El dolor, no es suficiente para describir lo que siento.
Durante la ceremonia solo se escucha susurros, balbuceos, algunas personas llorando y otras que observaron en silencio.
El cielo se mantuvo nublado, el sol se ocultó entre las nubes, no obstante el pronóstico del clima informó que sería un día soleado, ¿acaso sentía el dolor reflejado en nuestros rostros?
Mi cara no indicaba alguna expresión; mis ojos miraban un punto invisible, mi mente se hundía en algún recuerdo o permanencia en blanco.
Ya no habrá risas.
Ni discusiones.
Ya no probaré sus exquisitos rollos de canela, ni me divertiré preparando postres a su lado.
Varios recuerdos se cruzaron por mi mente, es como refugiarse cada vez mas en el dolor, pero lo hacemos conscientes o no, porqué solemos ser masoquistas con aquello que nos hace daño.
En mi primer día de clases estaba tan nerviosa, era un sentimiento nuevo para mí. No sabía en ese momento a qué me enfrentaba, tenía miedo.
¿Y si a nadie le agradaba? Eran los pensamientos de una pequeña niña.
En ese momento mi mamá me dio un beso en la mejilla y pronunció con sus labios.
—La vida no es fácil, cariño —frotó su dedo con un suave movimiento en mi mejilla, siempre dejaba un rastro de labial cada vez que me besaba, pero ella tenía el cuidado de borrarlo, aunque no lo pedía—, pero en algún momento llegarán personas adecuadas para tu vida.
—¿Cómo me daré cuenta de quienes son? —pregunté algo confundida.
—Aquellos que te protejan, contradigan, y no te den la razón cuando hagas algo incorrecto.
Así dejó a su pequeña hija experimentar lo desconocido, que ahora lo ve como una simple etapa de su vida, pero ahora es diferente, porque ya no está a mi lado y nunca lo estará de nuevo.
Las personas al marcharse se despedían dando palabras de ánimo para mí; algunas me envolvían entre sus brazos, otras dejaban palmadas en mis hombros, algunos solo me miraban con pena y no faltaba una que otra persona con lágrimas.
Todos decían frases vacías y monótonas:
"Todo pasará"
"Mi sentido pésame"
"El dolor sanará"
Para luego irse a sus hogares ocupando la mente en otras cosas o teniendo esta vivencia como pensamiento.
Solté un suspiró, observé a mi alrededor y ya no había personas presentes.
Todos se fueron por fin.
Una lágrima se deslizó por mi mejilla, seguida por otra. Está sensación de sentirse vacía, duele.
Siento mis mejillas arder y los parpados algo pesados por las lágrimas contenidas en mi ser, todo siendo sacado de mí.
—Mamá, dijiste que siempre estarías para mí —susurré con la voz rota—. ¿No cumplirás tu promesa?
Tendría mis rodillas raspadas si no fuera por el jean que traigo puesto, la grama verde se siente seca y pude imaginar como las raíces se alimentaban con mis lágrimas, algunas caían en otro lugar, en pocos segundos estás fueron secándose en la tumba de mi madre.
Observé fijamente su fecha de nacimiento y un guion separaba la fecha de su muerte.
Sin duda, nadie lo imaginó. Recuerdo hace algunos días, como ella sonreía
mientras horneaba y yo, probaba la mezcla cruda cuando sus ojos no me vigilaban.
Ahora todo cambió, mi mundo cambió.
Sentí un toque en mi hombro, borré todo rastro de lágrimas aunque mi cara con un rojo leve me delataría. Voltee mi rostro, al ver la persona me levanté con algo de dificultad y nos entrelazamos en un abrazo.
—Esto es difícil.
—Lo es —susurró entre algunos sollozos—. Ahora deja este presente para tu madre.
Nos liberamos de nuestro abrazo y veo detalladamente la rosa que sostiene con su mano; siempre hermosa, pero siempre llegará el momento donde se marchitará.
Al menos no sufrió daños por medio del abrazo.
Por alguna razón dicen que los buenos momentos no duran para siempre, supongo que las mejores personas tampoco.
La sostuve con mis dedos teniendo cuidado de cualquier espina y me acerqué a pasos lentos, al llegar deposite un beso en los pétalos para así dejarla donde corresponde.
—Te amo, mamá —sollocé—. Me encantaría que siguieras aquí, si este es tu momento de partir, entiendo. Tu recuerdo será doloroso pero feliz al mismo tiempo.
—¿Nos vamos? —asentí.
—Ella no volverá, ¿cierto? —inquirí sabiendo la respuesta obvia.
Caminé con apatía a su lado, al menos me dio algo de espacio entre mi madre y yo.
—Ahora se encuentra en nuestros corazones —replicó.
Solté un pequeño suspiro al escuchar sus palabras. Sin duda, me espera una vida nueva.
Está en mi corazón, pero ya no recibiré un abrazo y no escucharé su voz.
Puedes llorar porque se ha ido, o puedes sonreír porque ha vivido.
Puedes cerrar los ojos
Y rezar para que vuelva o puedes abrirlos y ver todo lo que ha
dejado;
Tu corazón puede estar vacío porque no lo puedes ver,
o puedes estar lleno del amor que compartiste.
Puedes llorar, cerrar tu mente, sentir dolor y dar la espalda,
o puedes hacer lo que ella le gustaría:
sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.
—David Harkins.
Ahora éramos mi nana y yo, eso creí.
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Editado: 26.06.2020