Un Huracan En Isla De Cacia

Capítulo 28: Una tormenta muy conveniente

                                      

 

PARA EL TERCER DÍA DE SU CONVALECENCIA FORZADA en la casa de Winterbourne, Logan había regresado al mundo de la vigilia durante períodos de tiempo lo suficientemente largos como para tomar un desayuno decente y pasar la mañana jugando una partida de ajedrez junto a la cama con Vincent. su accidente y atontado por las muchas horas que había pasado durmiendo; Vincent lo venció fácilmente a pesar de las muchas ventajas que trató de darle a su amigo. Se podía escuchar a los dos hombres riéndose juntos sobre historias de pesca desde la habitación de Logan.

Abajo, en la cocina, Casandra observó cómo Awinita preparaba una bandeja para Logan que contenía un tazón de sopa de langosta fresca,

—Ese hombre tiene mucha suerte de estar vivo—le comentó con naturalidad a Casandra—He conocido hombres que han sufrido daños en sus pulmones y articulaciones por un caso de descompresión. A la mayoría de ellos se les prohibió volver a bucear. Puede agradecer a sus ángeles de la guarda por salir tan a la ligera.

—No entiendo—Casandra miró por la ventana hacia el muelle, donde el Serenity esperaba tristemente como un animal solitario por su amo. —¿Qué podría haberlo tentado a quedarse abajo tanto tiempo?

—Yo tampoco sé toda la historia, cariño. Quizás ahora nos lo dirá, ya que se siente un poco mejor.

—Mmm. Eso huele delicioso. Espero que haya suficiente para mí también. —comentó Vincent mientras se dirigía a la cocina.

—Hay suficiente para todos-—le aseguró Awinita. —Espera a que se lo lleve a Logan.

—¿Por qué no dejas que se lo lleve Casandra? —Vincent levantó el borde de la olla en la estufa y probó su contenido. —En realidad no lo ha visto desde que volvió en sí. Estoy seguro de que agradecería ver otra cara además de la tuya y la mía.

—Aquí, Casandra, —Awinita colocó la bandeja en sus manos antes de que tuviera la oportunidad de responder. —Intenta persuadirlo para que almuerce un poco.

Sintiéndose algo vacilante, pero en realidad bastante contenta de tener una excusa para entrar en su habitación, Casandra subió las escaleras con la bandeja humeante y llamó a la puerta.

—Adelante.

Un fantasma de esa voz familiar y ronca la saludó desde adentro. Abrió la puerta con el pie y entró. El rostro de Logan registró sorpresa y algunas otras emociones nerviosas al verla de nuevo. Claramente había estado esperando a alguien más.

—Hola, Logan. —sonrió tímidamente. —¿Cómo estás?

—Bien. Estupendo. —Jugó nerviosamente con el ribete del cubrecama. —Estoy realmente bien. Todo el mundo está haciendo mucho alboroto por nada.

Logan no había perdida nada de su buena apariencia, y su poderoso y bronceado, aunque parecía algo fuera de lugar entre las almohadas con volantes y las cortinas ondulantes de la habitación de invitados bastante femenina. No obstante, había una especie de cansancio nervioso en sus ojos y en sus gestos que contrastaba mucho con el rudo galán de su memoria.

Casandra dejó la bandeja sobre la mesa junto a su cama.

—Escuché que tuviste muy cercana, —dijo suavemente. —Entré a verte antes, pero estabas dormido.

—Bueno, no tenías que haberte molestado. —Él la miró siniestramente. —Lo último que me interesa es tu simpatía todopoderosamente noble. Me iré de aquí en un día más o menos.

Casandra se estremeció interiormente. Aparentemente, él estaba bastante menos que feliz de verla. El haber pasado treinta y seis horas en una cámara de descompresión no había hecho mella en su temperamento mercurial.

—¿Cómo quieres tu almuerzo? —le preguntó ella. —¿Lo dejo aquí en la mesa, o quieres sentarte y poner la bandeja en el regazo?

—No tengo hambre, gracias. —Fijó la mirada en el otro lado de la ventana. —Puedes irte.

—¡Logan! Awinita dice que se supone que debes comer algo.

—¡Dije que no tengo hambre, Casandra! —le espetó con impaciencia.

—Pero el doctor dijo...

—Me importa un carajo lo que digan los demás. Soy el único que sabe si tengo o no hambre. No soy un niño. No seré dictado.

—Deja que te ayude. Yo arreglaré las almohadas, —ofreció ella en su tono más tranquilizador.

—No necesito ayuda. Estoy bien.

Casandra se acercó para tocar su brazo.

—Logan...

Él se apartó de ella.

—¡Lo que necesito, Casandra, es que te largues de aquí!

Ella lo miró, sorprendida. ¿De dónde viene toda esta furia?

—Pero...

—Solo vete... ¿quieres?

Ella asintió, se dio la vuelta y caminó de regreso a la puerta, deteniéndose en la entrada.

—Lo dejaré ahí junto a la cama por si lo quieres más tarde... —Se deslizó justo a tiempo de ser golpeada por una almohada voladora.  mientras cerraba la puerta detrás de ella.

Casandra regresó a la cocina con una expresión ligeramente aturdida en su rostro. Su tío hizo una pausa en su almuerzo y observó su conducta con una mirada irónica.

—¿Cómo te fue? — preguntó Awinita. —¿Le gustó la bisque?

—Me gritó, no comerá nada. Me tiró una almohada. —Casandra se sentó a la mesa con aire herido.

Vincent se rió entre dientes y miró a Awinita.

—Debe sentirse mejor. Esa es una buena señal, ¿no crees?

—La próxima vez te enfrentas a él, Casandra—le aconsejó Awinita mientras acercaba un plato de sopa a la mesa para Casandra—. No me importa si se está muriendo, no tiene derecho a comportase como un oso.

—Creo que me odia. —murmuró Casandra distraídamente mientras probaba la bisque de langosta. —Creo que a partir de ahora me mantendré fuera de su camino, si no te importa.

Vincent puso el plato ene le fregadero, alborotándole el cabello mientras pasaba.

—Él no te odia, cariño; simplemente odia estar acostado. —Se estiró y se frotó el pecho con satisfacción. —Eso fue un almuerzo estupendo. Y ahora, si me disculpan, señoras, voy a encerrarme en mi estudio y trabajar un poco. —Se inclinó y besó la parte superior de la cabeza de Casandra mientras salía de la cocina.




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