Eran más o menos las seis de la tarde, el timbre sonó y Lucía abrió la puerta, era Dani tal y como habían acordado, no había ni rastro de Álex.
—Hola ¡Vaya! Te veo muy bien, se nota que te están cuidando.
—Eso es que me ves con buenos ojos—le sacó la lengua—Pero pasa no te quedes ahí—cerró la puerta y se fueron hacia el salón—¿Quieres algo de beber? No sé muy bien lo que hay pero yo investigo.
—Tranquila yo me busco la vida, conozco esta casa como la palma de mi mano. Por cierto—sacó algo de la mochila que traía—He traído una peli y lo más importante… ¡Palomitas! Como sé que no puedes salir de momento he traído el cine hasta ti ¿Qué te parece?
—Me parece que te pasas de buen amigo. Y dime ¿Cuál es?—dijo refiriéndose al DVD que traía en la mano.
—Pues no te conozco mucho, pero a todas las chicas les encanta ésta película, es un poco ñoña para mí, pero a ti igual te gusta—le enseñó el DVD—¿Has oído hablar de ella?
—¿En serio? Claro que he oído hablar de ella, y aunque no la he visto, he oído por ahí que es muy bonita pero con final amargo—«Como mi historia que ha sido bonita mientras ha durado» suspiró—Has dado en la diana, me conoces bastante bien.
—Es que cuando a uno le interesa algo, investiga—de repente se puso nervioso— Bueno voy a hacer las palomitas y a por un par de refrescos.
Lucía se dio cuenta a lo que se refería, sabía perfectamente que le gustaba a Dani y entonces se preguntó si podría acercarse más a él como amiga para intentar huir de Álex y de su casa, pero lo dejaría para después de la película.
Después de casi dos horas de risas, tensión y algunas lágrimas, la película acabó y por fin empezaron a hablar.
—Debe de ser muy triste ver que la mujer que quieres, pasa de ti por otro, después de todo lo que ha hecho por ella—dijo Dani, mientras sacaba el DVD.
—Sí, debe serlo, pero él le ocultó cosas, cosas graves y eso no se hace.
—Y para colmo de males ha perdido a su mejor amigo, si yo fuera él, me vengaba.
—La venganza no sirve para nada—dijo Lucía y suspiró—¿Tienes idea de dónde anda tu amigo u hoy también trabaja?
—No, de hecho se ha pedido un par de semanas de vacaciones, dijo que tenía cosas que hacer, así que ni idea.
—Entiendo—murmuró— Oye Dani ¿Tú me podrías hacer un favor?
—Sí dime, no pasa nada tu pide a ver si te puedo ayudar—le lanzó la sonrisa que Lucía bautizó como «sonrisa seductora»
—¿Tú sabes de algún lugar que no sea demasiado caro para que yo me pueda ir inmediatamente?
—No, pero si ese es el problema te puedes venir a casa con nosotros, vivo con mi hermana, la que me ayudó con el asunto de las compras, y sus hijos Se ha separado recientemente y se han venido conmigo. Es más se me está ocurriendo una idea, mi hermana estaba buscando quién se pueda quedar con los niños, es que le ha salido un trabajo y yo estoy en el hospital, necesita alguien de confianza, claro si a ti te parece bien.
—¿Bromeas?—exclamó Lucía como si se le acabara de abrir el cielo— Sería perfecto, claro si tu hermana lo acepta lo haré encantada.
—De acuerdo yo se lo diré, no creo que haya ningún problema, en cuanto sepa algo te llamo, pero dime, ¿Por qué quieres irte de aquí?
—No, no es por nada, no es que no esté a gusto, es sólo que, no estoy acostumbrada a vivir así, con tantas comodidades. ¿Soy rarita verdad?
—No, que va, eres perfecta así como eres.
Se hizo un silencio incomodísimo, Dani se quedó mirando a Lucía fijamente y cuando se dio cuenta que estaba demasiado cerca, él se alejó.
—Bueno, se ha hecho tarde, me tengo que ir y tú tienes que descansar—le dio un beso en la mejilla—Nos vemos, ya te llamaré cuando hable con Andrea.
—Buenas noches, ojalá sea que sí.
Y dicho esto, cerró la puerta, cuando avanzó hacia la mesita del salón oyó una voz.
—¿Por qué quieres irte?
Lucía pego un brinco del susto y luego se cayó encima del sofá.
—¡Qué susto me has dado!—dijo echándose la mano al corazón—Pensé que no estabas.
—Pues sí, sí que estaba, he estado entretenido todo el día echándole un vistazo a los papeles de mi escritorio y me he ido a mi habitación para no incomodaros.
—Eso son tonterías, pero si es tu amigo más que mío, tú me dijiste que erais como hermanos, en todo caso la que sobraba era yo.
—No has respondido a mi pregunta ¿Por qué quieres irte?
—Pues tú sabes que yo soy muy directa y te lo voy a decir sin rodeos. Yo te incomodo muchísimo y aunque tú no me lo digas, yo lo sé, se te nota en la cara en cuanto me ves, te pones como tenso, como molesto y puesto que esta es tu casa es absurdo que estés incómodo estando en ella, y como yo soy el problema, yo me marcho.
—Eso no es así, si yo mismo fui el que dijo que vinieras aquí, no me molestas—le dijo sentándose a su lado—Yo no estoy ni molesto ni incómodo contigo, sólo es que no estoy acostumbrado a que en casa haya otra persona aparte de mí, hace mucho tiempo, quizá demasiado que estoy solo.