Un Misterio (para)normal

CAPITULO 26

Llego por fin a casa después de un día de lo más intenso, estoy exhausta y me dejo caer en el sofá con desgana. Los chicos, igual de cansados que yo, me imitan, de modo que los cuatro nos repartimos entre el sofá de tres plazas y uno de los sillones, quedando de ese modo yo, Logan y Nathan en un lugar, y Álex sólo en el otro. Ya que estamos todos juntos, aprovecho para abrir el informe que me dejó John antes de desaparecer precipitadamente en medio de la noche. Bajo la atenta mirada de todos, empiezo a leer.

— Nuestro querido amigo se llama Edik Jakov.

— ¿Qué clase de nombre es ese? —pregunta Alex desde el sillón.

— Ruso. Ya decía yo que me sonaba ese acento, a pesar de hablar muy bien español, su voz tenía un matiz que no sabía identificar, no me he equivocado. —Sigo leyendo las hojas con atención— Nació en un pueblo cerca de Moscú. Tiene 30 años. No ha tenido una infancia fácil y bonita: Vivía en una casa conflictiva, su padre era un hombre violento que llegaba todas las noches borracho a casa y pegaba a su mujer. Él era un niño de diez años cuando eso pasó. Muchos de los días querían ayudar a su madre y acababa recibiendo las palizas por ella. Con quince años, se enfrentó a su padre de una vez por todas y le mató. Según esto fue un accidente en defensa propia. La madre le echó de casa culpándole de ser igual que su padre. Pasó toda su juventud en las calles, buscando peleas, traficando drogas, metido en cualquier asunto que le pudiera proporcionar ingresos. A los 20 volvió a casa, discutió con su madre, forcejearon y esta murió. Acabó en prisión, y se ha pasado allí bastantes años, sobre todo debido a su mal comportamiento. Salió hace cinco años y se dedica a trabajar de matón para cualquier persona que pueda pagarle. También hace de guardaespaldas si se lo piden.

— Un historial digno de enmarcar, que vida más bonita la de Edik. — dice Nathan con ironía.

— No deberías reírte —le regaño como una madre— hay muchos niños que acaban como él solo porque no reciben la ayuda suficiente en su infancia. Es realmente triste que la propia sociedad les convierta en lo que son.

— Sarabell tiene razón, podríamos haber sido cualquiera de nosotros. Nosotros por suerte, tuvimos una familia que nos amó y cuidó a su manera. No todo es perfecto y no podemos quejarnos.

— Bien, vale. Me callo. Pero ¿Qué vamos a hacer con eso? ¿de qué nos sirve?

— No lo sé todavía, pero si nos lo dio John, debe ser importante. Trabaja para alguien está claro, alguien importante, según pone aquí su sueldo no es bajo, para mi gusto tiene demasiados ceros. Y, por lo tanto, debemos descubrir quién le contrató.

— Tenemos un sospechoso — susurra Alex para sí mismo.

— ¿Cómo has dicho? —Nathan al parece le ha escuchado.

— He dicho que tenemos un sospechoso, tu padre. Cada vez que averiguamos algo nuevo, tu padre aparece. ¿No lo vas a aceptar todavía? —Alex se levanta enfadado de su asiento, y Nathan también, dispuesto a enfrentarle por decir esas mentiras. Pero en verdad no sé si llegan a ser mentiras, Alex no se equivoca, cada vez que una nueva información llega, Matthew Norton está involucrado de alguna manera. ¿Cómo es posible? No lo sé ¿A qué se dedica de verdad? Esta por descubrir. Entiendo la postura de Nathan, es su padre, y por muy poco que le quiera, es difícil aceptar algo así de un mimbro de la familia.

— No sé qué está pasando aquí, pero mi padre no puede ser el culpable, tal vez le están chantajeando o algo. Tiene que ser eso. — ¿Esas palabras son para convencer a los demás, o convencerse a sí mismo?

— Lo mejor es que esperemos antes de sacar conclusiones precipitadas, antes de toamr decisión necesitamos averiguar toda la verdad. No podemos descartar nada. Alex, no acuses sin pruebas; y Nathan, vete asumiendo una posible verdad.

Logan dice la última palabra y se levanta del sofá para dirigirse a la ventana y contemplar el exterior. Me he fijado que lo hace con mucha frecuencia cuando quiere pensar, como si mirar la calle le pueda ofrecer una visión más clara de todo lo que está pasando. Me levanto también, decidida a hablar con él sobre lo nuestro, sobre el beso que nos dimos la semana pasada, sobre mis sentimientos y sobre lo que va a pasar después, cuando el tono de mi teléfono me impide llevar a cabo nada de eso.

Miro la pantalla, la palabra número desconocido aparece con letras grandes, anunciando quién puede estar al otro lado de la línea. Mi corazón tiembla al igual que el móvil. Decido ser valiente y contestar, los chicos me miran atentos a la llamada.

— ¿Sí? —respondo con seguridad.

— Hola querida, ¿Qué tal todo? —la misma voz de ayer me saluda desde el otro lado de la línea.

— ¿Tú de nuevo? ¿Qué quieres ahora? —digo enfadada.

— No digas que estás enfadada conmigo, ¿tal vez porque te colgué? Lo siento, no fue mi intención, pero hay oídos en todas partes.

— Da igual, ¿Qué pasa?

— Habéis descubierto algo nuevo ¿No? —asegura.

— Sí, pero ¿Cómo lo sabes? — pregunto extrañada, pues la actitud de este individuo cada vez me asusta más. Parece saberlo todo y conocer a todos, sin embargo, nadie sabe quién es él.

— Tengo mis trucos, ya lo sabes. ¿Qué habéis averiguado?

— No te pienso decir nada hasta que me digas quién eres —decido que se acabaron los trucos con él, si quiere que confíe, necesito que me diga quien es. Estoy dispuesta a colgar y olvidarme de él si se niega, a pesar de que pierda información valiosa.

— ¿Vamos a jugar a esto, otra vez? —pregunta cansado.

— Sí, quiero saber quién eres. No me parece justo que tú conozcas toda mi vida, y yo solo sepa como es tu voz. Quiero información ¡ya!

— Vaya, has sacado las garras, me gusta, te harán falta. Aunque no es conmigo contra quien debes luchar, yo solo quiero ayudar.



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En el texto hay: misterio, fantasmas, amor

Editado: 02.03.2021

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