Me dirigí a mi cama, pues lo único que quería en ese instante era solo dormir y evitar soñar algo. Me tire encima del colchón y deje que mi cuerpo se dejara tumbar por el suave sueño.
Su voz era algo retumbante en mi mente, pues se notaba que se sentía desolada con sus propios pensamientos.
El cielo ahora retumbaba en mi rostro, pues a pesar de haber tenido tantos problemas en mi familia por fin sentía que todo era algo único.
Ante mi parecer mi familia nunca antes se había comportado de tal manera, eran dos años antes de la catástrofe, y para mí fue el mejor momento de mi vida.
El cielo inundaba todo el paisaje y las olas con su color naranja. Dairon estaba jugando con una de las pelotas para perros que Julián le había comprado. — Oye Dairon ya deja de hacer un desorden aquí— madre podrías hacer un perro caliente— dije bromeando.
Para mí todo momento divertido en familia era algo sagrado, pero nunca dejaba que los demás terminen una broma sin antes combinarlo con mi sentido de humor raro. — ¿hijo si sabes que es tu perro no? – Claro que si— respondí con una sonrisa pasmada en mi rostro de chico inocente. Lamentablemente luego de que la pequeña fiesta ya avía acabado, mi padre se enteró de que mi madre estaba enferma, no era algo de esperarse pero sabía que tanta felicidad no duraría mucho. Pues ya le habíamos ocultado de su enfermedad, pues yo le dije a mi madre que era mejor que Julián se enterara por su propia cuenta antes de que lo haga por otras personas.