Un mal Plan

Presentaciones incomodas

Capítulo 3 
 
Presentaciones incómodas  

Si hubiera podido describir mi expresión en ese momento, asombro le quedaba corto, sin embargo, hay que saber disimular ante los demás.  

—¿Qué hace aquí?, esto debe ser una broma. 

—¿Quién? —preguntó confundida Elizabeth  

—Oh, nada, nada. 

—Mmm, Anne estás segura —cuestiona la chica.  

—Si, solo me pareció ver a alguien conocido. —conteste negando con la cabeza.  

¡Pero que rayos! 

No podía creer a quien me había encontrado justo al momento de ingresar a mi salón, al tipo desagradable que atendí hace tiempo. 

«A lo mejor no se acuerda de mí, estaré bien» 

Ingreso y tomo asiento al lado de Elizabeth, y apenas solo dos segundos después ingresa una profesora, se veía algo molesta, deja sus cosas sobre el escritorio y empieza a hablar. 

—Bien jóvenes soy la Msc. Pilar Gutiérrez y les daré propiedad intelectual, por favor necesito que cada uno de ustedes se presente así nos conocemos todos. 

Genial la profesora ahora quiere que nos presentemos todos, nunca me han gustado las presentaciones son muy formales y además tartamudeo cada vez que lo hago, siempre me ayudaba Paloma, ella sí que sabía calmarme, bueno supongo que ahora debo aprender yo misma a mantenerme firme. 

—Muy bien empiecen por favor —dice la profesora alzando la voz. 

—Buenos días, mi nombre es Cathlyn y tengo 19 años 

¿Solo tengo que decir eso? ¡oh que bien!, así continuaron uno a uno. 

—Rosa... 

—Mario... 

—Nathaly... 

—Majo... 

Oh espera, no había visto a las dos chicas del restaurante, parece que es su turno de presentarse. 

La rubia se pone de pie y dice: —Buenos días, mi nombre es Rossy Hernández y tengo 19 años —dando una gran sonrisa de labios cerrados toma asiento. 

Ahora es turno de la pelinegra. Se levanta y dice: —Buenos días mi nombre es Rossan Her... — se detiene como si pensara algo, y continua —Hernández y tengo 19 años 

La chica toma asiento y mi mente empieza a pensar y digo Rossy, Rossan Hernández, 19 años acaso serán gemelas o algo así, no me había fijado lo mucho que se parecen en realidad, si no fuera por su cabello, sus ojos y su estilo tan diferente, porque Rossy es muy elegante y viste colores pasteles, su cabello es rubio es como una barbie, mientras que Rossan es pelinegra y viste colores fuertes, usa jeans y una blusa bastante llamativa, es como una Raquel (ok las comparaciones no son tu fuerte Anne), pero parece que nadie ha notado eso excepto yo, yo y el pesado que andaba con ellas, porque no tiene una expresión para nada feliz. 

Ahora sigue Elizabeth —Buenos días, soy Elizabeth y tengo 20 años —ella se sienta, y me doy cuenta de que me toca a mí prácticamente soy la última ya que no hay nadie más después de mí, excepto por el antipático invisible sentado muy al fondo. 

—Buenos días, soy... Anne y... te-tengo 18 años — no pude evitar tartamudear, sentí que mis nervios estaban a tope.  

—Bien solo nos falta un estudiante —habla la profesora dirigiéndose al pesado. 

Él se pone de pie, ¡vaya es alto! —y yo que pensé que era un enano feo— aunque no es ni lo uno ni lo otro, solo es un chico odioso ya saben, veamos cómo se llama. Ojalá se llame Pancracio, Tiburcio, o Filemón para echarme a reír por cómo se comportó, aunque no me conviene tener enemigos tan pronto, ahí va. 

—Muy buenos días, Máster y compañeros mi nombre es Ross Hernández, tengo 19 años y es un placer para mí estar presente frente a ustedes en este momento —dijo en tono formal y mostrando una media sonrisa, se sentó de nuevo. 

«Pero... ¿qué rayos fue eso?, porque tanta amabilidad con ¡TODOS! Creo que lo cambiaron, o es otra persona, no puede ser el mismo ser de aquel día» 

Mientras pensaba tantas cosas de lo que probablemente había pasado caí de nuevo en cuenta, espera un momento... Rossy, Rossan, Ro... Ro... Ross Hernández. ¿Acaso son familia? ¿Serán primos? ¿Por qué tienen nombres similares? Muchas preguntas me llenaron la cabeza ¿y si son familia por qué no lo dijeron? 

Gire la cabeza lentamente para mirar con disimulo hacia atrás, pero parece que no se disimular muy bien, porque el rubio pareció notarlo. 

—Anne —me llama Elizabeth. 

—Si dime —conteste saliendo de mi asombro.  

—Presta atención —ordena. 

—Sí, eso hago.  

Volví la vista al frente, miré un punto fijo fingiendo prestar atención. Pero mi subconsciente me traicionaba, pues volvía a cuestionar que era lo que sucedía. La voz de la profesora finalmente me saco de mis cavilaciones. 



 




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