Nos enamoramos de tijeras aún sabiendo que somos papel.
-DíazAgui
El fin de semana se acerca y Mía sabe cómo se pone su mejor amiga en esos días, es cuestión de tiempo para que los padres de Catarina le hagan saber que no podrán verla otra vez. Ambas han olvidado lo que se siente vivir en un hogar, por su parte está cansada de esperar algo que no sucederá, se hartó de añorar que sus padres desearan pasar tiempo con ella, ahora le da igual si vienen en un mes o un año.
Le preocupa su amiga que intenta hacerse la fuerte ante la indiferencia de sus padres, a pesar de que sueña con vivir lejos de ellos en el futuro, lo único que quiere es que no la obliguen a enterrarlos en vida, que no acaben con el poco amor que guarda por ellos.
Regresa su atención a la pila de trabajos que tiene que revisar antes del sábado, la superiora le encargó entregarlos a primera hora, así que debe apresurarse o no recibirá su pago semanal, gentilmente Cata le ofreció su ayuda para corregirlos, no era difícil hacerlo sobre todo porque eran trabajos de séptimo grado y de esa manera podía ahorrar dinero para sus futuros gastos universitarios.
Su ringtone sonó.
─ ¿Qué pasa Hugo? ─responde algo desanimada al tiempo que se aleja de Catarina.
─Parece que no te da gusto recibir mi llamada ─responde él del otro lado de la línea. ─Déjame adivinar ¿Alejandro?
─No, en realidad solo estoy un poco aburrida del convento ─mintió.
─Si tienes planes para el fin de semana, olvídalos porque las invito a ir a la playa.
─ ¡Estás demente! los padres de Cata jamás le darían permiso y tampoco mis papás ─responde.
─Sé que eso no va a detenerte, las recogeré el sábado a las 7 de la mañana en la esquina de nuestro colegio. ─dijo para luego colgar. Mía piensa por un momento en las palabras de Hugo, ese viaje podría ayudar a mejorar el estado de ánimo de Catarina.
Mía toma lugar de nuevo en su asiento, finge ojear uno de los trabajos que la superiora le encargó, evita hacer contacto visual con su amiga para no ser descubierta, siente su mirada clavada sobre ella.
─ ¿Desde cuándo te llama Hugo? ─pregunta curiosa.
Sin pensarlo mucho responde.
─Le pedí ayuda para una tarea, bueno iré a terminarla así que no me molestes. ─ se levantó del comedor y se marchó a la habitación que compartían juntas.
─Anda, que yo revisaré y corregiré los sesenta trabajos por ti. ─murmuró con ironía al ver que su amiga había desaparecido del comedor.
Mía escribe en su ordenador las dos cartas que deberán presentarle a la directora, no debe haber margen de error, ambas tienen que ser totalmente distintas:─ estuvo horas practicando la firma de los padres de Catarina y de los suyos, sabe que esto es una estupidez, que podría traerles graves consecuencias de ser descubierta, pero necesita ayudar a su amiga, lo que menos quiere es verla llorar por culpa de sus padres, así que se convenció de que un fin de semana junto a su novio arreglaría las cosas.
Su cabeza no logra recordar en qué momento su mejor amiga se fijó en Alejandro, aún recuerda que meses antes de conocer a Cata, él intentó convencerla para que salieran y al verse derrotado se dio por vencido, le parecía un chico frívolo con aires de grandeza que no era más que un mantenido y holgazán.
Cuando estuvieron listas y firmadas ambas cartas las metió en un sobre, esperó a que fuese de madrugada para ir a depositarlas al buzón, ha hecho de las suyas tantas veces que ya aprendió a realizar los planes de forma magistral. Si quería engañar a las monjas también debía ser creíble para su amiga, no quiere arriesgarse a que las cosas salieran mal y que ella saliera afectada.
─Mía ¿Qué estas tramando? ─la voz de su amiga la sorprendió en medio de la oscuridad de la habitación, por fortuna Catarina no se percató que su amiga regresaba a escondidas.
─Nada.
─Entonces ¿porque no te duermes? ─cuestionó desde su cama.
─Necesito entregar un trabajo el lunes y no quiero tener que hacer tareas en un fin de semana. ─con la poca luz que reflejaba la pequeña lamparilla que estaba situada en su escritorio caminó hasta él y se acomodó en la silla, encendió la computadora y fingió teclear un par de palabras.
─Estoy en todas tus clases, no recuerdo que tengamos un trabajo para el lunes.
─Bueno hay una materia en la que no estamos juntas.
─ ¿Así?
─Si, trigonometría.
─Cierto, lo olvidé ─responde para luego salir de la cama ─Mamá llamó, ─hubo una pausa. ─Este fin de semana tampoco iré a casa, mi hermano Luciano cumplirá veintitrés años e irán a algún lugar de las vegas a festejar ─musito triste ─ con esto se cumple un mes sin ir a casa.
Aunque no era la única niña que pasaba meses sin visitar la casa de sus padres Cata no podía evitar sentir lastima por ella misma y por su mejor amiga, parecía que los adultos estaban de acuerdo en llevar a sus hijas al internado y así no tener estorbos en sus vidas.
─No viviremos para siempre aquí, llegará el día en el cual ni siquiera necesitaremos su casa... ─ dijo Mía con voz entre cortada ─porque tendremos la nuestra.
De algún modo la noticia de su amiga la impulsó más a darle un maravilloso fin de semana en la palaya. así que dejó de sentirse culpable por lo que hacía. ¿A caso no merecían salir de las cuatro paredes?
Sábado 7:00 am
Es una mañana fría y Catarina prepara su pequeño equipaje para ir a la playa, se llevó un susto cuándo la madre superiora le informó que sus padres pasarían por ella a primera hora, con la autorización firmada por su madre se convenció que no se trataba de un mal entendido, aunque no se explicaba porque el cambio de planes; terminó de preparar su equipaje un poco extrañada de que al levantarse su amiga no estuviese acostada en su cama, siempre duerme hasta tarde los sábados. Con el corazón apesadumbrado por no poder despedirse de Mía cerró con llave la habitación, caminó por los pasillos buscándola, con la esperanza de poder decirle a dios. Al salir del internado se dio cuenta que un auto muy parecido al de su padre estaba estacionado en la esquina. Catarina se alegró de ver que en esta ocasión no había sido olvidada. Se imaginó que por primera vez sus padres pensaban más en ella y que celebraría el cumpleaños de Luciano con toda la familia. La ventanilla del auto bajó y su cara atónita se puso roja al ver a su amiga dentro del auto.