Un padre para Candy

3. De nuevo tú

El editor de Oliver cogió con alegría un sobre marrón, dentro estaba la nueva edición de su manga que saldría en ese mes.

 

— Hoy es un día de felicidad. Por fin has terminado. — Celebró el editor, Felix. — Ahora empieza con el siguiente número. 

Oliver le echó una severa mirada, ¿es que no le dejaría descansar ni un día? 

 

— Lárgate antes de que te eche a patadas. — Le contestó Oliver molesto.

Felix respiró profundamente y logró controlarse. 

 

— Tenemos un asunto del que hablar antes de que me marche. — Le dijo Felix. Oliver se levantó, estirando los brazos hacia arriba al mismo tiempo que lanzó un bostezo. — ¿Me estás escuchando? 

 

— Ojalá no te escuchará, sería el día más feliz de mi vida. — Replicó Oliver, mirando entonces a su editor. 

Felix nuevamente tomó aire para controlarse. Con la edad que tenía aún podía actuar como un niño.

 

— Lo diré de una vez y espero que estés con los oídos puestos a lo que te voy a decir. — Le habló el editor. 

 

— Sí, suéltalo de una vez. — Le dijo Oliver, sin hacerle demasiado caso mientras estiraba los demás músculos. — Tendría que salir a caminar un rato. Tengo los músculos un poco rígidos. 

 

— ¡Deja de tontear y escúchame! — Le gritó Felix, llevándose la mano al pecho. — Y por atención a lo que tengo que decirte. 

Oliver colocó su mano en el brazo de su editor mostrando una amplia sonrisa que Felix quiso borrar de un puñetazo. 

 

— Ya, ya, te escucho. 

Felix golpeó el brazo de Oliver y éste se quejó, agarrándose el brazo y advirtiéndole que si algo le ocurría en la mano y tuviera que retrasar las demás entregas, sería solamente culpa suya. 

 

— Dios, necesito deshacerme de ti — Gruñó Felix. — ¿No puedo cambiar de mangaka? alguien que termine a tiempo su trabajo y no tenga que ir detrás de él en todo momento como un niñero. 

Oliver se rió sentándose en su silla. No necesitaba a un niñero detrás de él, solo que no lo molestara. 

 

— ¿Hablas o te largas? — Le preguntó Oliver. 

 

— Tenemos que acallar los rumores que circulan por Internet. — Habló Felix finalmente, con el sobrante serio y guardando en su cartera el sobre con el manga terminado. 

 

— ¿Rumores? ¿A qué rumores te refieres? 

 

— ¡Los rumores que dicen que eres gay! — Se alarmó Felix, clavando sus ojos en el mangaka. 

Oliver se señaló a él mismo, ¿desde cuándo él era gay? 

 

— ¿Eso dicen en Internet? 

 

— Sí, en Internet. — Le dijo Felix. — Pero hemos pensado en que deberíamos acabar con esos rumores con un buen matrimonio. — De pronto, Felix sacó de su cartera un puñado de documentos y se los tiró en el escritorio. 

 

— ¿Qué es esto... ? ¿Y qué es eso del matrimonio? — Preguntó Oliver mirando a su editor. 

Felix sonrió cerrando su cartera y señalando luego a Oliver. 

 

— Eres un famoso mangaka, pero a la edad de treinta y ocho años aún estás soltero y no tienes ni un hijo. Por eso se ha decidido que es el momento de que te cases y tengas una familia. Así esos rumores de que eres gay dejarán de circular por todo Internet.

Ese era el motivo por el que Oliver decidió tomar la mochila de Candy e ir a devolvérsela. 

 

 

Anabel abrió la puerta de su piso por el jaleo que había fuera y cuando atravesó el umbral, Oliver cayó a sus pies. De pie frente a ella se encontraba el padre de Dani. 

 

— ¿Se puede saber qué está pasando? — Preguntó Anabel confundida. 

 

— ¡¿Otra vez asustando a las personas?! — Regañó la madre de Dani a su esposo, quien al ver a su mujer se achicó. — Cuántas veces te he dicho que no hagas eso. 

Dani se rió, pero recibió una severa mirada de su madre. 

 

— Nosotros nos vamos a jugar. — Dijo Dani, agarrando a su amigo de la manga de la camiseta y llevándoselo. 

 

— ¡Candy! — Llamó Anabel a su hijo. 

La madre de Dani seguía regañando a su esposo por su brusco comportamiento y tirándole de la oreja se lo llevó dentro de su piso. 

Anabel se agachó para ayudar a Oliver, pero cuando sus miradas se encontraron rápidamente se reconocieron. 

 

— Sabía que Candy era hijo de Jano. — Sonrió Oliver. 

 

— Oliver. — Se sorprendió Anabel al ver al amigo de su esposo Jano. — ¿Cómo es que conoces a mi hijo? 

Oliver se levantó, agarrando las manos de Anabel y ayudándola a hacer lo mismo. 

Aunque la diferencia de edad entre Jano y Oliver era bastante grande, los dos fueron muy buenos amigos y Oliver fue el único que estuvo con ellos el día que se casaron.

 

— Conozco a Candy porque se escondió en mi jardín. — Le explicó Oliver, molesto con él mismo por no reconocer a Anabel cuando la vio él día anterior de lejos. — Ah, la mochila. 

 

— La mochila, ¿a qué te refieres? — Preguntó Anabel y Oliver recogió del suelo la mochila de Candy. 

Anabel se quedó mirando la mochila naranja de su hijo y la tomó de las manos de Oliver. 

 

— El bicho se parece a su padre. — Mencionó Oliver. — Seguro que Jano estaría orgulloso de él. 

 

— ¿Quieres entrar? estaba preparando la comida. — Le propuso Anabel. — A no ser que tengas algo que hacer. 

Oliver negó, ¿algo que hacer? Para nada. No iba a marcharse y perder la oportunidad de acercarse a la familia de su difunto amigo. 

 

— ¿Me darías un vaso con agua? — Le pidió Oliver, entrando detrás de Anabel en su piso y cerrando la puerta mientras la vio dejar la mochila de su hijo en el suelo. 

 

— Claro, tú solo siéntate. — Le sonrió Anabel. 

Oliver asintió y miró por el salón. Lo que más le llamó la atención eran las fotografías, había muchísimas fotografías colgadas en una pared y en los muebles.



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En el texto hay: familia, drama, amor

Editado: 05.05.2023

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