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Los golpes a la puerta logran interrumpir mi concentración, y al soltar mi fastidiado suspiro, la canción de fondo llega a su final. Elevó mi rostro con delicadeza, recibiendo la dulce sonrisa que Harold me regala.
Aun sosteniéndome entre sus brazos, logró notar como el gesto en dibujo en su rostro me pide disculpas. Le sonrió tranquilamente, negando con suavidad e indicándole de esa manera que no se preocupe. No era su culpa, además.
—Parece estar de mal humor hoy...— escuchó a mis espaldas, haciendo mi mejor esfuerzo para reprimir la molestia que él siempre logra ocasionar. —Como todos los días, al parecer.— respondo sin poder evitar mi desgana, para enseguida hundir mi rostro sudoroso contra mi toalla blanca.
Había sido un buen ensayo, y quizás, hubiéramos seguido un par de minutos más, si no hubiera sido por la impaciencia e imprudencia innecesarias de aquel...tipo.
Al tiempo que me dedico a guardar mis pertenencias, oigo como la puerta se abre a unos metros de donde me encuentro, y posteriormente, como las voces animadas, bromistas y serias logran inundar la habitación. Entran al estudio y honestamente, como todas las veces anteriores, la presencia de ellos me incomoda.
Sin más que hacer ahí, echó mi bolso sobre mi hombro, bebiendo el agua que resta en mi botella, mientras hago mi camino fuera de la habitación de espejos, como se le conocía, también.
Me irritaba enormemente que Harold fuera tan amable con él. Ciertamente, se entendían y se conocían de hace ya un tiempo. O al menos, eso daban a pensar cada vez que les escuchaba saludarse. Sin embargo, eso no ponía un alto al comportamiento tan infantil e irrespetuoso hacía nosotros. Por eso mismo, no me había molestado siquiera en mirarle o buscar por una instancia de presentación. No me interesaba conocer a tal patán, sinceramente.
Bebo un poco más de agua. Recién puesta en mi botella, tan fría y refrescante, mientras observó en el espejo mi reflejo brillantemente sudoroso y calurosamente sonrojado por el esfuerzo puesto en el ensayo.
De pronto, mi atención es capturada por el ruido proveniente de uno de los cubículos. Detengo mi acción y observó hacía el lugar. Escuchó los quejidos y pronto, mi preocupación aparece.
Lentamente, mis pies mueven mi cuerpo hacía aquella zona, profundamente atenta a lo que sucedía. Quien fuera quien estuviera estaba vomitando y mi primer instinto, era ofrecer mi ayuda. No obstante, desistí. Mi caminar se detuvo y pensé que mejor esperaría a que saliera. Ahora, ella debía estar sintiéndose muy mal como para interrumpirla.
Me giró y al hacerlo, torpemente, mi cuerpo da contra otro. Uno mucho más grande y fornido que el mío. Un quejido escapa de mis labios y mi rostro se eleva enseguida, posando mi mirada en el rostro del chico que me observaba tan seriamente a través de su oscura mirada.
—¿Quién eres?— pregunta él como si yo fuera responsable de algo malo o, hubiera hecho algo de iguales características.
Inquieta, me alejo un par de centímetros, sintiendo como el frunce de mi ceño se intensifica ante su desconcertante actitud.
—¿Quién eres tú?— digo de vuelta, dejándole notar mi incertidumbre y leve molestia a su indebida presencia en el lugar.
Su mirada se entrecierra lentamente, y sin algún pudor aparente, la arrastra por mi cuerpo desde arriba a abajo.
—Yo pregunté primero. Tú respondes primero.— dice y su voz increíblemente ronca y varonil logra hacerme reaccionar y recién en ese momento, logró reconocerle.
El saber quién era en realidad no hace más que incrementar mi enfado por la situación y resentimiento hacia su persona. Doy unos cuando pasos más lejos de él y alzo mi rostro con firmeza en dirección al suyo, enfrentándole sin problemas.
—Este es el camerino de chicas. No debes estar aquí.— le recuerdo la simple regla y descaradamente, justo como antes, recorre con su mirada mi cuerpo por completo, para cuando al conectar con la mía, hacer un duro, pero rápido gesto con su rostro hacía mí.
—¿Y por qué te preocupa? No he venido por ti, de todos modos...— Por alguna razón, que en ese momento no comprendo, sus palabras desataron mi enojo a un nivel que no era muy recurrente. Siento la rabia cubrir mi cuerpo de rojo, pero, lamentablemente, quedó muda de un segundo a otro tras notar su actuar.
Le veo acercarse a mí. Da los pasos necesarios para cubrir con su gran cuerpo el espacio que antes me había encargado de interponer entre ambos, viendo segundos después como extiende su mano a mi dirección; ofreciéndola y esperando por mi respuesta.
O al menos, eso fue lo que pensé.
Elevo mi mirada hacía su rostro, conectando con su severa mirada directamente, tratando de entender lo que aquel ofrecimiento significaba. Sin embargo, violentamente, la voz femenina irrumpe dentro de mi mente, asustándome y apartándome a un lado de manera bastante lerda, viendo aparecer desde la zona no tan iluminada la figura de la joven rubia.
Logro reconocer a la chica, también. Era su compañera de baile, quien había tenido la amabilidad de saludarme un par de veces las pasadas semanas y al igual que en esos momentos, la chica susurra un rápido "hola", dándome ni un segundo para poder responder, cuando la veo ser jalada por su compañero fuera del camarín rápidamente.
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Editado: 29.07.2020