2020 — El Cairo
Luego de haber aceptado ser la mujer de Sein, la vida de Ribeth cambió bastante. Veía a su familia, no tan asiduamente como en el pasado, y nunca a solas, en especial a su hijo, puesto que sobre este pesaba una condena si se acercaba demasiado.
Mantenía sus negocios, pero ahora estaban manejados por administradores, desde hacía ya ocho años. Afortunadamente, él no controlaba nada de su patrimonio, ya que tenía el suyo propio y no tenía ningún interés económico en torno a ella.
A Meribeth le costó mucho recobrarse de las muertes de André y Nicholas, y si bien se había casado con Sein, se propuso firmemente no amarlo y hacérselo notar cada día. No obstante, pasaron casi cinco años hasta que Sein por fin tomó una concubina, y aunque le hubiera gustado decir que para ella fue un alivio, no lo fue. Ella anhelaba su libertad, o al menos eso se decía a sí misma. Sin embargo, esta no llegó como esperaba, ya que las concubinas que vinieron requerían del vampiro un tiempo mínimo, y Meribeth seguía siendo su prioridad, su esposa, su amante, su todo.
No obstante, Beth se esforzaba por demostrarle su desamor, y de la misma manera él le enseñaba su poder sobre ella, bastaba solo el calor de su cuerpo masculino para que se derritiera por completo ante él, y Sein disfrutaba de ejercer este dominio.
Ser la mujer sumisa que Evan propusiera le podría haber resultado bastante fácil, ya que aunque el lazo de sangre no la había afectado como la primera vez con Nicholas, su dependencia física con Sein era muy fuerte, pero no lo podía perdonar y esto hacía que utilizara todas sus fuerzas y artimañas para rebelarse contra él y cada vez que se le presentaba una oportunidad le decía lo mucho que lo odiaba.
Hoy era el día de atender a una de sus concubinas, por lo que Sein había viajado a su bunker en medio del desierto, allí tenía unas instalaciones preparadas como para salvarse de cualquier guerra o atentado. Era algo muy típico de los antiguos vampiros.
Los vampiros jóvenes, entre los que ella se encontraba, preferían las ciudades y la vida errante. Los viejos y los Tradicionalistas solían tener un lugar fortificado y junto a este un pueblo entero de adeptos humanos de los cuales se servían.
Era casi la media noche y su puerta se abrió. Sorprendentemente, el que estaba allí era Syoran, a quien no veía desde que le dejara las pertenencias de su marido en 1951.
— Señora Morand, por la amistad que me unió a Nicholas y la deuda que tengo con él, voy a perdonarle la vida y le daré una hora para retirarse de aquí junto a los suyos. Uno de mis hombres la estará esperando abajo para escoltarla.
— Pero…
— Sé que Sein no se encuentra aquí.
Syoran la dejó a solas, no sin antes lanzarle una mirada amenazadora. Era un hombre extraño, de aspecto aguerrido y despiadado.
No puso en duda sus palabras y saliendo de la cama de un salto, se vistió con prendas cómodas y bien cubiertas, a la usanza árabe. En un bolso tomó lo esencial y cargó dos mudas de ropa, una para calor y otra para frío, algunos elementos imprescindibles de aseo y corrió a avisar a los pocos que vivían con ella. Los cuales eran humanos.
En cuarenta minutos estuvo lista y tal como el oriental dijo, un vampiro la esperaba.
— Solamente puede venir usted, señora — dijo el tipo al ver que ella no estaba sola.
— Syoran dijo que todos — replicó.
— No creo que…
— Los dejaremos en la costa francesa — declaró y el joven vampiro aceptó renuente.
Solo venían con ella Aline, su hija, sus tres nietas y el niño de Zaira que pronto cumpliría diez años. Fuera de la casa los esperaba una furgoneta negra, la cual los transportó hasta el aeropuerto. Allí utilizaron un avión privado y tal como solicitó, los condujeron a Marsella.
Había cuatro vampiros que los escoltaban, se veían temibles, no hablaban y para Beth la prioridad eran las personas que estaban bajo su cuidado.
Al llegar, supo que no podría bajar, por lo que tomó su móvil y lo entregó a Aline, junto con su cartera.
— Llama a mi hija Mishel y pídele que te busque, no hagan nada por mí, no traten de buscarme y, sobre todas las cosas, no le digan lo que ha pasado a mi esposo, no intenten contactar con él. Una vez que estés a salvo, deshazte del móvil. Yo me comunicaré en cuanto pueda.
— Pero Beth...
— Por favor, obedéceme — replicó acallando las protestas.
La mujer asintió y junto a su familia descendió del avión.
***
2020 — El Cairo (Punto de vista de Sein)
En la maldita situación que se encontraba el mundo, los vampiros eran afortunados de poder moverse a voluntad. Pero Sein lamentaba no haber sido lo suficientemente rápido, después del ataque a su fortaleza, lo único que quería era volver a su lugar seguro, a Meribeth.
Llegar y encontrarse con la casa de Beth quemada hasta los cimientos fue un golpe más grande del que le había dado Syoran el día anterior.
— Encontramos seis mujeres adultas y un niño, todos muertos — dijo el policía.
Su pecho se oprimió, no podía creer que Meribeth estuviera muerta, no lo aceptaba, él tendría que haber sentido algo, ellos tenían un lazo muy fuerte.
Tomó su móvil dispuesto a llamar a Evan. Sin embargo, antes de marcar lo pensó mejor. Si Ribeth había huido, nadie le diría nada, al menos no por teléfono. Pero, no podía ser que hubiera escapado de él, ellos tenían una buena relación, aunque ella dijera que lo odiaba, Sein no tenía dudas del amor que la vampira sentía por él.
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Editado: 08.05.2023