Un Nicholas para Nicole

Capítulo cinco

Abro la puerta de la habitación sin siquiera molestarme en preguntar quién es.

Mala idea. Muy mala idea.

No es como si yo estuviera buscando impresionar a Nicholas, pero sin duda tenerlo frente a mí y solo estar usando una sudadera que apenas y cubre mi culo no es una buena idea.

Se pone incluso peor cuando lo veo tragar grueso y escanear mis piernas.

Carraspeo atrayendo su mirada a mi rostro. No me gusta ser observada. Irónico, pero lo odio. No es algo que pueda controlar. Es algo con lo que lucho todos los días de mi vida.

—Así que, tuve que sobornar a la recepcionista para que me diera tu número de habitación —murmura aclarándose la garganta mientras pasa una mano por su cabello.

No respondo.

Yo, literalmente corro al interior de la habitación dejándolo con una mirada atónita en la puerta.

Rápidamente, me coloco el primer mono deportivo que se atraviesa en mi camino y regreso encontrándolo en la misma posición en la que lo deje.

—Tengo miedo de preguntar que le ofreciste a la recepcionista a cambio de información confidencial que puede hacerla perder su empleo si así yo lo quiero —espeto recostándome del marco de la puerta.

Puede que haya estado mirando mis piernas, pero hay que darle crédito porque él ni siquiera puso un pie dentro de la habitación.

Defecto número seis de Nicholas: es un caballero incluso cuando no está siéndolo.

Sonríe.

Entrelazo mis manos la una en la otra fuertemente porque esta urgencia de pinchar el hoyuelo en su barbilla solo crece y crece.

—Me hizo firmar su pecho izquierdo —informa encogiéndose de hombros —, algo acerca de tenerme cerca de su corazón. Nunca he entendido porque las personas ruegan por autógrafos tan extraños, digo, en algún momento tendrán que bañarse y entonces todo rastro de mi firma desaparecerá.

Parpadeo continuamente intentando asimilar sus palabras.

Este hombre es una total contradicción.

—Pudiste sencillamente haberme preguntado —señalo lo obvio —, al menos claro, que disfrutes firmando las partes privadas de tus fans.

Levanta ambas cejas.

— ¿Me hubieras dicho? —cuestiona.

Me encojo de hombros.

—Ahora nunca lo sabrás... ¿Qué haces aquí a esta hora, Nicholas?

Ladea su cabeza y pellizca el puente de su nariz.

—Bueno, esto es un festival de música, lo que significa que hay mucha música y donde hay música hay secretos de mí para conocer… y estoy seguro de que hay secretos de ti para conocer.

Ese es un buen punto.

Nunca un cantante se muestra más como si mismo que cuando disfruta de la música como un simple mortal. 

— ¿Me estas invitando a un concierto?

—De hecho, lo estoy. Por alguna razón, a mi hermana le disgusta este en particular, lo que me hace amarlo.

Eso es un dato curioso.

Su hermana no parece la clase de chica que renunciaría a ver a cualquier artista, solo porque no es una gran fan de música.

— ¿De quién estamos hablando?

Gira hacia un lado su rostro y tamborilea el dedo medio contra su nariz varias veces antes de responder:

—Raymond King.

¿Cómo puede existir alguien a quien no le guste Raymond King?

Él es sencillamente asombroso.

Surgió de sus cenizas como el fénix para convertirse en el increíble y amado por miles cantante que es hoy. Él, literalmente vivió en la calle, dormía en refugios por las noches, y vivía de las propinas que las personas le daban al escucharlo cantar.

De la noche a la mañana lo perdió todo, menos su guitarra y el amor por la música.

Se hizo escuchar y se convirtió en lo que es hoy en día. Lo que es más increíble es que la mitad de sus ingresos se dirigen a todo tipo de fundaciones para personas en situación de calle, Raymond incluso tiene un refugio para animales abandonados.

Nunca dejo de creer en el mismo y eso hizo cosas buenas por mí en su momento.

Yo amo todo de él. Además de su corazón y todo ese talento, es increíblemente apuesto con ese pelo rojo y ojos de un tono café tan claro que casi podrían pasar por amarillos.




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