Un giro inesperado

Capítulo 7: El pacto en la sombra

En lo profundo de una caverna oculta bajo las raíces del Bosque de las Cúpulas, Biff esperaba. La luz de su vara proyectaba sombras largas sobre las paredes húmedas, y el aire olía a savia quemada y secretos antiguos.

Un zumbido suave anunció la llegada de su contacto.

Desde la penumbra emergió una figura encapuchada, con alas plegadas y una túnica de lino oscuro. Su rostro estaba cubierto por una máscara de pétalos secos, pero su voz era inconfundible para Biff.

—¿Trajiste lo que pedí? —preguntó él, sin rodeos.

—Sí. Pero no fue fácil. Sairel sospecha. Ha comenzado a cerrar los accesos a los archivos antiguos.

La figura le entregó un pequeño pergamino sellado con cera verde. Biff lo rompió con impaciencia y leyó. Sus ojos se entrecerraron.

—¿Nada sobre otra vara? ¿Solo registros de la que tiene el niño?

—Exacto. Sairel cree que esa vara es la clave. No ha mencionado ninguna otra.

Biff asintió, satisfecho. Aún no sabía que existía una segunda vara. Y eso lo mantenía vulnerable.

—¿Y la mancha? —preguntó el espía—. ¿Es obra tuya?

Biff guardó silencio un momento. Luego, respondió con una sonrisa torcida.

—No del todo. Pero… responde a mí.

La verdad era más compleja. Desde que había tocado el Necromicron, algo se había despertado. Una energía oscura, antigua, que parecía extenderse por el mundo mágico como una infección. Biff no la controlaba del todo… pero la sentía. Y ella lo sentía a él.

—La mancha es… una consecuencia. Un eco de lo que viene.

—¿Y qué viene?

—Un nuevo orden. Uno donde no haya reinas ni pactos. Solo poder. Y yo… en el centro.

El espía bajó la cabeza, en señal de obediencia.

—¿Qué deseas que haga ahora?

—Sabotea sus comunicaciones con Agestes. No quiero que Alondra interfiera.

La figura asintió y desapareció entre las sombras.

Biff se quedó solo, con el pergamino en la mano y el eco de su ambición resonando en la caverna.

La mancha, mientras tanto, seguía creciendo. Alimentada por el desequilibrio. Por el miedo. Por él.

Sairel había sellado los accesos. Los espías de Biff no podían entrar y él… él no podía arriesgarse a ser descubierto aún.

Necesitaba otra vía. Otro aliado.

Horas después, Biff se colocó frente a un espejo de obsidiana, oculto en una cámara subterránea. Lo tocó una vez, pensando en Sephora, la Reina del Enjambre Silente.

La superficie del espejo vibró, y la imagen de la reina emergió entre zumbidos y sombras. Su rostro seguía oculto tras una máscara de pétalos secos, y su voz, cuando habló, fue como un enjambre entero resonando en la piedra.

—¿Para qué me buscas, lacayo de Sairel?

Biff no se inmutó.

—Mi reina… ya no soy su lacayo. Tengo en mi poder un libro que podría cambiarlo todo. El Necromicron. Y solo falta una cosa para abrirlo: una vara antigua. Una que perteneció al abuelo del niño.

Con un gesto lento, Biff levantó el libro. La cubierta parecía respirar, y símbolos oscuros se movían como tinta viva bajo la superficie.

Sephora alzó la cabeza. Sus ojos compuestos brillaron con una mezcla de curiosidad y codicia. El zumbido a su alrededor se intensificó.

—Ese libro… —susurró—. He oído hablar de él en los susurros del Velo. Dicen que contiene los nombres verdaderos. Las raíces del poder.

—Y juntos —dijo Biff, dando un paso hacia el espejo—, podríamos tener el control de todo Claro Verde. Pero necesito saber dónde está esa vara. Mis espías ya no pueden acercarse a Sairel. Ella ha sellado los accesos.

Sephora se quedó en silencio unos segundos. Luego, su tono cambió. Más frío. Más calculador.

—Mis canales aún fluyen. Mis enjambres escuchan lo que otros no pueden. Si hay una segunda vara… la encontraré.

—¿Entonces… hay alianza?

—Sí. Pero recuerda, Biff si me traicionas, no quedará ni tu sombra.

—No pienso traicionarte —dijo él, con una sonrisa torcida—. Solo quiero abrir lo sellado.

El espejo se oscureció. El pacto estaba hecho.

Y en algún rincón del mundo, la mancha se agitó, como si hubiera escuchado… y aprobara.

Un nuevo pacto había sido sellado. Uno que ni Sairel ni Alondra podrían prever.

Y mientras las Avispas del Este comenzaban a moverse entre los túneles secretos del mundo mágico, Biff se preparaba para el siguiente paso.




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