Violet y Collin no pudieron pegar un ojo en el resto de la noche, y por la mañana, Violet no quería salir de su habitación porque no quería que Collin la viera a menos que sea para llevarla a casa.
Escuchó correr por el pasillo los pequeños pies de Leila y Brandon, quienes entraron a la habitación.
—¡Violet, Violet! —gritaron a unísono.
—Aún sigue lloviendo. ¿Te quedaras? —Violet sin decir nada caminó hacia la ventana y corriendo la cortina notó el cielo aun negro y con relámpagos. —Mi papá no querrá que te vayas con este clima. —Brandon informó.
—Niños, dejen a Violet tranquila. —Collin entró por la puerta colocándose la corbata para ir a trabajar. —La llevaré a su casa cuando vaya al trabajo en exactamente 20 minutos. Así que, despídanse y bajen a desayunar que no por nada, Nadid, se levantó temprano para hacerles el desayuno.
Los niños saludaron a Violet con un beso en la mejilla y Leila le tomó la mano para hablarle.
—Violet, quiero que un día de estos me acompañes al salón de belleza y de compras. ¿Puedes, puedes, puedes? —Violet miró a Collin, el cual miraba a su hija.
—Hablaré con tu padre al respecto, Lei. No prometo nada. —la niña bajó la cabeza y se retiró.
Collin miró a Violet de pies a cabeza y cerró la puerta detrás de sí.
—No piensas salir así, ¿no? —Violet se miró. Llevaba solo sus bragas y la camiseta de Collin.
—Dame un minuto. —quiso empujarlo fuera de la habitación.
—Aunque... Te ves bien así. —susurró en su oído.
—Bajaré en un minuto. Sal de aquí. —Collin giró sobre sus talones y salió de la habitación riendo.
Violet cogió su ropa, la cual ya estaba seca de ayer. Se vistió y bajó las escaleras encontrando a los niños desayunando.
Era sábado, pero, de todas formas, Collin trabajaba en la empresa.
—Ya, podemos irnos. Niños, fue un placer conocerlos, espero verlos pronto. —se despidió de Nadid y fueron por el auto.
—Gracias por dejarme pasar la noche, Collin. —dijo abriendo la puerta del auto frente a un edificio muy pequeño y bastante descuidado.
—Por nada. —dijo Collin suavemente.
—Entonces... Adiós. —Violet bajó del coche y sin mirar hacia atrás entró a recinto.
Collin emprendió marcha a la empresa comenzando a sentir un vacío dentro de él. Violet le caía muy bien, más de lo que debería y no sabía porque en el fondo no quería que se vaya.
Violet entró al mono ambiente y se sentó en el retrete ya que no había un sofá para sentarse. Sus ojos se aguaron y comenzó a llorar. Se levantó y abrió la cama que salía de la pared para tirarse sobre esta y seguir llorando. No sabía que había hecho Collin en ella, pero sabía que el no la quería. Un hombre de su clase jamás estaría con una mujer de la suya. Sin contar la cantidad de años que se llevaban de por sí.
Collin se desvió de la empresa yendo a un bar por un whisky con la cabeza gacha. No tenía ánimos para trabajar después de haber dejado a Violet en una pocilga como esa. Así estuvo, toda la tarde bebiendo whisky caro, con el cual no tardo en embriagarse.
Violet seguía tirada en su cama, ya no lloraba, pero estaba triste. Muy triste. Le gustaba Collin y eso era malo. No podía darse el lujo de que le gustaba el hombre más rico que había conocido en su vida. Pero le gustaba y se odiaba por ello.
Se levantó solamente para lavarse la cara. Se la secó con una toalla y escucho su celular sonar con desesperación.
Fue por el teléfono donde salía un número desconocido y se preguntó quién sería.
—Violet, Violet, ¿podrías venir? —se escuchó un Collin muy desesperado al otro lado.
—Collin, ¿qué ocurre? —preguntó con preocupación.
—Es Leila, Leila está en el hospital. —lloró.
—Bien, Collin, quedate ahí, estaré ahí en un segundo. ¿Dónde estás? ¿Puedes conducir?
—Estoy en un bar a 7 cuadras. —contesto con un desliz en la voz, y al instante supo que Collin estaba ebrio.
—Bien, estaré allí en 20 minutos. NO TE MUEVAS. —Le advirtió.
Salió rápidamente del lugar y corrió hacia el bar donde supuestamente estaba Collin. Pero se le olvidó que mínimo unos 4 bares se encontraban en esa cuadra. Y no lo veía por las vidrieras.
¿A cuál de estos bares entraría un millonario? —se preguntó.
Miró la fachada de los bares y entró al que le parecía más caro. No lo vio en ninguna de las mesas y tampoco, y lo vio en la barra.
Cuando lo encontrara iba a matarlo por no hacerle caso y quedarse donde estaba. Se acercó a la barra y pudo distinguir una billetera, las llaves de su auto a un lado y su teléfono.
—¿Podría decirme a donde se fue este hombre? —tomó la billetera y sacó su documentación mostrándole al barman la foto de Collin Odford.
—Se paró hace unos 5 minutos y fue al baño, no ha salido de allí entonces. —Violet tomó las pertenecias de Collin y corrió hacia los baños buscando el de hombres.
Escuchó el sollozo de un hombre dentro de uno de los cubículos. Y supo que Collin estaría devolviendo todo el alcohol que había tomado.
—Collin, cariño. —lo llamó. —Soy Violet. Sal. —abrió la puerta de donde venía el llanto y no le importo estar en el baño de hombres. Le acarició el pelo y sostuvo su frente. —Collin, debemos ir al hospital. Ven a lavarte la cara. —le susurró.
Collin levantó la cabeza e intentó levantarse con ayuda de Violet. Se acercaron a los lavamanos y Collin lavó su cara.
—Tengo tus cosas, las dejaste sobre la barra. No puedes conducir así. Tomaremos un taxi hasta el hospital. ¿Sabes en cual está? —Collin no le respondió. —Bien, llamaré a Nadid en el camino, vamos.
Salieron del bar y Violet arrojó 50 dólares sobre la barra por si Collin no había pagado antes de correr al baño.
Violet llamó a un taxi y luego a Nadid para asegurarse donde estaban.
—No dejaré que suba en ese estado a mi coche. —impuso el taxista.
—Por favor, su hija está en el hospital. Le pagaré el doble. —el taxista no dijo nada y subieron sin problema.