—¡Hola! —apareció entre las sombras de una manera que asustaría a cualquier persona; que se encuentre sentada a fuera de una tienda viendo las estrellas distraída.
—Eres la chica de la leña —volteé hacia su dirección.
Pensé que ya había tenido suficiente con el tremendo pellizco.
Esta vez ya no tenía la leña en sus manos, con toda la confianza del mundo se sentó a mi lado.
—Me duele que no me recuerdes —fingió un puchero.
Vi uno que otro habitante entrar y salir de la tienda. La verdad hice un esfuerzo de recordar pero mi mente estaba en blanco.
Al ver que no le respondí volvió a mover sus labios.
—Un día le puse sal a tu té —ríe ante su propio comentario como si aún lo recordase—. Tu mamá y la mía fueron amigas de pequeñas —mi mamá nunca la mencionó, al menos lo que recuerde —, creí que lo recordarías pero eras todavía pequeña cuando paso todo eso —dijo en un tono desanimado desviando su mirada.
—Lo siento —dije apenada.
—Descuida —ella mostró una sonrisa que alivió el ambiente y mi conciencia culpable—. Me llamo Elyse.
Antes de poder intercambiar más palabras, el ruido de la puerta llamó mi atención y ahí se encontraba mi abuela saliendo de comprar, me levanté y alce mi equipaje, llevaba varios minutos sentada.
—¿Por qué demoraste tanto? —me atreví a preguntar.
—No fui la única con la necesidad de comprar pan —respondió con obviedad. Me entrego una hogaza de pan caliente, pero estaba en una temperatura estable y lista para comer—. Además me quede conversando —asentí dándole un mordisco a mi cena pero antes busque la mirada de mi nueva amiga para despedirme, pero está ya no estaba.
Se desvaneció, es como si nunca estuvo riendo a mi lado.
Me pareció extraño es como si la presencia de mi abuela haya sido algún tipo de repelente. ¿Quizás le tiene miedo? Ella es algo fría, pero sigue siendo una persona mayor de edad normal, solo es cuestión de tiempo para ver una sonrisa en su rostro, perder a su hija es muy difícil, se supone que los padres se van primero que los hijos. También me está costando esto porque tengo tantas preguntas, pero a su tiempo serán contestadas cada una.
Al menos disfrute de su compañía.
Ya íbamos de camino, supongo a su hogar, ojeaba con atención cada sendero que pisábamos por si alguna vez tendría que salir sola. Lo menos que quiero es perderme en medio del bosque sin saber a donde ir.
La luna se posaba en el cielo y cada paso que dábamos podía notar como si esta nos persiguiera o nos acompañara en nuestro camino, la brisa se desplazaba por las hojas de los arboles como si tocaran un perfecta sinfonía, se podía oír algunos grillos.
—¿Mi madre tuvo amigas cercanas? —quería averiguar si las palabras de Elyse eran ciertas y quizás esperaba que me contará un poco más de ella.
—Es lo normal tener amigos, no lo preguntes como si fuera algo raro.
Se nota que no tiene ganas de hablar.
Con nana seguramente estaríamos hablando de todo, siempre ha sido muy conversadora, pero mi abuela a penas me ha visto un par de veces quizás necesita tiempo para acostumbrarse a mí.
Eso me recuerda que debo de avisarle como fue mi llegada, supongo que debe estar preocupada.
Seguimos caminando hasta que ella detuvo el paso.
—Bienvenido a tu nuevo hogar.
Debería sorprenderme de que este situada algo lejos del pueblo, pero con lo poco que conozco de ella, no me sorprende. Me encantaría preguntarle la razón pero esto sería en vano.
Es una cabaña mediana de dos pisos, las paredes se ven algo toscas tiene la apariencia de raspar la piel si no se tiene cuidado, tiene algunas ventanas.
—¿Vas a pasar? —inquirió con un tono que demostraba molestia.
Asentí ante sus palabras y me adentre a mi nuevo hogar.
—Es lindo —admití mientras le daba vistazos al lugar—. Pero no hay señal, necesito avisarle a mi nana que llegue —resignada guarde mi teléfono.
—Esos aparatos no funcionan aquí.
Eso significa que ya no más tecnología e internet.
Promesa no cumplida.
—¿No hay otro lugar para comunicarse? —trate de sonar lo más tranquila posible.
Claro no sentí que mi mundo era cada vez más terrible.
—Ya es tarde —dijo viendo las manecillas del reloj en la pared—. Mañana es otro día. Dormirás arriba, sígueme.
La seguí con los ánimos por el suelo subiendo las escaleras.
Ya está actitud se estaba haciendo costumbre en mí.
—Esta era la habitación de tu madre —abrió la puerta dejándome paso para entrar—. Duerme bien.
Eso fue lo último que dijo antes de irse y dejarme acomodarme en mi nuevo dormitorio.
Sus palabras se repetían en mi cabeza.
Nunca pongas limón en una herida sin esperar que duela.
Siento que estoy desenterrando aquella caja del pasado, porque cada rincón de esta habitación tiene su nombre escrito a través de los recuerdos que ahora se esfumaron con ella.
Ahora solo puedo observar una caja vacía que espera hacer rellenada de nuevo y yo, solo quiero saber más de su antigua vida.
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Editado: 26.06.2020