Ayer fue un día un poco extraño. Desayuné. Me tomé una ducha y me encaminé hacia la sala de descanso. Me encontré con Ralph de nuevo y con unas colegas más, pero en ningún momento con esa doctora nueva que me mencionó Lila. Tal vez me mintió. Busqué las medicinas de mi paciente y me fui a su habitación.
Toqué la puerta pero no escuché nada del otro lado. Tal vez esté dormida. Giré el picaporte y se encontraba detrás de la puerta. Se me abalanzó, colocando sus brazos alrededor de mi cuello para atraerme hacia ella. Todo me tomó por sorpresa que no supe qué hacer primero. Mi traicionero corazón se aceleró de nuevo y tampoco lo pude controlar. Cuando quise alejarla me besó. Eso me sorprendió más, provocando que la aleje bruscamente. Esto ya se estaba saliendo de control.
– ¿Qué haces, Lila?-mi acción la sorprendió. Su cara de felicidad se tornó a una triste y me hiso sentir pésimo-Solo…
– Ya lo sé, trajiste mi medicina-se encamina a su cama y se recuesta-puedes dejarla sobre la mesa, prometo tomarla-me estaba poniendo triste su situación, pero no puedo actuar como un novio para ella, siendo su doctor-puedes irte-comenta al saber que aún seguí ahí.
– Lila, lo lamento-sé que no tengo la culpa, pero sí la tengo al hacerla sentir así. Tengo que actuar profesionalmente con todos mis pacientes, pero con ella se me es difícil.
– ¿Por qué te disculpas? No es tu culpa que yo no te guste-sus palabras me hicieron recordar a Verónica. Ella era muy pesimista y de vez en cuando decía cosas con sentido.
– ¿Puedes tomar tu medicina?-la dejo sobre la cama, junto a su rostro-nos vemos dentro de unas horas-salgo de la habitación con una molestia en mi pecho, pero no le doy importancia.
No sabía qué hacer ahora que solo me encargaba de tan solo ella. Solo Lila. Me pregunto cómo estarán mis otros pacientes. Subo las escaleras para ir a la habitación de uno de mis pacientes favoritos. Pinocho. Le he puesto ese apodo, ya que siempre miente sobre si tomó su medicina o si comió. Hace varios meses que está aquí y cada día lo veo más decaído. Quiero hacerle una visita rápida cuando Ralph me encuentra en la puerta de la habitación.
– Este ya no es tu paciente, Tyson-como si no lo supiera maldito idiota.
– Sí, solo quería hacerle una visita rápida. Fue uno de mis mejores pacientes durante…
– Oye, no me interesa. No somos tan cercanos para que me cuentes toda tu vida. Aléjate de mis pacientes-sonrío incrédulo a la bonita forma de ser de ese sujeto. Juro que le haré pedazos su rostro de niño bonito.
Vuelvo a la primera planta del edificio y me voy a la sala de descanso. Ahí pasaré mi tarde…
***
He estado aquí dentro, sentado, mirando el techo, sin saber qué hacer. Miraba la hora para llevarle la medicina a Lila, aunque no era el horario. Pero ya que nadie sabe que estoy aquí, podré hacerle compañía a mi única paciente.
Salgo a pasos ligeros hacia su habitación, pero termino chocando bruscamente con una mujer de melena negra. La piel se me heló al ver a esa mujer. Labios gruesos, cabello negro y piel un poco oscura.
– Me disculpo, doctor…-esperó con atención a que yo me presente.
– Miller-sonrío-¿Usted es…?-debía saber su nombre. No estaba vestida como una doctora, sino que parecía una empleada de limpieza. Cabello recogido en una coleta alta, pude notar un poco sus arrugas y sus labios parecía que tenían bótox…
– Oh, no soy una doctora o enfermera. Soy la asistente del jefe del hospital-eso quitó mis dudas, pero ¿Por qué demonios le dio una pastilla a Lila, cuando ella solo es una asistente?-Me llamo Alim. Un gusto-sonríe alzando un poco su mano esperando que la tome.
– El gusto es mío señora Alim-estrecho mi mano con la suya y decido irme sin decir una sola palabra más.
Fue un poco raro. Ella es solo la asistente de nuestro director, pero aun no entiendo el por qué le dio una medicación a mi paciente, sin mi consentimiento. Alim. Es un nombre raro, pero Lila cuando intentó recordar dijo Mor o Mar…
– Siento que mi cabeza va a explotar-dije en voz alta, posando mis manos en mi nuca.
– Si tú dices eso ¿Qué hay de mí?-su voz me sobresaltó. No me había percatado que ya estaba a unos pasos de su habitación-esta no es la hora de mi medicina.
– ¿Quién dijo que traería tu medicina?-por unos segundos me noté sumamente seguro de mí mismo, pero me arrepentí al instante-vine a saber cómo estás-sonreí un poco nervioso. Temía que me echara de su habitación por haberle evitado el beso de hoy a la mañana-me preocupa el estado de ánimo de mis pacientes…
– Estoy bien-su voz era fría. Me tomó por sorpresa esa rara actitud. Su mirada es como si quisiera intimidarme-¿Necesitas algo más?-niego con mi cabeza. No le dirijo la palabra y desaparezco de su radar.
Por un momento me sentí muy mal por haberle rechazado ese beso. Solo es un beso, es algo insignificante. Sus estados de ánimo estaban demasiado bajos. Eso me llamó demasiado la atención a lo que fui en busca de su expediente médico. Y todo era normal, o lo que sería normal.
– Hipersomnia y Narcolepsia, Ataques de ansiedad repentinos, trastornos alimenticios…entre otros-cierro bruscamente su informe y lo lanzo sobre el escritorio.
He lidiado con personas aún peor, pero ella es un caso especial. No puedo dejarla así como así. Ella es mi paciente y haré lo mejor que pueda para que pueda sentirse bien.
Vuelvo a encaminarme hacia su habitación y nuevamente me encuentro con la asistente del director. Pero esta vez utilizaba ropa más formal que hasta hace unas horas. Pasó a mi lado y me ignoró por completo ¿Ella acaba de ignorarme? Sigo mi camino riéndome incrédulo ante su acción extraña y entro a la habitación de Lila sin previo aviso.
– ¿Por qué no tocaste?-fue lo primero que dijo al verme ahí dentro. Ella estaba vestida con su pijama. Nunca se la quitaba. La hacía ver pequeña y tierna.
#3042 en Joven Adulto
#16098 en Novela romántica
celos amor secretos sonrisas falsas, medicos pacientes hospital, amor pasajero odio
Editado: 15.12.2023