Un kilo de amor ¡por favor!

Capítulo 6

Connie

 

—Señorita Monterrey voy a necesitar que se quede esta tarde —me informa Berta al ingresar en la cocina, ya me encontraba acomodando todo para mi salida.

—¿Sucedió algo? —consulte preocupada.

—Son órdenes del señor Heraldrys, solo le estoy informando…

—Nunca dije que no me quedaría, solo pregunte —le exclamé enojada, esta mujer y el Conde de hielo sacaban lo peor de mí.

—Debería aprender a quedarse callada y a no vestirse como lo hace —señaló mi apariencia y quise tirarle de los pelos a esta bruja.

—¿Disculpe? ¿Qué tiene mi ropa? Yo no me burlo de su ropa de amargada —ups se me escapó, pero ella se lo busco.

—Mejor me voy, no quiero hablar con una insolente, estoy segura de que sus días aquí están contados —se dio media vuelta para irse.

—¡Eso lo veremos! —le respondí, pero me ignoró.

Esta mujer necesitaba más colores a su vida, encima el humor que se carga es un combo completo, no me sorprende que el Conde sea así de mal humorado por ella, estoy segura de que el humor contagia.

Al no tener nada que hacer me puse a ordenar las alacenas de la cocina, aquí tenían todo mezclado, lo dulce con lo salado y casi todo tenia el mismo tupper negro o azul, acomode de acuerdo a como lo tendría yo si esta fuera mi cocina y luego anote en mi agenda la cantidad de frascos nuevos que voy a necesitar, a esta hermosa cocina blanca inmaculada le faltaba color, pero no en las gavetas, si no dentro, lo primero que anote fue tazas animadas para Ciro y Juliana, sabia que les iba a gustar los que le traería mañana, aunque no sabría saber a qué hora saldré de aquí, el Conde de hielo me hizo quedar más horas, pero no me molestaba cuidar a los niños, ellos en este momento estaban en clases con su tutor de Literatura.

Una vez que termine de acomodar y etiquetar todo en la cocina, cerré las gavetas y decidí usar una de ellas, no creo que les moleste, aquí dejo mis tupper con forma de fruta, por eso a Juli le gusto y quería que le regale una.

Había pasado una hora desde que estaba sin hacer nada y decidí subir a la habitación de Juli y Ciro, mi intención era acomodar algo, pero todo estaba impecable, ni una arruga tenía la cama y los juguetes estaban en su lugar, en eso debía ser sincera, Berta era una buena ama de llaves.

Volví a la cocina y apenas eran las 15 horas, miré mis uñas que tenían una frutilla, ya que esta manicura me hice hacer, hace dos días, observe el reloj y la aguja no se movía, el aburrimiento me invadió por completo.

—¡Señorita Monterrey! —me saca de mi nube de ovejitas, porque las veía dar vueltas en mi cabeza, si no fuera porque Berta me interrumpió, me quedaba dormida en la cocina.

—Eh sí ¿Qué pasa? —pregunto intentando sacar mi mejor voz, para que no descubra que estaba dormida.

—Ya puede retirarse, el señor Heraldrys ya regresó, pero me pidió que le informe que debe pasar por agencia Nannys al salir de aquí —me sorprende lo último que dice y comienzo a pensar mil escenarios, no creo que me hayan corrido tan rápido ¿O sí?

—¿Por qué? —consulte con curiosidad.

—¿Por qué? ¿Qué? —dice ella.

—Lo de la agencia ¿Por qué debo ir ahí?

—No lo sé, solo cumplo órdenes del señor ¡Por favor váyase! —me dijo prácticamente corriéndome.

—No me voy de aquí hasta hablar con el señor Heraldrys ¡Así que llámelo! ¿O prefiere que grite desde aquí? —me cruzo de brazos y su cara es de furia.

—No hace falta que eleve la voz señorita Monterrey —aparece el Conde de hielo por detrás de Berta.

—¿Por qué debo ir a la agencia? —consulte mi malestar.

—Es su deber hacer lo que se le ordena, no olvide que aquí quien pone las reglas ¡Soy yo! Y no se preocupe que no está despedida ¡Aun! —hizo énfasis en lo último para provocarme, pero no caeré en sus trampas y me tragare solo por esta vez mi respuesta.

—Está bien, espero que la próxima vez, su empleada se exprese mejor y no me haga creer que usted me va a despedir… —Berta abrió grandes sus ojos al oír mi reclamo.

—Yo nunca dije eso señor —se defendió ella rápidamente.

—Pues no pareció —él no dijo nada, solo nos miró duramente a ambas y Berta no volvió a decir nada.

—Señorita Monterrey la espero mañana temprano —dijo y se fue, de repente fue amable, que bipolar es por dios, pero bueno no es mi problema, tome mi bolso e ignore a Berta, así como ella hacía conmigo.

Hice tal cual el señor Heraldrys me dijo, pase por la agencia y espere a que me reciba una de las asesoras.

—¡Celina! Por favor pasa —por fin me atienden, hacía media hora que esperaba.

—¿Sucedió algo? —consulte al ingresar en la oficina.

—¡Si! Pero no es contigo, uno de nuestros clientes solicitó uniformes a sus empleados y tuvo un pequeño problema con ello, por eso implementamos agregar una nueva cláusula ¡Si gustas leerla! —me entregó una hoja en donde especificaba el uso obligatorio del uniforme asignado por el empleador, caso contrario se rescindirá el contrato.

—Me parece perfecto, por mí no hay problema ¡Mira este es mi uniforme! —me levanté y le mostré mi atuendo.

—Claro entiendo ¡Por favor firma! —exclamó con apuro y como no tenía ganas de perder tiempo lo hice, tomé la pluma y plasmé mi firma —Aquí tienes —le devolví la hoja y ella la recibió.

—¡Perfecto Celina! Te voy a hacer una copia así mañana se lo entregué al señor Heraldrys —asentí a su pedido, ella se fue y luego volvió con las copias.

—¿Es todo? —consulte con curiosidad.

—¡Si! Puedes ir con tranquilidad —extendió su mano y la recibí.

—Antes de irme, quisiera saber algo —no podía quedarme con la duda.

—Dime…

—¿Quién pidió esta nueva cláusula? —pregunté con mucha curiosidad.

—No puedo darte esa información Celina ¡Es confidencial! Pero si puedo decirte que todos nuestros empleados fueron notificados con la nueva cláusula, no queremos problemas con los clientes, ni que ustedes los tengan.



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En el texto hay: comedia, amor, babysitter

Editado: 29.05.2022

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