—Pero, debe de poder hacerse algo.
—Lo siento John. No es posible.
—¿Porqué no? — Inquirió con frustración.
—Aquí lo dice — dijo señalando la carta —. Tu existencia será cortada de esta tierra.
—Pero eso no tiene sentido. Yo ya estoy muerto.
—No está hablando de una muerte carnal. Se refiere a una espiritual.
—Esas solo son tonterías madame Gypsy. Sabía que solo era una farsante.
—Y aún así viniste a mí.
—Tiene que haber alguna forma de recuperar mi cuerpo.
—Lo lamento. Pero no es posible.
—Bien — respondió enfadado.
Necesitaba su cuerpo y con urgencia. No era por él, si no por ella.
Hasta hoy, no había meditado en sus sentimientos para con Julieth y en la forma en que ella correspondía a los suyos.
“O quizás ya lo sabía pero los he estado negando” meditó mientras iba de camino al cementerio.
Julieth se estaba convirtiendo en su todo y él deseaba ser lo mismo para ella. Sin embargo, el mayor impedimento era su propia naturaleza. ¿Cómo poder ser todo si ni siquiera podía tocarla como ella necesitaba?
Sabía que Julieth nunca le reprocharía por algo así. Era demasiado dulce como para ser irrazonable. Pero eso no significaba que él no podía poner de su parte.
—Si lo que desea es disfrutar de los placeres carnales mi amigo, es sencillo. Todo lo que necesita es un cuerpo. Nada más.
—No es precisamente ese mi motivo señor MacQuoid.
—No debe usted avergonzarse señor FitzGerald. En algún momento deseamos disfrutar de cierta compañía.
—¿Cómo está tan seguro? ¿Usted… Lo ha llevado a la práctica?
—Hace mucho, sí.
—Y ¿Cómo logró recuperar su cuerpo?
—Oh no mi amigo. Fue necesario hacer uso de el cuerpo de alguien más. El mío ya está hecho polvo desde hace mucho.
—¿Hablamos entonces de posesión?
—Correcto.
—No me parece muy ético.
—Nuevamente mi buen amigo John. No existen preceptos para almas como nosotros. Todo lo determinará el motivo.
—Tiene usted razón.
Sin embargo, buscar un cuerpo no sería tarea fácil. ¿Porqué? En primer lugar, John preferiría por sobre todas las cosas usar su propio cuerpo. Era él. Luego debía pensar en Julieth y su reputación. No podía seleccionar cualquier cuerpo si con ello afectaba el nombre de esa persona y el de ella. Y tercero, quería que fuera alguien que resultara físicamente aceptable para Julieth, pues de lo contrario solo lograría incomodarla.
Dejando desechado el plan de usar un conocido de la ciudad, hizo uso de un modo de búsqueda más amplio. El internet.
Realizó una breve lista de aspectos físicos y psicológicos que el sujeto debía tener con el fin de serle útil para el experimento.
Buscaba alguien que tuviera una mente brillante académicamente pero sin llegar a ser Albert Einstein, y que disfrutara de los retos, las cosas nuevas. Sin fuertes inclinaciones espirituales pues lo menos que quería era un sectario o creyente de lo paranormal que solo usara la experiencia como excusa para provocar un escándalo posteriormente.
Uno sin relaciones amorosas pero que tampoco fuera un patán Casa Nova. Con modales respetables y de personalidad amena.
Luego de días en su incansable búsqueda por un hombre de espíritu del siglo XIX pero con cuerpo y mente del siglo XXI comenzó a desesperarse.
Cada día que pasaba era un día menos sin su querida Julieth. Sin poder vivir a su lado plenamente.
Cuando creyó que todo estaba perdido encontró a alguien cuyos perfiles en las redes sociales le pareció interesante.
Se trataba de un hombre que decía ser topógrafo, fotógrafo aficionado y un amante de las aventuras y descubrimientos de los secretos del universo y la naturaleza.
“Demasiado bueno para ser cierto” meditó frente a la computadora.
Con la esperanza de haber dado con el correcto le envío un correo electrónico. Se esforzó por plantearle la situación como “una contribución al desarrollo de un proyecto que prometía responder a grandes cuestiones de la vida y la muerte”.
Un par de noches después, madame Gypsy contactó con él. Le dijo que había encontrado la forma de utilizar su cuerpo para que pudiera poseerlo nuevamente.
—Se trata de un hechizo. No será fácil la verdad y debo decirte que nunca lo he hecho pero es posible.
—De acuerdo. ¿Qué se necesita?
—Tráeme tu cuerpo. El resto lo tengo yo aquí.
—Magnifico. ¿Cuándo se llevará a cabo?
—Deberemos esperar la luna llena que le sigue al equinoccio.
—Pero si aún falta más de un mes. ¿No puede ser antes?
—Lo lamento. No funcionará si lo hacemos antes. Además debemos considerar que tú ya no tienes precisamente un cuerpo completo.
Ese era un detalle que John había pasado por alto. Más de ochenta años muerto significaba con suerte huesos en su tumba.
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Editado: 08.09.2018