Un nuevo amanecer

Capitulo 1 La oscuridad antes de la puerta

Capítulo 1

No hubo un “antes”.
No hubo un destello, un túnel, un grito final.
Solo… esto.

La conciencia surgió como una burbuja putrefacta rompiendo la superficie de una nada absoluta. De repente, estaba. De pie. En medio de una extensión infinita de quietud que no era paz, sino el silencio de un hueso abandonado bajo la luna.

Bajo mis pies —¿eran mis pies?— la sensación era lejana, amortiguada. Algo viscoso y frío se adhería a mi piel. Agua. Pero no agua viva, no agua que reflejara el cielo. Era una laguna de aguas negras, espesas como alquitrán envejecido, inmóviles. No fluía, no ondulaba. Simplemente existía: una mancha oscura en un paisaje de sombras.

El aire —si es que podía llamarse aire— era denso, pesado, cargado de una humedad que no limpiaba, sino que ahogaba. Olía a podredumbre húmeda, a tierra de tumba recién removida, a metal oxidado y a algo indescriptiblemente antiguo y triste.

Y de repente, me encontré rodeada de una oscuridad sofocante. Era agobiante. Nada alcanzaba mi línea de visión, ni siquiera la silueta de mis propias manos. El ambiente estaba impregnado por un aura ofuscante que llenaba mi cuerpo de un dolor insoportable. Quería escapar, pero…

¿Qué podía hacer si no era capaz ni de ver mis propias manos?

Intenté guiarme por mis sentidos, caminando suavemente y con mucho cuidado de no tropezar, pero el ambiente se volvía cada vez más sofocante. Entre más avanzaba, más sentía que me acercaba a algo… aunque no podía verlo. Necesitaba una salida. Mi cuerpo temblaba y las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Sentía enojo, tristeza; esas emociones corrían por mí sin explicación, como agujas perforando mi alma.

Sin darme cuenta, un olor llegó hasta mí. Era repugnante, me provocaba arcadas y hacía que mis lágrimas cayeran con más fuerza. Y sin advertirlo, cada paso hacia ese olor también me acercaba a la luz.

Cada movimiento era doloroso, más que el anterior, como si me arrancaran la piel. Con ello, el hedor se intensificaba. Y con cada rayo de luz que se filtraba, podía distinguir el horror del escenario: cuerpos infestados de moscas y gusanos, masas negras con el olor mismo de la muerte, intentando tocarme. Quise retroceder, pero mi cuerpo se negaba a detenerse. No podía. Aunque el dolor y la visión fueran insoportables, mi voluntad estaba fija en avanzar.

A lo lejos, apareció una puerta tan hermosa que me dejó sin aliento. En ese instante supe que debía llegar hasta ella, sin importar qué. Estaba cubierta de piedras preciosas y enredaderas con rosas. Sin embargo, a cada paso que me acercaba, un coro de gritos agudos surgía de las masas negras. Al notar mi proximidad, se abalanzaban sobre mí sin compasión… pero mi voluntad me impedía detenerme.

Cuando finalmente estuve a los pies de la puerta, escuché un coro de voces. Por alguna razón, esas masas no podían tocarla ni ser alcanzadas por la luz que emanaba de ella.

—¿Cómo es que un alma tan bella está manchada por tanta suciedad? —preguntó un ser que solo podía describirse como luz pura. Con su aparición, la puerta se abrió—. Dime, pequeña alma, ¿vives a través del pecado o te apiadas de él?

—¿He pecado acaso? —pregunté sin darme cuenta, sintiendo vergüenza por el olor que escapaba de mis labios—. ¿Cómo puedo hablar con un ser tan bello si yo misma parezco podrida? ¿No es eso un pecado? ¿Es mi existencia un pecado?

—Eres un pequeño brote marchito, pero incluso tú tienes la oportunidad de volver a crecer. Cada alma puede arrepentirse de sus pecados, por horribles que sean —dijo el ser, acercándose lentamente para ayudarme a levantarme del suelo, sin que yo hubiera notado que había caído—. Pero debo advertirte: el camino no es fácil. En tu mente no queda rastro de tu pecado, por lo que deberás descubrir cuál es. ¿Es tu existencia un pecado? No lo sé. Pero ante mis ojos, nadie es culpable de existir. Cada ser es bello, incluso marchito. La culpa no está en vivir, sino en las decisiones que se toman durante la vida.

—¿Qué debo hacer entonces para pagar mi pecado?

—Debes subir. Al atravesar esta puerta, encontrarás una escalera cuyo final es imposible de divisar. Cada tanto, habrá un piso, y en cada uno podrás hallar una respuesta: tal vez aprendas de ella, o tal vez solo te ayude a recordar. —Su voz era cálida y su tacto me recordó, sin razón, a mi madre—. Si no llegas al último piso, solo tendrás dos destinos: quedarte en ese nivel y volverte uno con él por toda la eternidad… o salir y regresar a la oscuridad que viste antes de llegar aquí.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.