Capítulo Tres
Un mes antes
— Mierda —Susurré.
Hace 5 minutos me estaba intentando que el delineado derecho me saliera igual que el izquierdo, pero como siempre me pase uno más grueso o más largo que el otro.
Al terminar me mire al espejo para inspeccionar que haya quedado bien, y aunque el delineado izquierdo salió un poco más arriba que el otro lo deje así.
Me levanté para mirarme al espejo, nuevamente no me gustaba como se veía la ropa en mí.
Estaba engordando, lo sabía.
Mi móvil sonó, notificándome un mensaje. Estaba realmente harta de todo, era uno de esos días donde no tenía ganas ni de vivir pero debía acudir al colegio porque si no mi madre me mataba.
Reina
“13:05 en la esquina de siempre?”
“Sí” le conteste, siempre íbamos juntas al instituto, al no estar en la misma clase nos veíamos poco por lo que intentábamos aprovechar el tiempo en el cual no estudiábamos para vernos o pasar tiempo juntas.
Aunque fuéramos ambas vagas para salir al parque un fin de semana.
— Fernanda, ven a almorzar —Me llamó mi madre, hoy era uno de esos pocos días donde mi madre no trabajaba y era ella quien cocinaba, pero también estaba de mal humor así que preferiría que estuviera trabajando.
— Voy.
Había días donde realmente sentía que no me merecía el trato que me daban todos, pero había otros días donde me manipulaban tanto que creía ser yo la culpable de todo.
— ¿Le preguntaste a tu hermano cómo está?
— No —respondí mientras me sentaba a almorzar.
— Deberías, tienes que preocuparte más por él —Me respondió de mala manera.
— Ya tiene 21 años y vive solo, él sabe cuidarse. Dejen de ser insoportables y no dejarlo madurar —Estaba enojada, odiaba que siempre me dieran la puta charla de ser buena hermana, de que con los hermanos no se pelea. Cuando era él el que siempre me trataba mal a mí y a todo el mundo.
— Él está solo, nos debe necesitar —Me dijo mirándome enojada.
Me callé la boca, solo me levanté para agarrar mis cosas e irme.
Tengo 16 años, paso todos los malditos días sola mas no me quejo porque si no soy la mala hija. Tengo muchos problemas personales pero mis padres prefieren cuidar a mi hermano como siempre, nunca se dan cuenta de lo que me pasa a mí, hasta que yo no estará al punto de no soportar mi vida y mostrar lo mal que me encuentro ellos no me llevaban al psicólogo.
Fui yo la que se mudó a 200km lejos de su familia, y solo por hacer feliz a su madre. Pase un año de mierda al intentar adaptarme a una nueva ciudad en donde no había nadie de mi familia cerca.
Al pasar dos semanas sin comunicarme con nadie y solo hablaba cuando debía en el colegio, y al tener un ataque de estrés frente a Estefany (mi madre) en donde le recalque cada cosa que sentía me obligó a ir a un psicólogo.
En esas consultas el profesional me dijo que sufría una fobia social y ataques de estrés. Luego de 6 meses yendo él me dio de alta, diciéndome que cuando necesitara que volviera.
Lo gracioso fue cuando empecé a tener problemas con mi hermano, donde casi me pega y mis padres no me creyeron para proteger a mí hermano. En ese momento necesitaba ir al psicólogo y se lo había hecho saber a mi madre, pidiéndole que me saque una consulta pero estuvo un mes alargándome el tema para que yo no vaya.
Y mi hermano al pedirle que le saque fecha en la intendencia ella fue ese mismísimo día, por lo que exploté.
Le dije todo lo que sentía, la frustración que tenía de todo el tema que estaba ocurriendo pero ella solo dijo “Yo no estuve ese día, no sé qué paso” y al volver a pedirle fecha para el psicólogo solo me dijo “No creo en los psicólogos, solo contarle tus problemas a un tercero no resuelve nada. Solo estas celosa por tu hermano”
Desde ese día cambió mi punto de vista en mi vida, desde ese día supe que yo no contaba con nadie. Porque mis padre siempre pondrían primero a mi hermano y yo era la última opción para ellos.
Desde dicha discusión no volví a contarle nada a mis padres, cada pelea que tenía solo me la guardaba porque sabía que si les decía a ellos solo protegerían a Álvaro (Mi hermano).
Cada día sufría más la barrera que sentía con mi familia, sentía que no encajaba.
Hasta que un día empeoro todo, él día que falleció mi abuelo. A día de hoy sigo sin creérmelo, fui a su funeral y ahí me di cuenta lo sola que estaba.
Todos se abrazaban, pero nadie me veía, nadie miraba el dolor que estaba sintiendo. Ese día fue la primera vez que me permití llorar frente a todos, pero aun así fui la apartada por mi familia y la que se acercaban por lastima.
Ver como se lo llevaban fue mi perdición, saber que fue la última vez que lo vería, saber que ya no podría contarle mis logros.
Todos esos acontecimientos me marcaron, ya no quería ser la chica idiota que cree tener culpa de todo, quiero ser fuerte para poder decir “Soy nieta de Eduardo Torrez” para poder honrar el nombre de mi abuelo.
Me alejé más de lo que ya estaba de mi familia.
¿Los extrañaba? Sí. Pero sentía que ellos tampoco me querían a su lado.
Así que en 2021 volví a retroceder todo lo que había logrado superar durante dos años. Volviendo a esa Fernanda insegura de 2018.