Condujeron durante dos horas interminables. Lucía estaba a punto de vomitar por segunda vez, pero pudo aguantar. Sin lugar a dudas aquellas carreteras llenas de baches, no la ayudaban.
—¿Estás bien? Te veo pálida.
—Si estoy bien, ya casi hemos llegado.
—¿Me puedes decir ya algo de qué pintamos nosotros en este pueblo perdido de la mano de Dios?
—Has aguantado dos horas, por unos minutos más no te va a pasar nada.
Después de casi media hora más, llegaron a su destino. Lucía se bajó del coche y ya sí que no pudo más y soltó todo lo que tenía en el cuerpo.
—¿Ves como no estabas bien? Eres una necia. Sólo a ti se te ocurre hacer un viaje tan largo embarazada de casi ocho meses y por esa carretera que es una tortura.
—No sabía que llevabas la cuenta, parece que tienes que tenerlo todo controlado.
—Lo que me interesa sí ¿Has terminado ya?
—Sí, ahora estoy mucho mejor. Vamos tenemos que llamar a esta casa.
Llamaron, y cuando abrió la puerta, no se podía creer lo que veían sus ojos.
—¿Qué haces aquí Lucía?
—Bueno creo que la respuesta es bastante obvia. ¿Por qué te has ido?
—¿Qué hace él aquí?
—¿Por qué me has traído a este lugar?—gruñó Álex
—¡Queréis hacer el favor de dejar de preguntar estupideces! ¿Podemos pasar o nos vas a dejar aquí después de un viaje tan largo?
—Sí pasad, adelante siéntate. ¿Quieres tomar algo?— en todo momento ignoró a Álex después de hacerlo pasar a la casa.
—No, tengo la sensación de que si tomo algo, no va a estar mucho tiempo dentro de mí. ¿Por qué te has ido?
—Necesito tiempo para pensar, para aclararme. Para mí no es fácil toda esta situación, pero he pensado mucho y quiero reparar mis errores. Quiero empezar por el que era mi mejor amigo, Álex. Te quiero pedir perdón por haberte ocultado que sabía dónde estaba Lucía, sé que fui un egoísta, un traidor, un mal amigo, pero en aquel momento, no lo veía así, estaba ciego. Ahora sé que metí la pata y te pido que me perdones, ya sé que tú no quieres saber nada de mí, aunque ya nunca más seamos amigos si tú no quieres, al menos perdóname.
—Te está pidiendo perdón, yo sé lo que ha sufrido por culpa de esta situación, lo mismo que has sufrido tú y lo mismo que yo estoy sufriendo. Destrocé vuestra amistad y haré lo que sea para que al menos os miréis a la cara sin rencores.
—¿Piensas que es muy fácil, no? Haberme arrastrado hasta aquí sin saber ni siquiera a dónde veníamos, y me encuentro con él, con el mismo hombre que me ocultó la verdad…
—¡Porque yo se lo pedí! Él quiso decírtelo pero lo amenacé con que si te lo decía volvería a desaparecer. ¡Por eso lo hizo! Si tanto dices quererme, tienes que perdonarlo, porque lo que hizo fue para que yo estuviera en un lugar seguro.
—Eso es chantaje, te aprovechas de que te quiero para que lo perdone, eso es jugar sucio.
Lucía le dio una bofetada, aún con la mano temblando salió de la habitación, Dani se lo quería impedir pero ella se deshizo de él.
—Ella nunca, jamás ha jugado sucio y no creo que vaya a empezar ahora. Lo que dice, lo dice de corazón. Tú la conoces como yo, tú la amas como yo. Nos quiere mucho a ambos, sólo que a mí como su mejor amigo y a ti como mucho más. Si la pierdes va a ser por tu culpa, miles de veces le dije que se fuera contigo. ¡Millones Álex! Pero se niega por sus remordimientos hacia su hermana y ahora tú con esa actitud, la vas a alejar más de ti.
—Tienes razón, me fastidia reconocerlo pero la tienes. La verdad es que te he echado mucho de menos, todo lo que me ha pasado últimamente no he podido contárselo a nadie. Me dolió tu traición, es cierto, pero ahora es cuando estoy entendiendo el por qué lo hiciste. Ella te lo pidió y callaste por protegerla, más que perdonarte, soy yo el que tiene que pedirte perdón. Perdóname por ser un imbécil.
—Digamos que los dos nos hemos equivocado, y ya está, entonces qué ¿Volvemos a ser amigos?
—No— fue una respuesta tajante, Dani se quedó petrificado—Nunca volveremos a ser amigos, a partir de ahora seremos hermanos.
—Que susto me has dado idiota, dame un abrazo, por supuesto que lo seremos, ahora ve a hablar con ella.
—Lo intentaré pero no será fácil.
Lucía estaba en la parte de atrás de la casa, estaba sentada al borde de la piscina con los pies metidos en agua. Estaba pensando que ya no podía más aguantar aquella situación, tenía que irse de nuevo, pero esta vez no la encontraría nadie. Justo llegó Álex a su encuentro.
—¿Me puedo sentar?
—Supongo que sí.
—Quiero darte una noticia…Por fin nos hemos perdonado Dani y yo.
—Eso está bien, era lo que yo quería, me alegro por él porque lo estaba pasando muy mal y digamos que ya está todo solucionado. Ya puedes irte si quieres, yo regresaré con Dani cuando él lo diga.
—Quiero hablar contigo, quiero que me perdones.