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Chapter one
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Era una soleada tarde de septiembre, los rayos de sol se colaban por los grandes ventanales del ostentoso e impotente edificio Miller. En este se halla uno de los mejores bufetes de abogados reconocidos mundialmente, no solo por su elegancia si no, también por su récord del 99% de casos ganados satisfactoriamente.
En lugar consta de cuatro inmensos pisos, cada uno con los mejores abogados del país. En el aula central, se encontraban la mayoría de ellos en una pequeña reunión, con el fin de celebrar que han obtenido uno de los casos más polémico de los últimos tiempos.
Nada más y nada menos que el caso de Alexandra Mejía, el nombre de la mujer ha resonado incesantemente por los medios. Aquella mujer es acusada de asesinato contra su exesposo, el cual constantemente la golpeaba, y violentaba física y verbalmente. Ella cansada de tanto maltrato decidió tomar cartas en el asunto, y acabar con la vida de su verdugo. El público se divide en dos sectores, los hombres exigiendo igualdad de género, y las mujeres defendiendo sus derechos civiles. Sin duda el bufete tendrá que hacer una excelente elección, en el abogado que representará a la acusada. No solo se verá involucrada la reputación del bufete, de igual manera del abogado.
Reunidos la mayoría de los abogados de la firma Always, se encuentra Gabriela Jhonsson, una hermosa chica muy joven; la cual, en su carrera en la abogacía, ha sido tan afamada que desea subir de puesto. Su belleza e intelecto la han llevado muy lejos.
—Entonces… ¿Qué quieren beber chicos yo pago hoy? —preguntó un hombre de una mediana edad, con porte de militar, dueño y creador de la firma.
—Cerveza— vociferó una voz femenina.
—Whisky—protestó alguien con voz trémula.
—Mejor tequila—declaró Francisco en el fondo del lugar.
— ¡Por Dios decidan ya parecen unos niños! —exclamó con desdén el mayor.
—Está bien whisky para todos será, a la mayoría nos gusta comenta Gabriela alzando la voz para dar fin a esa conversación.
—Regreso en un minuto, mientras tanto ¿han visto al señor James? —formula el jefe de la compañía.
—Debe estar encerrado en su despacho aun trabajando—menciona Nicole, una de las más antigua en el bufete.
—Que mala suerte, él siempre trabajando, hasta cuando estamos celebrando—hace un pequeño mohín el señor Miller—alguien que por favor lo llame quiero a todos reunidos.
—Si señor—mencionan al unísono los asientes del lugar, el hombre asiente y se dirige a la salida del lugar.
—Buenoo—Nicole alarga la última palabra con pereza en su voz—yo opino que vaya Gabriela—declara con una sonrisa juguetona en su rostro.
—Concuerdo, ve tu Gabriela—Daniel un asistente de la abogada Nicole, señala a la chica con su dedo índice.
— ¿Y por qué yo? Vayan ustedes ni me quiero imaginar el humor que debe tener ese hombre—farfulla meneando sus hombros levemente.
—Todos sabemos que se lleva mejor contigo—menciona Nicole—además si nos haces este favor te invitaré a cenar cuando quieras.
El estómago de Gabriela la traicionó, emitiendo un pequeño rugido provocado por su creciente apetito de los últimos días, la chica chasqueó la lengua y aceptó rendida.
—Está bien, pero quiero ir a cenar hoy mismo—menciona al levantarse del sillón color carmesí donde se encontraba. La chica con flojera en su cuerpo se dirige al ascensor, y con mucha pereza oprime el botón gris con el número tres, piso en el cual se encuentra el consultorio del príncipe de las tinieblas; como usualmente sus compañeros lo llaman.
Al llegar al despacho del hombre, no se escucha absolutamente nada, ni un suspiro nada, solo el sonido de las teclas de un computador, las cuales son oprimidas a gran velocidad y con vehemencia.
Sin pensarlo dos veces ingresa al lugar sin ni siquiera tocar la puerta, al hacer esto se encontró con un hombre terriblemente guapo con su cabello alborotado por el estrés, su camisa levemente desabotonada, sus ojos estaban rojos del cansancio, pero ni eso lograba apagar el chispeante azul de sus iris. Tenía unos ojos muy lindos, lo aceptaba, lástima que era la reencarnación del Grinch y Batman juntos. Una combinación perfecta entre enigma y seducción.
—¿Qué quieres? —preguntó el hombre casi gritando, al borde del colapso.
—El jefe nos necesita a todos en la planta baja—sin intimidarse por el tono de voz del masculino mencionó Gabriela, con firmeza en su voz.
—No tengo tiempo, estoy ocupado—gruño el hombre, haciendo un gesto de disgusto a la recién llegada.
—Pero él necesita elegir al abogado que representará a la señora Mejía—al oír esto el hombre elevó su vista del computador encontrándose con los brillantes ojos verdes de la mujer, centellando alegría.
El hombre solo asintió con su cabeza, y se levantó de su asiento. —Si se trata de eso si voy, creí que era otra de sus fiestas improvisadas—mencionó el hombre con fastidio.
Mientras bajaban en el ascensor el hombre dirige una pequeña mirada a su acompañante, luego menciona casi inaudible—te ves bien hoy, deberías usar tacones más seguido.