de la forma en que me trataba en persona: yo siempre era precioso, y querido.
Mi garganta se apretó cuando las emociones se reunieron en mi pecho, haciendo que fuera más difícil respirar. Los pensamientos empezaron a nublar mi enfoque.
Chan me besó con fuerza, llamando mi atención de nuevo al momento, a él. Sus manos trabajaron en nosotros antes de cerrar sus brazos alrededor de mí, y moverse, cambiando nuestras posiciones. Nunca dejó mis labios, nos llevó a la cama sin frenar hasta que su espalda golpeó la almohada.
Mis piernas cayeron, envolviéndose alrededor de él. Mi pecho se levantó y cayó con cada respiración dura, sin aliento. Mi espalda se arqueó, mi cadera se balanceó y mi deseo aumentó con cada toque de sus dedos en mis pezones. Su pene me acariciaba repetidamente con cada uno de mis movimientos, llevándome más alto.
Se volvió muy difícil respirar y besarlo. Él pareció darse cuenta de eso, ya que se separó de mi boca y trazó una línea seductora de besos por mi cuello.
Gemí mientras chupaba mi tierna carne. Cada golpe de su lengua en mi piel fría y húmeda, cada tirón de mis pezones entre sus dedos, cada roce de su pene contra mi culo se enrollaba en mi interior haciendo que me tensara, aferrándome a él, clavándole las uñas en la carne.
Mis gritos parecían hacer eco en la sala, por lo que me volví hipersensible a que el placer fuera solo de mi lado. Las luces me dijeron que no sólo escuchaba mi excitación, lo sentía en su miembro rígido, pero también veía cada centímetro mío, cada centímetro de las curvas extras que mi deseo dejaba en exhibición. Pero no me importaba.
—Eres tan bello.
Dejó mis pechos. Metió sus dedos en mi pelo, levantándolo de mi cuello mientras colocaba sus labios de nuevo.
Mis músculos se tensaron, me sentía como si estuviera exprimido, comprimido por mil kilos de deseo. Mi culo lloraba por este hombre, suplicaba por este soldado sexy. Mi corazón se aceleró, gritando de acuerdo en que lo deseaba y necesitaba.
Jadeé en busca de aire alrededor de sus labios.
—Por favor, Chan.
Él no respondió. En cambio, me besó con más fuerza, introduciendo su lengua más profundamente en la grieta de mi boca, como si me ofreciera alguna promesa erótica.
En un movimiento rápido, nos deslizó un poco en la cama. Un grito se me escapó cuando me giró, como si no pesara más que él.
Ahora él estaba de espaldas y yo sobre su duro frente, en equilibrio sobre él. Sus brazos me sujetaron firmemente alrededor de mi cintura, asegurándome que no iba a caer. Sus piernas se doblaron entre las mías, dejándome abierto y vulnerable a él.
Un escalofrío pasó a través de mí cuando pareció curvarse a mí alrededor, alineando su pene en mi entrada. Me movio el pelo a un lado, dejando al descubierto mi cuello. Me dio un beso en el hombro izquierdo.
—Haz todo lo que necesites para gozar, ¿está bien, precioso?
Mi garganta repentinamente se apretó. Por eso él había elegido esa posición. Chan me permitía tener una oportunidad equitativa. Era importante para él que encontrara mi placer. Las lágrimas volvieron quemando mis ojos. Lo conocía poco más allá de los e-mails, mucho menos de estar cerca de él, con él, cómo darle placer.
Cuando no respondí, sus manos se movieron en direcciones opuestas. Sus antebrazos me sujetaron, mientras un conjunto de sus dedos asaltaron mi pezón derecho, y el otro rodeo mi entrada.
—Si necesitas más, me lo dices.
Antes de que pudiera tratar de responder, condujo su pene en mí. Mi agarre se apretó en sus antebrazos cuando un grito brotó de mí. El placer atravesó mi cuerpo antes de que fuera enterrado debajo de una necesidad más fuerte, un gran deseo por más.
Estableció un ritmo rápido que no pude seguir. Sus manos nunca vacilaron y tampoco su cadencia. Él me golpeaba con fuerza, con un propósito. Cada golpe provocaba escalofríos nuevos, enviando y renovado el placer que vibraba a través de mí, hasta que me perdí de nuevo.
Me aferré a él como si fuera mi única tabla de salvación. Cada bofetada de su pene contra mi hacía que mi espalda intentara doblarse de éxtasis.
Pero él no me dejó. Yo estaba encima, pero él estaba a cargo. No me daba órdenes. No lo decía. Pero era dueño de mi cuerpo, mi corazón, mi todo.
Editado: 28.05.2022