Licy apretó los puños luego de ver a su gran amor ser besado por esa mujer tan asquerosa. Apenas habían pasado dos años desde que comenzó a trabajar en la casa presidencial, y ya quería dejar todo e irse corriendo a donde nadie la pudiera encontrar. Sin lugar a dudas, sería un enorme problema todo lo que estaba por venir en ese sitio. Ya las personas comenzaban a hablar a las espaldas del presidente, un montón de cosas sin sentido que la tenían con los pelos de punta.
Un pequeño suspiro escapó de sus labios, se dio cuenta de que estaba mirando demasiado a un amor que no podía ser correspondido por más que quisiera. Él ya era un hombre casado, y ella debía seguir manteniéndose detrás del escritorio por mucho tiempo. Sacudió la cabeza, y anotó todo lo que tenía que hacer Matteo los próximos días antes de irse de viaje.
— Licy —la chica levantó la cabeza encontrándose con su jefe—. Necesito que tenga listo todo para mi próximo viaje fuera del país. Recuerde que irá conmigo.
— Sí, señor —se levantó de su asiento y lo siguió hacia su despacho—. Sobre ese viaje, no creo que deba ir con usted —Matteo la miró de arriba hacia abajo luego de decir eso—. Debo quedarme aquí con el vicepresidente…
— ¿Por qué razón te vas a quedar aquí con James? —Matteo se detuvo en seco—. Responde.
— Pues… pues usted debe ir con su esposa —buscó la mejor excusa que se le ocurrió—. Yo no puedo ir, lo siento.
— No fue una pregunta la que le hice sobre ese viaje, señorita Bauers —Matteo se quitó el saco y lo dejó en el respaldo de la silla—. Siéntese y dígame mi agenda, por favor.
— Señor, por favor…
— Silencio —siseó el alfa, y ella se quedó mirándolo—. Siempre me acompaña a cualquier viaje que tenga que ver con el país. ¿Por qué ahora dice que no? ¿Qué se trae entre manos con James?
— Nada, solo que él me pidió de favor que lo acompañara a las reuniones que tendrá en su ausencia —la chica se mostraba nerviosa—. Vaya con su esposa.
— No, y es mi última palabra —dijo el alfa y la chica se rindió.
Licy era un ángel caído con una misión en su vida. Tener algo normal para ella misma. Sus dones estaban controlados por sus antiguos jefes, y estos no podían salir a menos de que algo pasara. Su jefe no podía saber lo que ella realmente era o al menos eso es lo que su loca cabeza quería dejar a entender. Ellos no se conocían desde antes.
— Su madre llamó antes de que usted llegara —le dijo Licy a Matteo, y este asintió—. Dijo que su hermano Marco se casará y que será padre.
— ¿Qué mi hermano se casará? ¿Con quién?
— Dijo que es una chica muy hermosa —Licy puso un mechón de su cabello detrás de su oreja—. Que espera verlo pronto, mejor dicho, dijo que vendrá a verlo.
— Mi madre siempre vive haciendo de las suyas para molestarme hasta cuando voy al baño —siseó Matteo exasperado—. De acuerdo, no te preocupes.
Licy asintió, le indicó que tenía reuniones ese día, que no podía faltar a ninguna y que se mantuviera lo más alejado posible de todos los reflectores debido a que un posible escándalo se acercaba gracias a su hermano Misha.
Matteo le contó todo acerca de su familia, era cómo si le tuviera confianza en eso, de andar diciendo hasta lo que piensa sin importar lo que dirán las personas. Licy ya conoció a toda esa familia, sin embargo, no se parecían en nada. La única persona que le daba algo de gracia a esa familia era el menor de los cinco hermanos, Mark Klein; esa pobre alma parecía ser el payaso de la familia y no le importaba tener que hacer el ridículo delante de las personas.
James entró al despacho del presidente, un rato después, y le mostró una sonrisa cálida que ella le correspondió de inmediato.
— Buenos días, señorita Bauers —dijo James, extendiendo su mano en forma de saludo—. ¿Qué tal va tu día? ¿Quieres matar a tu maravilloso jefe?
— Mi día iba bien hasta el momento, James —correspondió el saludo—. Debo irme, los dejaré solos.
— Claro. ¿Aceptarás ir a comer conmigo?
— Sí…
— No —ambos miraron a Matteo—. Ella irá a comer conmigo, fin.
— No tenemos ningún almuerzo programado para hoy, Matteo —dijo Licy, y miró hacia todos lados por su había guardias, pero ya estos habían salido del despacho—. ¿Por qué razón debo quedarme aquí?
— Porque yo lo digo —respondió Matteo y volvió su vista a los documentos—. Recuerda que debes ir conmigo a Estados Unidos.
Licy se dio media vuelta y salió de ese lugar con deseos de querer matarlo. Ese hombre sacaba lo peor de ella y no había dudas de que posiblemente lo hacía para darle dolores de cabeza.
Anotó un par de cosas en su libreta, antes de tomar su bolso y salir hacia el comedor que estaba unos cuantos pisos abajo. Al verlo tan lleno del personal, ella salió por la puerta trasera, y fue hacia un puesto de comida callejera que el presidente había dejado que las personas lo pusieran ahí debido a que era algo que a él también le gustaba.
Ella estaba tan enamorada del presidente del país, que haría cualquier cosa por quedarse con él. Desde que este tomó el poder hace un tiempo, Licy sentía la necesidad de querer permanecer cerca. Sin embargo, Matteo estaba casado con una hermosa mujer que era muy querida por las personas del país y a ella solo la veían cómo la que anotaba todas sus citas y nada más.
Cuando lo vio por primera vez, sintió la necesidad de querer besarlo, sin embargo, no pudo hacerlo debido a que era alguien a quien apenas estaba conociendo en persona. Pensó que cuando Matteo tomara el poder, la iba a sacar de su vida, pero él la mantuvo siempre a su lado y algunas veces hasta la ponía muy por encima de su esposa.
— Buenos días, Licy —saludó el vendedor—. ¿Lo mismo de siempre?
— Sí, me lo voy a comer aquí mismo —se sentó en uno de los taburetes—. ¿Cómo has estado?
— Bien, la venta de hoy ha estado un poco floja —dijo el chico al otro lado del mostrador—. Supongo que se debe al poco flujo de dinero por estos días.
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Editado: 01.10.2022