Richard hizo algunos estiramiento y miró a Izan que comprobaba su tabla de surf.
— ¿Qué quieres si ganas? — Le preguntó, dejando de estirar.
— Que hagas surf conmigo toda la semana. — Dijo Izan y Richard se quedó mirándolo. — Normalmente mamá no me deja entrar al mar yo solo. — Le explicó.
— Está bien, pero no creas que voy a dejarte ganar por ser mi hijo.
— No espero eso. Quiero ganar limpiamente.
Izan le propuso chocar su puño y Richard lo hizo.
— Sí. Sí, tesorito. Estaré allí en nada. — Habló Felipe por teléfono con su novia y sonrió pervertidamente. — Yo también quiero eso.
Dani apareció de pronto delante de él y Felipe corrigió la expresión de su cara.
— Tengo pipí y… — Dijo Dani, moviéndose inquietó y Felipe se inclinó curioso.
— Tiene pipí y… — Al repetir las palabras del niño se percató de que más tenía. — ¿Caca? ¿Quieres hacer caca? — Le preguntó y Dani asintió con la cara apretada.
Felipe dejó entonces su teléfono en la encimera y fue corriendo con el niño al aseo de la primera planta.
— ¿Cómo que caca… ? Tesorito. ¿Sigues ahí? — Habló Ofelia al otro lado del teléfono, en su apartamento y con la mesa puesta para una cena romántica. — ¡Felipe! — Perdió los nervios.
— El tito Felipe ha ido a llevar a mi hermano Dani al baño. — Escuchó la voz de Zoe.
— ¿Eres Zoe? la hija del señor Donoso. — Zoe asintió y Ofelia estalló contra su novio aún sin escuchar la respuesta de la niña. — Será mentiroso, me ha dicho que ya venía en camino. — Escuchó el aviso en su teléfono de una segunda llamada y se alejó del móvil para mirarlo. — Tengo otra llamada. Zoe, puedes decirle a Felipe que si no está aquí en diez minutos puede olvidarse de eso tan divertido que íbamos a jugar él y yo.
— Se lo diré. — Dijo Zoe y Ofelia colgó la llamada.
— La próxima vez avisa con más tiempo, no esperes a no aguantar más para ir al baño. — Regresó Felipe adoctrinando a Dani y vio a Zoe acercarse con su teléfono. — Gracias, pequeña Zoe. — Le agradeció el asistente agarrando su móvil.
— La tita Ofelia dice que si no vas en diez minutos no jugará a eso tan divertido contigo. — Transmitió Zoe el recado y el asistente puso cara de caérsele el alma a los pies.
— ¡Papá! — Escucharon a Dani y Felipe miró a Richard detener su abrazo, ya que él mismo estaba mojado de la cabeza a los pues.
— ¡Señor Donoso! — Felipe dio un salto hasta allí y le ofreció una toalla grande.
Richard agarró la toalla y miró fuera de casa, Izan se quitaba el traje de neopreno en la terraza.
— Llévale la toalla a tu hermano. — Ordenó Richard a Dani, dándole la toalla que el niño llevó obedientemente a su hermano.
Felipe le entregó rápidamente otra toalla a su jefe y sonrió.
— Tengo que irme, señor Donoso. Que pasen buena noche, y no olvide darle de comer a los niños antes de meterlos en la cama.
Felipe corrió hacia la puerta principal y Richard sonrió por ser conocedor de su urgencia.
— Papá. — Lo llamó Izan, que entró en la casa envuelto en la toalla y con Dani abrazado a él. — Quiero la revancha.
— Será otro día. Tú y tus hermanos tenéis que ducharos y yo tengo que pedir la cena antes de que sea más tarde. — Le respondió Richard y caminó hacia la cocina.
Izan puso cara de molesto.
— ¿Juegas conmigo? — Le pidió Dani.
— No has oído a papá, tenemos que ducharnos. — Se negó Izan a jugar.
— ¿Puedo jugar mientras me ducho?
Izan sonrió travieso y se agachó para proponerle algo mucho mejor.
Richard recibió la comida a domicilio y al cerrar la puerta, Zoe se acercó para ver.
— Mamá se va a enfadar si descubre que me alimentas con comida de restaurantes todos los días. — Dijo Izan, apoyado en el muro que ocultaba y separaba la cocina de la entrada de la casa.
— Mi mamá decía que es más rica la comida hecha en casa con amor. — Opinó Zoe con una sonrisa.
— ¿Vais a quejaros mucho más? — Les preguntó Richard a los dos y caminó hacia la cocina. — Nunca he cocinado, así que no sé hacerlo. Menos para ustedes. — Soltó las bolsas en la encimera y vio como sus dos hijos mayores se acercaron. — ¿Dónde está Dani?
— No lo sabemos. — Respondieron los dos a la vez y al escucharse se sonrieron.
— ¿Qué estáis tramando? — Desconfió de ellos y los dos negaron a la par.
— Nada. — Dijo Izan. — Traeré los platos.
— Yo los vasos. — Se pidió Zoe.
— ¡Dani! — Llamó Richard a su tercer hijo y lo buscó.
Revisó primero la primera planta, incluyendo el garaje, y subió después las escaleras hasta la segunda planta, allí comprobó habitación por habitación y ni rastro de Dani.
Izan y Zoe ya habían llevado los platos y los vasos a la mesa cuando él bajó.
— ¿No lo has encontrado? — Se extrañó Izan, ya que él solo le había dicho que se escondiera arriba y lo asustara cuando subiera a buscarlo.
Zoe miró asustada a su hermano mayor.
— Basta de bromas, ¿dónde está? — Se impuso Richard frente a sus hijos y Zoe negó.
— No lo sabemos. Antes quería jugar y le dije que se escondiera cuando viniera el repartidor con la comida. — Explicó Izan. — Solo le dije que se escondiera y te asustara cuando lo buscaras.
— ¿Y por qué no sale? — Preguntó Zoe.
Izan negó sin saberlo y Zoe se agarró a él con miedo.
— Vamos a buscarlo. — Le dijo Izan.
Los dos niños empezaron a llamar a su hermano pequeño y a buscarlo en los rincones y lugares más insospechados, como dentro de los muebles de la cocina o en el cubo del reciclaje amarillo.
Editado: 27.03.2023